viernes, 23 de mayo de 2008

Cuatro días que estremecieron Oriente Medio

LIBANO
 
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Cuatro días que estremecieron Oriente Medio
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Alberto Cruz

 21.05.08

La toma de Beirut por los militantes de Hezbollah y sus aliados entre los
días 7 y 11 de mayo.

Lo que abortó una operación político-militar contra las fuerzas patrióticas
y nacionalistas libanesas patrocinada por los EEUU y Arabia Saudí y
consistente en el debilitamiento y derrota definitiva de Hezbollah.

Desde la victoria de Hezbollah contra Israel en la guerra del verano de
2006, tanto la administración estadounidense como la monarquía saudí han
venido impulsando una estrategia dual en contra de esta organización: por
una parte, reducir el prestigio con que cuenta entre significados sectores
de la población árabe, desde Marruecos hasta Irak y con independencia de la
adscripción religiosa; por otra, desarmar su estructura militar.

La campaña de desprestigio contra Hezbollah se inició desde el mismo momento
de la finalización de la guerra y se generalizó cuando esta organización y
las fuerzas patrióticas y nacionalistas que la apoyan (cristianos
marionitas, izquierdistas y laicos) iniciaron una campaña de desobediencia
civil contra el gobierno de Siniora en noviembre de 2006. Con la renuncia de
los cinco ministros que Hezbollah mantenía en el gobierno, a la que se
añadió la de un cristiano maronita, el gobierno debería haber dimitido
puesto que la constitución libanesa establece que cualquier decisión que se
tome sin la presencia de todos los sectores, no es legítima. Sin embargo, el
gobierno se enrocó, contando con el apoyo occidental y saudí. La decisión
del gobierno de Siniora no fue autónoma, sino impuesta desde fuera: no se
podía aceptar, bajo ningún concepto, un gobierno que estuviese influenciado
por una organización que había derrotado a Israel y cuyo ejemplo es visto
con simpatía por organizaciones como Hamás en Palestina. Eso
"desestabilizaría" la región. Es decir, marcaría el camino para los pueblos,
que comenzarían a liberarse del yugo de unos regímenes corruptos. Es lo que
los expertos en Oriente Medio identifican como "el efecto Hezbollah" y que
echa por tierra el diseño neocolonial pretendido por EEUU en esa zona del
mundo.

Había, por lo tanto, que intensificar la campaña sectaria del tipo "aumenta
la influencia shií en la zona", "Hezbollah es una marioneta iraní" -en este
sentido hay que tener en cuenta la aparición de fenómenos como el de Fatah
al Islam en el campo palestino de Narh al Baerd, situado cerca de Trípoli,
donde desde hace tiempo el Movimiento al Futuro, al organización prosaudí
que lidera Saad Hariri, cuenta con influencia- y, en consecuencia, comenzar
a buscar un contrapoder armado a Hezbollah. Es así cuando hacen su
aparición, en forma de contratistas de seguridad (empresa Secure Plus, por
ejemplo), milicias suníes con las que hacer frente a "la expansión shií" y
fuerzas policiales claramente vinculadas con el clan Hariri, que debe su
fortuna a su estrecha alianza con los saudíes y, en concreto, al príncipe
Bandar bin Sultan, hoy Consejero de Seguridad de Arabia Saudí (1).

Los enfrentamientos en Narh al Bared fueron vistos como una prueba piloto
por parte del gobierno de Siniora para una futura confrontación con
Hezbollah. Sin embargo, el intento no fructificó. Pese a la destrucción del
campo, la lucha no trascendió de allí. Había, por lo tanto, que dar una
nueva vuelta de tuerca y esa llegó con la denuncia, realizada por el druso
Walid Jumblat, el más fiel representante de los intereses imperialistas y
sionistas en Líbano, sobre la red de comunicaciones de Hezbollah y la
exigencia de su desmantelamiento. Recogido el hecho por todos los medios
occidentales, el gobierno Siniora se puso manos a la obra y decidió
desmantelar la red y destituir, al mismo tiempo, al jefe de seguridad del
aeropuerto por considerarlo próximo a Hezbollah.

Pero resulta que la existencia de esa red era conocida desde hace tiempo y
es en lo que se sustentó el triunfo de Hezbollah contra Israel en la guerra
del verano de 2006. ¿Por qué entonces el empecinamiento del gobierno en
desmantelarla en estos momentos? En Beirut existe la certeza que existía un
diseño por parte de Israel y EEUU, con la connivencia de algunos gobiernos
árabes, de la realización de una operación militar contra Hezbollah,
diseñada para el 25 de abril, que no fue finalmente puesta en marcha por esa
red de telecomunicaciones y, de forma especial, por la existente en la pista
1-7 del aeropuerto internacional.

El día elegido para la operación coincidía con unas maniobras militares,
"Turning Point 2", que Israel realizaba en la frontera con Líbano. Cuando
fue asesinado Imad Mugniya en Damasco, considerado como uno de los
principales comandantes militares de Hezbollah, fue considerado unánimemente
como una provocación israelí para obligar a una respuesta de Hezbollah y
desencadenar así una nueva guerra. Dado que Hezbollah decidió que
respondería, pero eligiendo el dónde y el cuándo, había que provocar una
nueva situación. Esa era la operación que finalmente se abortó al conocerse
la existencia de la red de Hezbollah en el aeropuerto de Beirut. Por lo
tanto, para que ese tipo de operaciones sean posibles en el futuro había que
desmantelar ese sistema.

El semanario egipcio Al Ahram recoge gráficamente qué significaba esta
medida: "Para la comunidad de inteligencia extranjera que opera en Oriente
Medio, a menudo en colaboración con los regímenes aliados [se refiere a los
árabes prooccidentales], no es ningún secreto que Israel tiene la capacidad
tecnológica para supervisar y escuchar las telecomunicaciones de la región.
La red de Hezbollah ha demostrado ser impenetrable y eso es una fuente de
frustración tanto para los israelíes como para los EEUU. Por lo tanto, la
alarma mostrada por Jumblatt y el gobierno de Siniora sobre la red de
Hezbollah y el jefe de la seguridad del aeropuerto internacional de Beirut
sólo puede ser interpretada dentro del contexto de la escalada de
EEUU-Israel contra Siria-Irán. Una potencial acción militar contra Irán o
Siria requeriría la neutralización, si no la destrucción, de Hezbollah. En
el caso de que el primer ministro Siniora hubiese tenido éxito con la red de
telecomunicaciones de Hezbollah, incluso con la colaboración del ejército
libanés, no sería difícil de adivinar dónde habrían terminado los códigos y
manuales de funcionamiento 48 horas más tarde" (2).

Era, claramente, una declaración de guerra, como dijo el secretario general
de Hezbollah, Hasán Nasralá. Tanto Jumblat, como Siniora o Hariri eran
conscientes de lo que pedían y su pretensión era que el Ejército hiciese lo
que no hizo cuando los islamistas se alzaron en Narh al Bared: la guerra
total con Hezbollah. En ese escenario, la FINUL se habría visto "obligada" a
intervenir en apoyo del ejército libanés, aplicando la Resolución 1701 del
Consejo de Seguridad de la ONU. Pero Hezbollah les mostró que habían
cometido un enorme error de cálculo. Y lo hizo sólo en cuatro días.

La toma de Beirut fue una magistral operación político-militar y una
demostración de la frialdad de una organización que sabe graduar a la
perfección sus golpes, como puso de manifiesto el hecho de que no quisiese
tomar ni la sede del gobierno ni las residencias de los principales
dirigentes prooccidentales y que fuese entregando al Ejército las zonas que
había tomado bajo su control. El Ejército no es su objetivo. Tampoco el
enfrentamiento sectario, en contra del manido discurso embrutecedor y
alienante de los medios de comunicación occidentales y árabes alineados con
sus regímenes reaccionarios. Y algo más preocupante aún para los
sostenedores de un gobierno que hace aguas por todas partes: las milicias
que habían creado para "protegerse" de los shíies se deshicieron como un
azucarillo en una taza de café. 60 millones de dólares tirados a la basura y
tres años de trabajo de servicios secretos occidentales y algunos estados
árabes (saudíes y jordanos, especialmente) no han servido para nada (3).

La calle árabe

La calle árabe no vio en ningún caso un retorno a la guerra civil, del que
hablaban las agencias occidentales, ni un enfrentamiento suníes-shíies del
que hablaban los medios oficiales de los regímenes prooccidentales árabes.
Encuestas recientes indican que el 63% de la población libanesa considera
que el gobierno de Siniora es el responsable de lo ocurrido (4). En Egipto,
Nasralá, sigue siendo visto como un referente para el mundo árabe (5) y el
líder supremo de los Hermanos Musulmanes (suníes), Mohamed Mahdi Akef, ha
dicho públicamente que "la resistencia libanesa es el único grupo que
determina lo que es bueno para el país [Líbano] al tiempo que se enfrenta a
la entente sinoista-EEUU". En Jordania -donde la monarquía está entrenando
mercenarios de ese ejército privado de Hariri- tanto los islamistas suníes
como un reputado grupo de 60 intelectuales, musulmanes y laicos, han apoyado
públicamente a Hezbollah (6). La percepción en la calle árabe no es la misma
que la de sus gobiernos y el prestigio de Hezbollah sigue prácticamente
intacto (7). No obstante, sí que hay que reconocer que en algunos sectores
ortodoxos suníes la imagen de Hezbollah ya no es la misma, al tiempo que hay
quien sigue alentando la formación de milicias suníes como "resistencia
islámica frente a Irán y sus apoderados en Líbano" (8).

El estado de opinión de la calle está empezando a calar en los gobiernos
árabes. En la reunión de urgencia convocada por la Liga Árabe, además de un
enfrentamiento entre Siria y Arabia Saudí, se constató un desmarque
significativo de las tesis saudíes de países como Qatar, Yemen y Argelia. Ya
sólo queda como núcleo duro el compuesto por Arabia Saudí-Egipto-Jordania.
Esta tríada de gobiernos prooccidentales es la única que mantiene el manido
discurso de la interferencia iraní en la zona y la que aún sigue abogando
por una estrategia de contención a la "expansión shíi".

La debilidad de la tríada, y de sus mentores estadounidenses, es total. Si
es evidente la derrota del gobierno libanés, obligado a dejar sin efecto el
desmantelamiento de la red de telecomunicaciones de Hezbollah y la
separación del cargo del jefe de la seguridad aeroportuaria, no lo es menos
la derrota de la estrategia saudí. Quien había convertido a Líbano en un
rehén de su enfrentamiento con Irán está ahora en una situación de mayor
debilidad y sin capacidad de maniobra.

Esta es la razón por la que el rey saudí, Abdulá, ha desautorizado a su
ministro de Exteriores cuando éste calificó lo ocurrido esos cuatro días
como "golpe" e hizo un llamamiento a los países de Oriente Medio para que se
abstuviesen de atizar las "tensiones sectarias" en Líbano.

Aunque todo el mundo está obligado a ceder, quien más tiene que hacerlo es
el gobierno y sus mentores, aceptando al general Michel Suleiman como nuevo
presidente, la formación de un gobierno de unidad nacional y, lo más
importante, la revisión de la ley electoral antes de la celebración de las
elecciones parlamentarias el año que viene. Eso implica la reforma de los
Acuerdos de Taif de 1990 y el fin del sectarismo, herencia del colonialismo
francés. Las conversaciones que se están manteniendo en Doha, la capital
qatarí, no fructificarán si se sigue insistiendo en el desarme de Hezbollah
mientras se mantenga la ocupación de las granjas de la Shebaa y no se
reforme el sistema constitucional libanés.

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Notas:

1. Alberto Cruz: "La nueva estrategia de EEUU en Líbano: la guerra secreta
contra Hezbollah", http://www.lahaine.org/index.php?p=23123
2. Al Ahram (Egipto), 15-21 de mayo de 2008.
3. The Angeles Times, 12 de mayo de 2008.
4. Asia Times, 13 de mayo de 2008.
5. Al Destour (Egipto), 13 de mayo de 2008
6. Al Manar, 14 de mayo de 2008
7. Asia Times, 16 de mayo de 2008.
8. Khaled Al-Dhaher, ex parlamentario libanés, en entrevista a la LBC TV el
12 de mayo de 2008.

Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Especializado en
Relaciones Internacionales. albercruz@eresmas.com
CEPRID
(Fuente: Resumen Latinoamericano 22/05/08)
 

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