domingo, 2 de diciembre de 2018

El Cid Campeador y los musulmanes

El Cid Campeador y los musulmanes

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Rodrigo Díaz no sólo habitó en territorio musulmán una parte significativa de su existencia, sino que su relación con las gentes de esos ámbitos condicionó algunos aspectos esenciales de su biografía.


DAVID PORRINAS GONZÁLEZ
UNIVERSIDAD DE EXTREMADURA


Estatua de El Cid Campeador en Burgos

No puede entenderse la trayectoria vital y la significación histórica de Rodrigo Díaz, el Cid Campeador, sin su relación con los musulmanes. Y es que la interacción del caballero castellano con el Islam fue intensa y extensa, pudiendo afirmarse que en su vida adulta quizás pasó tanto tiempo o más en tierras islámicas que en territorios cristianos. Algunos autores contemporáneos nos hablan de Rodrigo Díaz como “mozárabe”, (José Camón Aznar), o como “personaje transfronterizo” (F. J. Peña Pérez), lo que viene a ilustrar esa imprimación que de lo islámico alcanzó el guerrero burgalés, un hombre entre dos mundos, quizás no realmente perteneciente a ninguno de los dos. Por otra parte, el tiempo en el que vivió Rodrigo Díaz estuvo marcado por la disgregación política de al-Andalus, un proceso de descomposición (fitna) que había comenzado en las primeras décadas del siglo XI, y que alcanza a finales de esa centuria su momento más crítico y un epílogo que viene marcado por la entrada de los almorávides en la Península Ibérica. Precisamente los años en los que más activo se muestra el Cid es durante el periodo más dramático para unos andalusíes situados entre el yunque almorávide y el martillo cristiano. Rodrigo Díaz se benefició y supo aprovechar esa situación de debilidad y descomposición, de enfrentamientos entre taifas para labrar su destino y conquistar y gobernar su propio señorío. No podría entenderse el éxito de Rodrigo Díaz sin la fractura múltiple de al-Andalus en distintas taifas, sin ese mosaico islámico, río revuelto en el que el Campeador se desenvolvió como pez en el agua. Porque si algo beneficia a un guerrero es precisamente un estado generalizado de violencia entre partes, una situación de persistente confrontación y enfrentamiento entre las distintas unidades que antes habían sido entidad política homogénea. En tales circunstancias un guerrero y capitán avezado tenía muchas más posibilidades de medro y riqueza que en una situación más pacífica. Podría decirse, en definitiva, que una de las principales claves del éxito vital del Cid Campeador es, precisamente, el estado  crítico del al-Andalus de su época. 
La primera vez que Rodrigo entrara en tierras musulmanas pudo ser hacia el año 1063, cuando es posible que acompañara al príncipe Sancho en la campaña que desembocó en la batalla de Graus, donde el rey Ramiro de Aragón, tío de Sancho, encontró la muerte, presumiblemente de manos de un guerrero musulmán llamado Sadadá. Pero su primera gran toma de contacto con las realidades de una ciudad islámica se producirá años más tarde, cuando una vez muerto su señor Sancho II sea integrado por Alfonso VI en su corte y este le envíe a Sevilla con la misión de cobrar las parias que aquella taifa adeudaba al monarca leonés. En aquella urbe residiría varios días, es posible que incluso meses, aprendiendo sobre los musulmanes, su organización, su economía, sus costumbres, alcanzando tal vez algunos rudimentos mínimos de la lengua árabe. Es también en ese contexto donde tendrá su primer contacto con las formas de combatir islámicas en el campo de batalla, y donde actuaría en un combate a modo de comandante de una hueste combinada de cristianos, sus propios hombres, y musulmanes, los guerreros del príncipe sevillano. Esa combinación de fuerzas cristianas e islámicas será más adelante una de las claves del éxito militar del Cid. Serían varias las conclusiones que obtendría de aquella contienda en Cabra (1079) que le enfrentó contra el también ejército híbrido capitaneado por el conde García Ordóñez y por Abd Allah Ibn Buluggin de Granada. Esta batalla es una de las muestras de que las fronteras entre Islam y Cristiandad no eran tan claras como lo que podemos creer hoy día.
Pero su contacto más prolongado e intenso con la realidad islámica se dará en los años que transcurren entre 1080 y 1086, años de su primer destierro, en los que actúa al servicio de los taifas de Zaragoza. Durante ese periodo Rodrigo estará plenamente integrado en la corte principesca de un señor musulmán, asumiendo incluso el mando militar del ejército zaragozano. Autores cristianos y musulmanes de la época coinciden en que el de Vivar actuó durante aquellos años como una especie de general de la taifa de Zaragoza, como una suerte de protector de aquel principado. En ese intervalo Rodrigo enriquecería su hueste con contingentes de aquella taifa, que le acompañarían integrados en sus filas hasta el final de sus días. Es posible también que allí adquiriera conocimientos de astronomía, que le servirían posteriormente en la conducción de sus tropas, aprendiera algo más de árabe o integrara en su confianza a algún zaragozano bilingüe que en el futuro le serviría como intérprete. Durante esos años Rodrigo será verdaderamente un “mozárabe”, y también un “transfronterizo”. Todo ese caudal informativo le serviría para afrontar una empresa tan ardua y compleja como fue la conquista de Valencia, una ciudad situada en una región rodeada de poderes islámicos por todas partes.
Interior del palacio de la Aljafería, Zaragoza
En sus distintas idas y venidas su ejército iría aumentando, al igual que se incrementaban sus éxitos militares y la riqueza y fama de ellos derivada. No solo serían muchos los cristianos que se desplazaran desde sus lugares para servir a aquella especie de señor de la guerra independiente tocado por la fortuna en sus combates. Muchos, quizás más que los primeros, serían los musulmanes dispuestos a servir al comandante extranjero a cambio de una soldada y movidos por la aspiración de mejorar su situación al lado del exitoso cristiano en tierras islámicas. De hecho tenemos referencias a ese tipo de combatiente sirviendo al Campeador, de musulmanes anónimos que pusieron sus armas al servicio de Rodrigo Díaz. Algunas fuentes islámicas, las cristianas siempre son reticentes a señalar ese tipo de cuestiones, afirman que en alguna ocasión Rodrigo reclutó ballesteros y peones locales en distintos puntos que circundaban Valencia, y que se ayudó del servicio que le prestaron los denominados “dawair” (“tornadizos”), especialmente ejecutando acciones represivas, sembrando el terror, en el contexto del asedio valenciano. No era al fin y al cabo ninguna novedad que musulmanes descontentos con sus señores, o simplemente movidos por el afán de lucro, o por el más puro deseo de autoconservación, situaran la fe en un plano secundario y en un primer lugar el pragmatismo más prosaico. El propio Rodrigo Díaz habría hecho algo parecido durante los años que sirvió a los príncipes de Zaragoza, servir a un señor musulmán en sus guerras contra enemigos cristianos. Pero es que además el Campeador encontró en Valencia un caldo de cultivo propicio para engrosar sus filas con musulmanes. Previamente a la irrupción del Cid en el escenario valenciano había actuado allí Álvar Fáñez como protector y garante de los intereses que Alfonso VI tenía en la zona. El fiel vasallo de Alfonso fue el encargado durante un tiempo de garantizar la seguridad de al-Qadir, un gobernante débil que había resultado clave para que el emperador cristiano conquistara Toledo. Tal vez intentando repetir la jugada que le había hecho dueño de tan importante ciudad, en lo estratégico, lo simbólico y lo mental, Alfonso maniobró para que el pusilánime al-Qadir se convirtiera en el nuevo príncipe de una Valencia dominada por las convulsiones, la insurgencia y los vaivenes gubernamentales. Alfonso de alguna forma controlaba aquel principado remoto gracias a uno de sus hombres de confianza, acompañado por una hueste de caballeros cristianos a la que se sumaron musulmanes locales que las fuentes llaman “malhechores”, “garzones”, “traviesos” (retorcidos), “almogavares”. 
Pero no solo se sirve Rodrigo de guerreros musulmanes en el contexto valenciano. Llega incluso a designar para cargos administrativos y organizativos importantes a algún musulmán. Es el caso de su almojarife, llamado Abenabduz, encargado de gestionar el cobro de tributos (diezmo) y administrar las rentas del Campeador, y que actuaría como su “mayordomo”, gestor de los derechos de los musulmanes tributarios en el recientemente tomado arrabal de Alcudia, antes de la conquista de la ciudad. Y es que Rodrigo Díaz construyó en aquel arrabal anexo a Valencia un prototipo de villa islámica, donde convivían musulmanes, cristianos, judíos, se aplicaba la ley islámica y había cierta libertad de culto. El Campeador actuó como garante de los derechos de los pobladores de Alcudia, estimulando la organización de mercados y el flujo de mercancías y riquezas hacia allí. Pronto prosperó esa “ciudad”, como también crecía paralelamente la villa fortificada de Juballa, situada a quince kilómetros de Valencia, convertida en plaza de armas cidiana y en activo punto de intercambios comerciales y concentración de los frutos de las rapiñas bélicas de los hombres de Rodrigo Díaz. Antes de hacerse con el control de Valencia Rodrigo ya actuaba en su entorno como una especie de príncipe taifa, garantizando la seguridad de los habitantes musulmanes de su región que le eran fieles, haciendo jurar a sus propios hombres que protegerían a aquellos súbditos de hecho, especialmente a los labradores, para que la actividad económica se mantuviera activa y redundara en su provecho. Llega incluso a amenazar con la decapitación a aquellos de los suyos que violentasen a los musulmanes fieles y sometidos a su peculiar sistema tributario.
Una vez conquistada la ciudad, tras tortuosas operaciones militares, treguas y negociaciones, Rodrigo actuó en Valencia al modo de un príncipe islámico taifa, y no ya solo por compromisos adquiridos con los conquistados en la capitulación, sino, y más bien, por simple y puro pragmatismo. Había probado la fórmula en el arrabal de Alcudia y había comprobado que había funcionado de manera óptima. El contingente cristiano del Campeador en aquellos momentos era considerablemente inferior en número a los musulmanes que le servían, activa y potencialmente. Precisaba en aquella situación mostrarse más como un señor musulmán que como un conquistador cristiano, pues necesitaba a la población local para consolidar su dominio sobre esa ciudad y su territorio. Nunca esperaría Rodrigo, al menos en un principio, la llegada de grandes contingentes cristianos para poblar la ciudad, y esa certeza le obligaría a contemporizar en la medida de lo posible con el elemento musulmán autóctono. Pero no todos aquellos musulmanes serían válidos para los planes de Rodrigo, quien se vería obligado a depurar a potenciales enemigos, algo que sabemos que hizo, neutralizando, y en algún caso ejecutando, a algunos notables de la ciudad. Si en la conquista y dominio de México totonacas y tlaxcaltecas fueron esenciales para Hernán Cortés y los suyos, no menos fundamentales resultarían muchos musulmanes para que Rodrigo Díaz culminara su empresa con éxito. Hay que tener en cuenta que no nos consta el envío a Rodrigo de contingentes de refuerzo por parte de aliados cristianos. Solo a partir de la conquista recibirá coyunturalmente la ayuda de Pedro I de Aragón, quien sumó sus fuerzas a las de Rodrigo en la campaña que culminó en la batalla de Bairén contra los almorávides, trabada en enero de 1097 y por tanto dos años y medio después de la conquista de la capital valenciana.
Y es que Rodrigo Díaz no solo habitó en espacios musulmanes una parte significativa de su existencia, sino que su relación con las gentes de esos ámbitos condicionó algunos aspectos esenciales de su biografía. Rodrigo supo adaptarse a su tiempo y las peculiares circunstancias que lo caracterizaban, mostrándose como un comandante ducho en la aplicación y aprovechamiento de conceptos de la geopolítica y la geoestrategia como son la insurgencia y la contrainsurgencia. No perdió oportunidad el Campeador para estimular en la medida de lo posible movimientos insurgentes y contestatarios en el interior de Valencia cuando se encontraba asediándola. Nos consta que en varias ocasiones intentó introducir vectores insurgentes intramuros, aprovechando viejas rencillas existentes entre distintas facciones y familias valencianas. Una vez convertido en señor de Valencia, y aún antes en Alcudia, promovió medidas que encajan en la contrainsurgencia que se ha venido desarrollando, con desigual éxito, en distintos conflictos de la edad Contemporánea. De hecho, las formas de hacer la guerra estadounidenses actuales se basan más en la aplicación de técnicas y prácticas de contrainsurgencia y el empleo de comandos de élite e inteligencia, para neutralizar a líderes disidentes y ganar voluntades, que en la movilización de grandes ejércitos (“poner botas sobre el terreno”). Propaganda y contrainsurgencia, tan fomentadas ahora en zonas conflictivas como Afganistán, fueron hábilmente aplicadas por Rodrigo Díaz en Valencia y su entorno. Louis Hubert Lyautey (1854-1934), general, mariscal y más tarde ministro de guerra francés, acuñó  en 1895 una expresión que sintetiza la esencia de la política de la contrainsurgencia. En el marco de las tensiones provocadas en la frontera entre China e Indochina, donde Francia tenía intereses coloniales, y ante acciones de insurgencia protagonizadas por el grupo chino Banderas Negras, el general francés afirmó que la clave del éxito francés en aquel complejo escenario pasaba por “ganar corazones y mentes” de la población local. Rodrigo demuestra con algunas de sus acciones que ese sería su objetivo en Valencia, ganar los corazones y las mentes de una población musulmana que necesitaba para convertir su conquista militar en un señorío próspero y bien gobernado.
Diploma de dotación del Cid a la catedral de Valencia (1098). Archivo de la Catedral de Salamanca, caja 43, leg. 2, n.º 72.
Autógrafo del Cid: “ego Ruderico”. Detalle del anterior documento.
Parece que no todos los musulmanes fueron iguales para Rodrigo Díaz, como tampoco lo serían para los autores que nos hablan de ellos desde una perspectiva cristiana. El cronista anónimo que redactó la Historia Roderici, texto complejo posiblemente elaborado poco después de la muerte del Cid y manipulado décadas más tarde, establece alguna distinción sutil entre los musulmanes que se relacionan con Rodrigo. Los divide en tres categorías: “sarracenos”, denominación más genérica y más veces empleada en su discurso; “ismaelitas” y “moabitas”. Los ismaelitas son para ese escritor los musulmanes de al-Andalus, los “moabitas” son los almorávides, a los que en alguna ocasión llama “sarracenos bárbaros”, lo cual puede ser interpretado como “musulmanes extranjeros, foráneos”. Aquellos dirigentes musulmanes con los que Rodrigo mantuvo una relación de amistad no son nunca llamados “sarracenos”, ni “ismaelitas”, simplemente se les menciona por sus nombre, como son los casos del taifa de Sevilla Ibn Abbas y de los príncipes de Zaragoza al-Mutamin y al-Mustain. No sorprende que autores cristianos como el de la Historia Roderici establecieran esas distinciones, los propios andalusíes eran conscientes de que ellos eran algo diferente a aquellos otros, también musulmanes, que habían venido del otro lado del estrecho de Gibraltar bajo el mando de Yusuf ibn Teshufin. “Prefiero ser camellero en África que porquero en Castilla” es una frase atribuida al antes mencionado al-Mutamid de Sevilla por cronistas musulmanes posteriores (Ibn Simak y al-Himyari, ss. XIII-XIV), y que vendría a ilustrar el sentir generalizado de unos taifas amenazados por los cristianos del norte, y que verían como única esperanza de salvación a aquellos jinetes del desierto que se habían hecho con el control de buena parte del África occidental y el Magreb. Los gobernantes cristianos, incluido el propio Rodrigo Díaz, concebirían también de una manera distinta a unos y a otros musulmanes, a los andalusíes y a los almorávides. Los andalusíes eran vecinos a los que era posible exprimir, dominar, someter o conquistar, carentes de recursos militares óptimos, más entregados a actividades económicas y culturales que a la guerra.
Historia Roderici. Ms. RAH 9/450, f. 57r.
Los almorávides, al contrario, se caracterizaban por un modo de vida espartano y guerrero, con unas nociones del honor y el valor parecidas a las que poseían los aguerridos caballeros cristianos, con una cultura de la guerra semejante en lo mental. Los restos de un califato que antaño fue glorioso terminaron de diluirse en los tiempos de un Rodrigo Díaz que supo comportarse como un gobernante musulmán cuando tocaba y como un príncipe cristiano cuando fue oportuno. Fue de hecho el único “taifa” islámico y “príncipe” cristiano que consiguió derrotar en el campo de batalla, hasta en dos ocasiones, a esa poderosa máquina de guerra norteafricana en sus primeras dos décadas de actuación en la Península Ibérica. Y esto tal vez fue así, entre otras cosas, porque tal vez Rodrigo Díaz fue el único líder de su tiempo que actuó como un híbrido puro, sabiendo sacar el máximo provecho a lo cristiano y lo musulmán, en un mundo regido por el caos, la guerra y el cambio, en el que las fronteras ideológicas no siempre estuvieron definidas con nitidez.

PARA AMPLIAR:

  • CAMÓN AZNAR, José: “El Cid, personaje mozárabe”, en Revista de Estudios Políticos, nº 31-32 (1947), pp. 109-144.
  • DÍAZ PLAZA CASAL, Adrián: El Cid: entre el romance y la historia, Madrid, 2018.
  • FLETCHER, Richard: El Cid, 2ª ed., Madrid, 1999, (traducido del original inglés The Quest for El Cid, Londres, 1989).
  • MARTÍNEZ DÍEZ, Gonzalo: El Cid históricoUn estudio exhaustivo sobre el verdadero Rodrigo Díaz de Vivar, Barcelona, 1999.
  • PEÑA PÉREZ, Francisco J.: El Cid, Historia, Leyenda y Mito, Burgos, 2000.
  • PORRINAS GONZÁLEZ, David: “Rodrigo Díaz, el Cid Campeador, un conquistador en el siglo XI”, en Martín F. Rios Saloma (dir.), El mundo de los conquistadores, Madrid, Sílex Ediciones, 2015, pp. 489-522.
  • VIGUERA MOLINS, María Jesús: “El Cid en las fuentes árabes”, en El Cid, Poema e Historia, César Hernández Alonso (coord.)Burgos, 2000.

12 expresiones en idioma árabe habitualmente usadas por los musulmanes.


12 expresiones en idioma árabe habitualmente usadas por los musulmanes.

Existen expresiones corrientes que los musulmanes dicen con un significado religioso.



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A menudo los musulmanes pronuncian una serie de frases o expresiones en su vida cotidiana. ¿Cuál es su significado?

1) Bismillah-ar-rahmani-ar-rahim – “En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso”. Los musulmanes pronuncian esta frase antes de cualquier acción y discurso para recordar el Nombre de Dios. Esta expresión se recoge en el verbo árabe basmala.

2) La ilaha illa Al-lah – No hay más dioses ni deidades que Dios.

Esta expresión es llamada tahlil.

3) Al hamdu lil lah – Alabado sea Dios.

Es recomendable también pronunciar esta expresión después de la oración.

4) Subhan al-lah – Glorificado sea Dios.

Los creyentes dicen Subhan al-lah cuando son testigos de una bendición o milagro. Es también una forma de recuerdo de Dios y es recomendable asimismo pronunciarla después de la oración.

Esta expresión se llama tasbih.

5) Al-lahu Akbar – Dios es el Más Grande o Dios está por encima de todo.

Dios está por encima de lo que cualquiera piense de Él. Él está más allá de la comprensión de nuestra mente y de nuestro conocimiento.

Esta expresión es también una forma de recuerdo (dhikr). Es una sunnah pronunciarlo después de la oración. También se pronuncia varias veces para introducir las oraciones del Eid el Adha y el Aid el Fitr.

Esta expresión se denomina takbir.

6) Astagfirullah – Pido perdón a Dios por mis faltas.

Esta es una breve fórmula de arrepentimiento. Se pronuncia, ante todo, si se comete algún pecado. Puede ser pronunciado en cualquier momento porque una persona no es inmune a cometer pecados, y los pecados pueden ser no solo los más obvios que conocemos, sino también los ocultos, cuando una persona no sabe o comprende lo que está haciendo. Después de todo, los pecados son un signo de la debilidad de las personas, de los siervos de Dios, el Misericordioso, el Perdonador.

Esta expresión se llama istigfar.

7) Ma sha Allah – ¡Qué maravilloso es lo que Dios ha querido!

Se pronuncia con admiración por algo o alguien, expresando sumisión a la voluntad del Señor y a lo que Él ha predeterminado para el hombre.

8) In sha Allah – Si Dios quiere

Es aconsejable decirlo si una persona tiene la intención de hacer algo en el futuro y sirve para pedir a Dios que bendiga las cosas que ha planeado. En el Sagrado Corán, el Todopoderoso ordenó al Profeta (PB) decirlo.

9) As Salamu Alaikum

“Assalamu Alaikum va Rakhmatullahi va barakatuh” – Que la paz y prosperidad de Dios esté contigo y Su gracia.

Con esta expresión los musulmanes se saludan unos a otros.

10) Quddisa Sirruhu – Que Dios purifique su alma.

Los musulmanes sufíes lo dicen tras pronunciar los nombres de los shuyuj (sheijs) de sus tariqas y de los auliya (santos), es decir tras los nombres de personas espiritualmente puras.

11) Barakallahu fika (fiki – f.) – Que Dios te conceda Su gracia.

Se pronuncia en gratitud por una buena acción.

12) Laa haula wa laa quwata il-la bil-lah – No hay poder ni capacidad excepto los de Dios

Esta expresión se dice cuando existe cualquier dificultad, y al recordar al Señor de esta manera, una persona mantiene una actitud humilde ante Él, conociendo que solo el Altísimo puede cambiar su posición de dificultad, y solo Él tiene el control de toda la situación, y no las personas ni cualquier otra circunstancia.

Mundoislam

Abbas Ibn Firnas, el genio andalusí que consiguió volar en el siglo IX


Abbas Ibn Firnas, el genio andalusí que consiguió volar en el siglo IX


Existen personajes históricos que son desconocidos para la mayoría de nosotros y que sin embargo lograron gestas increíbles en el pasado. Este es el caso de Abbas Ibn Firnas, el genio andalusí, polímata, que consiguió volar en el siglo IX y al que se considera el precursor de la aeronáutica, además de un extraordinario científico, químico y humanista.




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Abu l-Qāsim Abbās ibn Firnās, nació en Izn-Rand Onda (la actual Ronda) en el año 810, durante el emirato Omeya. Su familia, de origen bereber, llegó con los conquistadores de la península ibérica y se afincaron en Al-Andalus. Desarrolló su trabajo en el califato de Córdoba durante los reinados de Abderramán II y Mohamed I.



Se le conoce como un gran filósofo, es decir, un gran sabio. Dominó la química, la física, la astronomía, poesía y astrología. Es conocido por inventar entre otras cosas una técnica para tallar y facetar el cristal de roca, trabajo que hasta entonces únicamente los egipcios eran capaces de realizar, una clepsidra o reloj de agua a la que llamó Al-Maqata-Maqata, una técnica para fabricar vidrio incoloro, un planetario y las piedras de lectura, antecesoras de las gafas para la presbicia.



Se le conocen dos intentos de volar a lo largo de su vida. El primero de ellos lo llevó en el año 852 a lanzarse con una gran tela de lona desde una torre de la ciudad de Córdoba. Aunque no se sabe exactamente como estaba confeccionado el artilugio (se cree que era una especie de capa que quedaba rígida sujetada con puntales de madera), éste amortiguó su caída y únicamente sufrió heridas leves. Por esta hazaña es considerado por muchos el inventor del primer paracaídas.



El segundo intento lo realizó en el año 875. Se proveyó de unas alas hechas con madera y recubiertas con seda y plumas. El lanzamiento fue también desde una torre y dirigió su vuelo sobre un valle. Estuvo en el aire más de 12 minutos, un gran éxito a pesar de que al aterrizar sufrió heridas de consideración, entre ellas la fractura de ambas piernas. Ibn Firnas analizó su vuelo y observó que el error había sido no dotar a su artefacto de una cola como la que tienen las aves. Su hazaña fue observada por numeroso público que el mismo había congregado. Un poeta de la corte de Mohamed I, describió el vuelo de Ibn Firnas diciendo:


“VOLÓ MÁS RÁPIDO QUE EL FÉNIX EN SU VUELO CUANDO VISTIÓ SU CUERPO CON LAS PLUMAS DE UN BUITRE

Murió en el año 887 tras una fructífera vida. Aunque desconocido por la mayoría, el aeropuerto de Bagdad lleva su nombre, así como un puente de la ciudad de Córdoba sobre el río Guadalquivir y un cráter de la Luna. Su nombre se latinizó y se transformó en Armen Firman.

sábado, 24 de noviembre de 2018

Una visita al Madrid islámico



Dom 18 de noviembre de 2018
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Una visita al Madrid islámico


Los orígenes de Madrid son difusos para muchos de sus habitantes. Algunos madrileños se sorprenderían si supieran que la ciudad es la única capital europea de fundación islámica y que nació entre los años 852 y 871, con el objetivo de proteger la frontera entre los musulmanes y los reinos españoles que quedaban.










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Los orígenes de Madrid son difusos para muchos de sus habitantes. Algunos madrileños se sorprenderían si supieran que la ciudad es la única capital europea de fundación islámica y que nació entre los años 852 y 871, con el objetivo de proteger la frontera entre los musulmanes y los reinos españoles que quedaban.


Uno de los motivos principales por el cual gran parte de su historia se haya perdido en los ecos del tiempo es que no quedan apenas vestigios de aquel pasado. “Realmente quedan muy pocos restos del Madrid islámico, ya que fueron destruidos cuando la ciudad se convirtió en capital con Felipe II. Cuando los Austrias intentaron erigir una urbe a medida de su imperio, destruyeron todo aquello que a su juicio descuadraba”, explica Daniel Gil-Benumeya, coordinador científico del centro de estudios del Madrid islámico y autor de ‘Madrid Árabe’, a idealista news. “Lo poco que queda es gracias un poco a un milagro y un poco a casualidad”, añade.


Un poco de historia


Para conocer la historia de Madrid hay que retroceder hasta el emirato de Mohamed I de Córdoba. Este emir, perteneciente a la dinastía Omeya, ordenó construir una fortaleza junto al río Manzanares -lugar en el que hoy se encuentran la catedral de la Almudena y el comienzo de la calle Mayor-, con la misión de proteger Toledo.


“Según las fuentes árabes, Mohamed I de Córdoba comenzó su emirato en el año 852 y en el año 871 ya se había construido Madrid. En esos 19 años se sitúa la horquilla temporal en la que nació Madrid”, explica Gil-Benumeya.


Tiempo después de la construcción de la muralla, en los terrenos colindantes fue brotando un pequeño asentamiento al que se le bautizó como ‘Mayrit’, que significa ‘tierra rica en agua’, y que acabó transformándose en lo que hoy conocemos como Madrid, tanto a nivel lingüístico como geográfico. Cuando el califato de Córdoba desaparece, Madrid se une al reino taifa de Toledo.


Con la rendición de Toledo a Alfonso VI, entre 1083 y 1085, Madrid pasa a ser cristiana. “Los 500 años posteriores a la conquista, la ciudad tuvo una minoría musulmana bastante importante, no en términos numéricos, pero sí en profesionales, ya que controlaban las profesiones ‘importantes’, por ejemplo, alarife (arquitecto) o herrero”, señala el arabista. “De esta época, todavía siguen en pie varios de estos edificios, que pertenecen al arte mudéjar, que es un híbrido entre los estilos arquitectónicos musulmanes y los cristianos (románico y gótico) de la época. Por ejemplo, la iglesia de San Nicolás, la iglesia de San Pedro el Viejo o la ermita de Santa María la Antigua”.


En términos generales, la historia de Madrid se resume en la milenaria frase que hoy se encuentra plasmada en un grafiti sobre un edificio de la plaza Puerta cerrada: “Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son”. Para comprender este lema hay que separarlo en dos partes. Por un lado, “fui sobre agua edificada” alude que los árabes fundaron la ciudad en esta zona por la abundancia de acuíferos, aguas subterráneas y el arroyo que cruzaba la actual calle Segovia.


Por el otro lado, “mis muros de fuego son” hace referencia a las murallas del Madrid primitivo, que estaban hechas de sílex, lo que provocaba que cada vez que una flecha impactara contra la roca saltaran chispas y pareciese que era una fortaleza de llamas.


El agua, elemento esencial


Como se ha mencionado unas líneas más arriba, el agua fue el recurso que provocó que ‘Mayrit’ se construyera aquí y que propició su crecimiento, auge y que, finalmente, se constituyera como capital hasta nuestros días.


Esto sucedió gracias a una innovación que trajeron los musulmanes, que a su vez habían aprendido de los persas: los viajes de agua. “Los viajes de agua consisten en unas larguísimas galerías que transportaban el agua desde las capas freáticas situadas en las afueras de Madrid hasta la ciudad”, explica Gil-Benumeya.


Este sistema de obtención de recursos hídricos, que se estima que mide alrededor de 124 kilómetros, lo importaron los andalusíes, pero realmente se desarrolló y mejoró en los siglos venideros. “Hoy Madrid está alimentado por el Canal de Isabel II, pero hasta su construcción, a mediados siglo XIX, se seguían utilizando estos viajes de agua, llegando incluso a utilizarse hasta los años 60 o 70 del siglo pasado”, señala el arabista. “Hay barrios de Madrid que reciben su nombre directamente de estos canales de agua como Canillas o Canillejas”, añade.


Ruta por el Madrid islámico


estás interesado en este aspecto de la historia de Madrid, debes saber que actualmente se realizan visitas guiadas a través de la Casa Árabe o de la Fundación de Cultura Islámica. Hagamos un recorrido a través de la historia.


Ya que el antiguo Madrid fue fundado por el emir Mohamed I de Córdoba, empezaremos el recorrido por el parque que lleva su nombre. En este lugar, justo debajo de la Catedral de la Almudena, se encuentran 100 metros de restos de la muralla islámica de la capital. “Madrid tiene varios círculos concéntricos de murallas de distintas épocas. La primera es la musulmana, que era bastante ‘pequeña’, abarcaba unos 40.000 m2. La población, en la época islámica, se situaba alrededor de esa fortaleza. Cuando Alfonso VI conquista la ciudad lo primero que hace es construir otra muralla rodeando los arrabales”, explica Gil-Benumeya.


El siguiente trozo de muralla se encuentra debajo del Museo de Colecciones Reales, pero no visible al público, ya que el museo no ha abierto sus puertas aún. “Se piensa que bajo la sede del Consejo de Estado hay otro trozo de muralla, pero debido al carácter de dicha institución nadie ha podido comprobarlo. Luego continuaría por la calle del Factor, que podría haber sido el foso de la muralla”, narra el arabista.


Todos estos lugares conforman lo que se denomina la ‘Almudaina’, que significa la pequeña ciudad o ciudadela. De esta palabra se derivó a Almudena, que curiosamente es la patrona de Madrid.


“Existe una hipótesis que teoriza que puede existir una muralla de la época del Madrid musulmán o posterior a la época del emir Mohamed I llamada la ‘Medinilla’, cuyos restos visibles están en dos bares: Korgui (calle del Rollo, 8) y Casa a la Malicia (calle de Segovia, 16).


Aunque la ubicación sea poco glamurosa, la siguiente parada debe hacerse en el parking de la plaza de Oriente, así que, si alguna vez tienes que buscar aparcamiento por la zona puedes aparcar allí y contemplar la Torre de los Huesos, una atalaya defensiva que data del siglo XI. Con un nombre digno de Juego de Tronos, la edificación fue bautizada así dada su proximidad con el antiguo cementerio islámico de la Huesa del Raf.


Si continuas la travesía del Madrid árabe, llegarás hasta la Plaza de Ramales. Allí se encuentra uno de los silos que dejaron para la posteridad. “En Madrid se conservan varios de los silos de principios de la época andalusí. Estos silos son los restos que más información proporcionan sobre aquel periodo de la historia de la capital, ya que muestran que almacenaban, comían, etc.”, explica el arabista.


Un legado desconocido


Muchos de los hitos de la creación de Madrid son desconocidos por sus habitantes como que el eje principal de Madrid, la Calle Mayor es origen andalusí. “Creo que los madrileños no tienen conocimiento de estas raíces musulmanas de la ciudad. Una de las causas que puede que haya propiciado esto es que la historia de Madrid era demasiado pobre para Felipe II, es decir, para los Austrias, así que se inventaron una historia incluso llegando a fechar la creación de Madrid antes de la fundación de Roma. Hasta inventan un héroe mitológico griego que fundó la ciudad. Aunque eso no tiene ninguna base científica, sí que ha creado un poso en el imaginario colectivo de los madrileños”, expone Gil-Benumeya.


Para acabar el reportaje, Gil-Benumeya relata una escalofriante anécdota. “En 2006, al excavar en la planta baja del número 68 de la calle Toledo, se encontraron más de 60 tumbas de los siglos XI y XV. Estas pertenecían cementerio musulmán, el más antiguo y desconocido de Madrid. Al contrario que otros camposantos, cuyos restos han sido desplazados en algún momento, en el caso del cementerio musulmán simplemente se construyó encima. Todas las manzanas entre la calle Toledo y Humilladero constituyen hoy el cementerio musulmán. Debajo de todas las casas siguen estando todos los cadáveres”.


Fuente: Mundoislam

viernes, 16 de noviembre de 2018

Al-Kindi: "El filósofo de los árabes"

Vie 21 de septiembre de 2018Conocer Más

Al-Kindi: "El filósofo de los árabes"


Al Kindi. Filósofo árabe, astrólogo, matemático y médico, fundador de la filosofía aristotélica árabe; se le distinguió con el honroso nombre de «filósofo de los árabes».




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Escribió comentarios a las obras de Aristóteles («Órganon» y otras) así como varios trabajos sobre cuestiones de metafísica. En la base de su concepción del mundo, puso Alkindi la idea de la concatenación causal universal, mediante la cual se explica que cada cosa, si es comprendida hasta el fin, permite llegar a conocer en ella, como en un espejo, al universo todo. Los partidarios ortodoxos del Corán veían en Alkindi un hereje. De sus numerosas obras se han conservado tan sólo algunos fragmentos.[1]

Fue un prolífico escritor; el número total de libros escritos por él es de 241. Muchos de sus libros fueron traducidos al latín. Los trabajos de Al-Kindi inspiraron a Roger Bacon. Cayó en desgracia a consecuencia de sus relaciones con los mutazilíes.
Síntesis biográfica

Nace en Kufa (actualmente Iraq), alrededor del año 800 C.E. Su padre fue oficial del califa Haroon al-Rashid. De familia aristocrática, gozó del mecenazgo de califas abasíes.
Trayectoria
Matemático

Escribió 4 libros sobre el sistema numérico, y se considera el fundador de una gran parte de la aritmética moderna. Contribuyó a la geometría esférica que necesitaba para sus estudios en astronomía.
Médico

Fue el primer médico que sistemáticamente determinó la dosificación de los medicamentos o drogasconocidas en aquel momento. Ayudó a establecer la dosis estándar para los pacientes.
Como químico

Discutió sobre la imposibilidad de que los metales se convirtieran en metales preciosos y que las reacciones químicas, en contra de las ideas alquímicas del momento, no pueden producir transformaciones en los elementos básicos.
Físico

Escribió un libro sobre la óptica geométrica.
Músico

Investigó sobre los aspectos científicos de la música, sobre lo cual se conocía muy poco en su época. Señaló que las diferentes notas que se combinan para producir armonía tenían tonos específicos, y que los grados de armonía depende de la frecuencia de las notas.

Estableció un método para la determinación de los tonos, y planteó que cuando un sonido se produce se generan ondas en el aire, las cuales golpean el tímpano.
Como filósofo

Su pensamiento evolucionó hacia una constante búsqueda de armonización entre filosofía y religión. Defendió el libre albedrío entre sus coetáneos, le llevo a considerar la necesidad de crear una doctrina filosófica capaz de agrupar los distintos conocimientos humanos.
Popularidad

Se le conocía popularmente en la Edad Media como el Filósofo de los Árabes. Cardano consideró a Al-Kindi como una de las 12 mentes más grandes del Medioevo. Hizo contribuciones a muchos aspectos de la ciencia y la cultura.
Muerte

Muere en 873 C.E. durante el reinado de al-M'utamid.

jueves, 15 de noviembre de 2018

MORISCOS EN AMÉRICA

Hace ya unos posteos que venimos hablando de los moriscos y la incidencia sociocultural y étnica que tuvieron en la forja del gaucherío primitivo. Ahora bien, ¿quiénes fueron esos "moriscos"? Un poco de historia:
La Tradición Islámica ingresa en la península Ibérica hacia el año 711 a través de la figura legendaria de Táriq ibn Ziyad, general amazigh del por entonces gobernador del Califato Omeya en el norte de África, Musa ibn Nusair. Los gobernadores del Califato Omeya eran de origen árabe, quienes, partiendo desde Arabia se asentaron en Damasco (capital del califato en lo que hoy es Siria) para luego gobernar sobre el norte de África. En aquel entonces el norte de África estaba habitado por diversas etnias Imazighen (también llamadas ‘bereberes’) como los Cabileños, Chleuh, Tuaregs, etc. Imazighen (en singular ‘amazigh’) quiere decir ‘hombres libres’, como se llaman a sí mismos, denominación común en Marruecos y Argelia.
‘Bereber’ procede de la adaptación árabe de ‘barbr’ del término griego ‘barbaros’ (atención a la dicotomía que luego establecerá Sarmiento). En la antigüedad los griegos conocían a los bereberes como Libios y los romanos los llamaban ‘numidios’ o ‘mauritanos’. Los europeos medievales los incluyeron en los ‘moros’, palabra procedente de ‘mauro’, es decir, ‘de piel oscura’ (de aquí ‘moreno’), nombre que aplicaban a todos los musulmanes del norte de África. A este respecto es importante lo que el antropólogo francés Atgier señala: “Si entre griegos y romanos ‘moro’ equivalía a ‘negro’, en la lengua bereber ‘negro’ se decía y se dice ‘berik’. En varios dialectos de estas gentes el masculino plural se forma del prefijo ‘iberik’, pues significa ‘los negros’. En otros dialectos se prescinde del prefijo y ‘berik’ es lo mismo en plural. Si en este vocablo suprimimos la terminación ‘ik'’, que adjetiva así como ‘ico’ en ‘ibérico’, y se dobla la radical ‘ber’ -lo que es bastante común en los idiomas del norte de África- obtenemos la voz ‘berber’. Resulta, pues, que ‘moro’, ‘íbero’ y ‘bereber’ indican un pueblo primitivamente de piel oscura, que se ha ido modificando por mezcla con otros que sucesivamente fueron ingresando al país.” Es decir, estos moros y bereberes de ancestro musulmán serán los encargados de poblar Al-Ándalus y de llevar su cultura heredera del oriente.
Como Al-Ándalus se conocerá entonces al territorio de dominio islámico en la Península Ibérica.
Hacia mediados del siglo XIII, al-Ándalus quedará reducido al reino nazarí de Granada, el cual capitula ante los Reyes Católicos en el año 1492.
Se llamó Mudéjares a los musulmanes que permanecieron viviendo en territorio conquistado por los cristianos y bajo su control político. El término deriva de la palabra árabe Mudayyan que significa ‘los que se quedaron’, de donde ‘doméstico’ o ‘domesticado’. En su gran mayoría, de condición social humilde, eran campesinos con una especial vinculación con las tareas rurales o artesanos especializados (y estos son datos a tener en cuenta para la posterior incidencia que aquellas tareas tuvieron en la forja de las culturas ecuestres y rurales en Sudamérica).
En un principio, las condiciones de la rendición del reino nazarí de Granada permitían a los musulmanes la continuidad y el ejercicio de la religión y la cultura islámica; sin embargo hubo un rotundo incumplimiento de lo pactado ya que se formaron misiones que intentaron convertir a los musulmanes al cristianismo, lo que motivó los primeros conflictos.
En el año 1499 se le encomienda al Cardenal Cisneros la tarea de persuadir con más dureza la conversión de mudéjares al cristianismo. Este hombre no dudará en emplear métodos represivos para lograr su objetivo, lo que lo llevó a cometer actos tan desafortunados como la quema de librerías islámicas en diciembre del mismo año. Más de ochenta mil manuscritos de la España islámica se perdieron para siempre tras el afán inquisidor de borrar la identidad islámica.
En el año 1500, y debido a la persecución incesante de que eran objeto los mudéjares, se produce el levantamiento popular del barrio de Albaicín. Debido a este, en febrero de 1502 se emite una Pragmática que ordenaba la conversión de los musulmanes o su expulsión. A partir de estas conversiones forzadas, los mudéjares pasaron a ser denominados ‘moriscos’, diminutivo despectivo de ‘moro’. Los moriscos también fueron conocidos como ‘cristianos nuevos’, denominación que sentará una distinción racial discriminativa entre los descendientes de moros y los cristianos viejos.
En 1566 Felipe II prohíbe el uso de la lengua árabe, de vestimentas y ceremonias de origen musulmán. Esto desata la rebelión de las Alpujarras (1568-1571). Tras esta fracasada rebelión, la nobleza española, cegada por un furor racista, presiona al Rey para que proceda a la expulsión masiva de los moriscos. Esta se llevó a cabo entre los años 1609 y 1614. Los moriscos entonces se asentaron en el norte de África. Algunos se quedaron en España y Portugal, fingiendo ser cristianos nuevos o gitanos, pero permaneciendo fieles a la fe islámica. El resto emigró a América en similares condiciones de clandestinidad.
Hacia finales del siglo XVI se estima que la población morisca en los reinos peninsulares podía oscilar entre las 300.000 y 500.000 personas. Se concentraban fundamentalmente en el Reino de Valencia y en Extremadura, Murcia y Andalucía. Odiados por los cristianos viejos, rechazados por la corona y detestados por la Iglesia, que dudaba de la sinceridad de su conversión, los moriscos devinieron en una masa objeto de toda clase de sospechas y de imposible integración por cuanto suponía la pervivencia dentro de España de un pueblo inasimilable y hostil.
De los colonizadores venidos de España a tierras americanas, sabido es que el grupo más numeroso procedía de Andalucía, la región cuyo pasado nombre, al-Ándalus, como dijimos, fue el dado por los musulmanes al territorio peninsular conquistado por ellos a partir de 711. El índice geobiográfico de cuarenta mil pobladores españoles de América reunido por Peter Boyd-Bowman, prueba que el continente andaluz fue mayoritario en los primeros tiempos del período antillano, al formarse el sedimento inicial de la sociedad colonial americana; después, aunque no mayoritario, fue doble o triple que el de cualquiera de las regiones más aportadoras.
Ahora bien, desde el hecho de encontrar voces y modismos de procedencia árabe en el primitivo lenguaje colonial, voces que pervivieron en el idioma de América y que sin embargo no se hallan en el castellano de España, y notables pautas culturales que arraigaron en suelo americano y que no se deben confundir con el exiguo legado transmitido por los españoles del sector cristiano europeo, nos permite inferir la presencia del elemento humano morisco que se encontró afianzado desde un principio de la sociedad colonial americana, y esto tiene que ver con la huida de este elemento humano de condiciones de vida difíciles y hostiles. El historiador español Antonio Dominguez Ortíz afirma que venir a América para el europeo normal se presentaba como una empresa muy arriesgada, que sólo intentarían aventureros, perseguidos políticos y religiosos y otras categorías excepcionales. Los moriscos, descendientes de musulmanes, serán los más necesitados de abandonar España luego del decreto de expulsión decretado en 1609 contra su comunidad. Al mismo tiempo, el movimiento humano que supone la colonización del Nuevo Mundo brindaría la ocasión de que estos moriscos, disimulando su origen, aprovecharan las ventajas de radicarse en América.
El historiador mejicano Hernán G. H. Taboada explica que luego de la conquista de Granada, entre los cristianos viejos se veía favorablemente el envío de moriscos hacia otras tierras ya que temían su crecimiento demográfico en la Península debido a que ni la censura religiosa ni la emigración voluntaria impedían su aumento. Ante lo cual, entre la gran cantidad de soluciones propuestas figuran las de enviarlos a regiones americanas, como por ejemplo a la inhóspita Terranova o como Bernardino de Escalante aconsejaba a Felipe II, en una carta del año 1596, que “aunque sea disimuladamente, debe su Majestad mandar que todos los años se saquen con este nombre de pobladores cantidad de moriscos con sus mujeres e hijos, de los lugares donde habitan que más a propósito pareciere, sin respetar a ricos ni a pobres, y llevarlos a embarcar a los puertos cuando se ofrecieren flotas que partan a Tierra Firme, Honduras y Nueva España” y repartirlos en poblaciones de españoles e indios, dándoles tierras y ocupaciones, aislándolos y ocupándolos en expediciones de conquista.
Igualmente la conocida laboriosidad de los moriscos hizo que en ocasiones se los requiriese en América, por ejemplo, para instalar obrajes de seda en Nueva España sugirió su envío el obispo Zumirraga hacia 1540; un pedido semejante hacía el arquitecto italiano Juan Bautista Antonelli para las obras de fortificación en Cuba. A pesar que estas sugerencias no fueron atendidas, los moriscos bien pudieron ingresar a América hasta el año 1578, momento en que se les hizo extensivo el cierre al Nuevo Mundo: los que ya habían llegado deberían ser devueltos a España. Sin embargo siguieron llegando y los ecos de su presencia resuenan hasta el fin de la Colonia. La Inquisición los creía descubrir con frecuencia y les atribuía creencias y conjuras.
A pesar de las prohibiciones y las persecuciones, la presencia de moriscos en el Nuevo Mundo se encuentra significativamente mencionada; Taboada cita: los cronistas del Perú, la obra en verso de Juan de Castellanos, la Crónica del Potosí de Arzáns de Orsúa y Vela, los archivos protocolares y los procesos de la Inquisición dan nombres y ejemplos; soldados, guardaespaldas, artesanos, esclavos, concubinas de origen morisco, que a veces llevan como sobrenombre la marca de su origen, practican sortilegios y curaciones o interpretan sueños, lo que ya en España era típico de su grupo. Taboada hace notar que también es posible que hubiera moriscas esclavas o libres llevadas a Indias para ejercer la prostitución, aunque también se habla de un morisco que llegó a cacique de un grupo de nativos de Venezuela, lo que debemos tener en cuenta al momento de considerar el carácter de ciertas sublevaciones y el atributo libertario y emancipatorio del morisco plasmado luego en el código de conducta de los criollos marginales, que el historiador argentino Hugo Chumbita ha dado en llamar bandoleros rurales.
Los moriscos que se aventuraban al Nuevo Mundo debían llegar con un permiso especial, que será sistemáticamente anulado a partir de 1578, lo que, a pesar de los datos suministrados por Taboada, nos puede permitir inferir erróneamente una escasa presencia morisca en América, como manifiestan, por ejemplo, el tribunal inquisitorial de Lima que entre 1570 y 1600 procesó a 78 criptojudíos y sólo a dos moriscos, o como en el virreinato de Méjico que los moriscos no son señalados como puntos neurálgicos, es decir, de consideración. Sin embargo hubo una serie de causas y factores que favorecieron una cierta invisibilidad del morisco en el Nuevo Mundo. La investigadora M. E. Sagarzazu enumera cuatro causas razonablemente posibles: 1) la frecuente inmigración ilegal; 2) la pobreza de informes y procesos encausados por la Inquisición del Nuevo Mundo; 3) el escaso número de criptomusulmanes que entre los moriscos llegaban, y 4) la falta de idoneidad de quienes debían detectar las herejías, entre las que figuraba el criptoislamismo. Dentro de los ingresos ilegales se incluyen náufragos, desertores y desterrados que dependiendo de las condiciones anteriores de vida acabaron encontrando en tierras americanas un lugar de delicias. La historiadora española R. Sánchez Rubio apunta que la compraventa de licencias permitió el paso de prohibidos a las Indias y la profesora portorriqueña Luce Lopez-Baralt, sobre la presencia morisca en Puerto Rico, acota lo siguiente: “ya sabemos que aunque el paso de moriscos y judeoconversos estaba prohibido, por lo dudoso de su ortodoxia, estas disposiciones se burlaron repetidamente. La presencia de descendientes de moriscos y aún de criptomusulmanes es, no cabe duda, una realidad documentada en los albores de nuestra historia nacional”. Esta afirmación sirve de conclusión a una investigación sobre la existencia de otros conversos de moro en la isla de Puerto Rico. Otro ejemplo notable lo aporta Rodríguez Molas en su Historia Social del Gaucho, cuando informa que a pesar de las estrictas disposiciones prohibiendo el ingreso de penitenciados por la Inquisición -moros y judíos, al igual que sus descendientes- una información de limpieza de sangre autorizándolo a hacerlo era lo más simple y fácil de obtener, y muchas veces, como ocurre con los acompañantes del colonizador español Juan Ortiz de Zárate, tampoco lo exigen. Rodríguez Molas dice que el hecho era tan corriente, tan popular, que hasta cierto personaje de una novela española del siglo XVII se burlaba de la disposición oficial con inusitado desparpajo: “Fácil negocio es eso... porque si hay en Sevilla testigos para decir mal quitando la fama, honra y crédito de quien no conocieron ni oyeron decir, mejor los hallará para decir y acreditar a quien se lo pague... Y yo, que tanto deseaba ver el Nuevo Mundo... salí de la posada en busca de algunos amigos para mi abono y nueva información, deparándome mi buena suerte cuatro que a pretender hábito de Alcántara, por sus dichos no lo perdiera (de obtener)” (Jerónimo de Alcalá, El donado hablador, en Novelistas posteriores a Cervantes, Madrid, 1946). Sobre la facilidad de obtener en expediente de limpieza de sangre Rodríguez Molas recuerda que fray José de Madrid, nieto del comerciante sefardí portugués Diego Luis de Lisboa, demuestra ser ‘cristiano viejo’ sin antecedentes judíos (en Palacio de Madrid, Archivo de la Real Capilla, Pruebas de Predicadores, legajo 7).
Sagarzazu apunta que otra vía de ingreso imposible de ser detectada la proporcionaban las naves sin licencia que transportaban a quien estuviera en condiciones de pagar el traslado, fueran o no prohibidos. Otra circunstancia que facilitó el paso de los moriscos a las colonias de América se infiere que las naves destinadas al Brasil y al Río de la Plata paraban en Canarias, y como hace notar el prof. Manuel Lobo Cabrera, estas islas habían quedado como la única porción del territorio español de la que los moriscos no fueron expulsados.
Ahora bien, existió un indudable rigor de carácter fundamentalista que consideró al morisco, por su ascendiente musulmán, como alguien de sangre impura, prohibida, lo que favoreció a la ilegalidad del mismo en el Nuevo Mundo. Sin embargo, la atribución de ilicitud e ilegalidad al ingreso de moriscos a América, no significa que los miembros de aquel colectivo tuviesen una inclinación a los actos delictivos, sino que era la consideración de que a ellos les estaba prohibido lo que a otros no, o que explícitamente llevaban un estilo de vida y costumbres censurados o mal vistos por los cristianos viejos. Estos aspectos convergen para crear una imagen negativa de algunos primitivos pobladores llegados de la Península, es decir, que no eran gente de buena estirpe. Por ejemplo, según los catálogos de Pasajeros a Indias, Ortiz de Zárate, luego de insistentes requerimientos y bandos, reúne aproximadamente trescientos voluntarios que según el decir del tesorero Montalvo eran la “escoria de Andalucía”, desplazados (prohibidos) a los que se agregan cientos de campesinos hambrientos y soldados sin esperanza... El cronista Fernández de Oviedo ya antes había escrito lo que luego se transformaría en tendencia general: “En aquellos principios si pasaba un hombre noble y de clara sangre, venían diez descomedidos y de otros linajes oscuros y bajos”. Juan Friede observa que de 13.000 pasajeros que emigran entre 1509 y 1550 sólo se mencionan a 36 hidalgos, es decir, de buena sangre (citado por Rodríguez Molas, pág 33).
En las colonias, la escasa capacidad de los agentes encargados en descubrir al cristiano nuevo de moros o de judíos, facilitó al morisco velar costumbres de ancestro musulmán, sobre todo la negativa de consumir carne porcina. Así mismo, como apunta Sagarzazu, el tipo de vida de muchos de los primeros españoles, al unirse con mujeres indígenas, fue rural, lo que a propósito de las costumbres los favorecía triplemente, ya que dentro del matrimonio era entonces el varón (un morisco, en este caso) el que a través de su supremacía como conquistador y como hombre imponía su voluntad y sus costumbres, y porque el alejamiento de los centros urbanos les permitía reproducir sin testigos las tradiciones que traía (costumbres más tarde encargadas de originar el código de conducta gauchesco, sobre todo en los criollos de la zona comprendida por lo que hoy es Argentina, Uruguay y sur de Brasil). El campo, entonces, resultó ser el ámbito propicio para que los moriscos encontraran la tranquilidad de una vida en relativa libertad. Los obispos deban la razón de no poder llegar a estos pobladores porque se encontraban diseminados en territorios demasiado extensos, razón que también conspiró contra la autoridad inquisitorial encargada de detectar a posibles criptomusulmanes. Así la marginalidad podía prosperar en las Indias con facilidad y, como dice Sagarzazu, ese fue el motivo por el que la clandestinidad ofreció un marco adecuado para obviar una presencia tan esquiva como la morisca en América. La ausencia de controles institucionales favoreció así un estado de cosas que sería aprovechado por quienes buscaban una grieta para escapar de una situación agobiante como en la que se encontraban los miembros de los colectivos marginalizados de la sociedad colonial española.
(continuará...)
Autor: Federico Mustafa Alassino
15/11/2018

miércoles, 7 de noviembre de 2018

El día que Ensenada casi desaparece

El día que Ensenada casi desaparece

Especiales 29 de septiembre de 2018 Por 
Hay un mito extendido en La Plata, Berisso y Ensenada: dice que si explota la refinería de YPF las tres ciudades quedarían hechas trizas en cuestión de segundos. Esa idea narrada a través de los años por grandes y chicos, sin lugar a dudas tiene su hito fundacional el 16 de Septiembre de 1955, cuando fuerzas militares anunciaron un bombardeo que estuvo a punto de reventarlo todo. Historia de éxodos familiares, y del Flaco Ortiz, quien perdió a su papá en aquellos días de grieta de veras. El misterioso cuadro de Perón, que resistió las bombas.

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Por Federico Tártara
“No habiendo terminado las hostilidades, puede producirse el bombardeo de las Destilerías de La Plata en cualquier momento. El comandante de las fuerzas de tarea N° 7 de las Fuerzas de Mar pide a los vecinos de la zona mantenerla desalojada para evitar pérdidas de vida, hasta nueva orden”, estas palabras provocaron un pánico tan grande que no solo los vecinos de Ensenada rajaron para La Plata en medio de la lluvia, sino que también se sumaron los de Berisso. Todos los medios de transporte fueron desbordados por las personas que finalmente desistieron y decidieron continuar a pie. Este fue el segundo éxodo-el 19 de Septiembre-, el primero se había dado apenas dos días antes cuando también se informó, aunque por radio, que “la población civil se alejara de las instalaciones de La Plata, ya que serían atacadas a las 13”.
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Más allá de los comunicados amenazantes y más que precisos en los horarios, el hecho de que ese misma mañana con unos pocos disparos certeros se habían destruido los depósitos petroleros en Mar del Plata y una larga columna de humo había despertado el pánico en la ciudad balnearia, las acciones eran contundentes para entender que las tropas militares estaban dispuestas a todo para acabar con el gobierno democrático del General Perón. También hubo combates en Sierra de la Ventana y Bahía Blanca, en Córdoba y en Curuzú Cuatiá. Además, el 16 de Junio del mismo año, en un hecho único en la historia de los enfrentamientos bélicos mundiales la propia aviación de un país bombardeo su plaza principal, causando más de 300 muertos y millares de heridos, entre ellos niños que se desplazaban en un trolebús.    
En Ensenada, las tropas pretendían en un principio llegar a la por demás simbólica Ciudad “Eva Perón”- hoy, La Plata- por eso en principio a la medianoche los contraalmirantes Isacc Rojas y Alberto Toranzo ocuparon la estación de trenes “Río Santiago”, pero las fuerzas leales, la policía de la Provincia de Buenos Aires y los vecinos de Ensenada, los detuvieron. Algunos hasta mencionan que participaron los estudiantes de la UES. Todo sucedía, ya el  viernes 17 de Septiembre de 1955, y luego, alrededor de las 10 de la mañana, ya empezaron los combates y el sobrevuelo de aviones por la zona.
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Los soldados se parapetaron en la Plaza de Manuel Belgrano, más precisamente sobre la calle La Merced, y en ese lugar se desató un tiroteo infernal. Se calcula que murieron 6 personas: 2 policías, 2 soldados del Regimiento 7, un trabajador ferroviario y un vecino, de un paro cardíaco. Sin embargo, por la intensidad de los combates siempre se estima que las víctimas fueron muchísimas más pero que el número fue borrado de la historia; así como esta historia de la que hace pocos años que se comenzó a investigar y difundir.
Durante esos días, pasó de todo: se juntaron en tan sólo un día 60 litros de sangre para donar a los posibles heridos, la Fragata Libertad tuvo su bautismo de fuego durante esa trágica jornada, ya que recibió un bombazo mientras estaba anclada a la espera de ser terminada en el astillero Río Santiago, y las poblaciones de Berisso y Ensenada en dos oportunidades marcharon al éxodo bajo una intensa lluvia. Por si los destacados fueran pocos, también aparecía el apellido Brown, integrando las tropas leales: era Izquierdo, familiar del héroe de la Batalla de Vuelta del Obligado.

El hombre del bienestar 

“A mi viejo lo mató una bomba”, dice Rodolfo “El Flaco” Ortiz y extiende el certificado de defunción donde en uno de los renglones se lee “muerto por esquirlas de bomba”. El hombre se queda en silencio, se mueve despacio por la carpeta de archivos que tiene en su notebook. Todo perfectamente indicado: fechas, años, y, por supuesto, razones. Vive, en Ensenada, a unos 200 metros de donde su papá perdió la vida.
Su vida fue una hasta el año 2007. Ahí, dijo basta al silencio que su familia le había impuesto a su historia familiar. Tenía, desde hacía décadas, una sola historia en su cabeza que le habían contado cuando él preguntaba, de niño, por su papá: “vino un avión, tiró una bomba y lo mató”.  
El Flaco continúa buceando en su carpeta y prende un video de su mamá que está en Youtube. Su mamá habla a cámara, muy dolida. “Es muy dolorosa recordar esto para mí”, dice. Su hijo le hace preguntas una y otra vez, sacándole sílaba por sílaba la historia de su familia, y la historia de un país también. Porque claro, la historia de un país es aquello que no se cuenta, también. “Ese día estábamos todos debajo de una mesa, con mi mamá y mis dos hermanos. Cayeron las bombas, y nosotros también estábamos debajo de colchones”.   
Tipo canoso, flaquísimo, con lentes al pecho. Ese es Ortiz, un hombre que está cortado entre 1955 y 1992. Todos los Ortiz son ferroviarios, cuatro generaciones. Con orgullo relata que fue uno de los líderes de la facción rebelde que protagonizó un paro de más de 40 días en el año 1992 y que cerró las medidas de fuerza con una mística movilización a Plaza de Mayo. La privatización avanzó igual, por las traiciones. Pero la facción quedó en la memoria histórica de lucha.  
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Ahora, Ortiz recorre el lugar donde sólo queda una casa de las históricas en pie. Las otras fueron barridas por un bombardeo criminal. Desde ahí señala el ingreso de las tropas desde el área militar al área civil. Extiende su brazo largo y señala las fechas de las placas que hay en uno de los rincones de la casa. Recorre la historia. “Tengo la historia de ese puente”, dice y esta vez y flanqueado por un sol de la siesta aparece el puente flotante ferroviario, una joya arquitectónica macerada por ingenieros británicos. Mi abuelo, Celedonio Ortiz, fue uno de los últimos que lo manejó.
Cuando se recorre la ciudad de Ensenada aparece una idea de que en este lugar ha pasado de todo. Podría haber sido una ciudad más, a las sombras de la gran metropolí, de sus edificios, de sus parques y jardines, pero el protagonismo, al igual que su homónima y vecina Berisso, aparece en el protagonismo de sus trabajadores y trabajadoras. “El ensenadazo” en el 2001 y las recientes luchas por la continuidad del Astillero “Río Santiago”, completan un mapa que se extiende hacia el futuro marcado por espíritus rebeldes y tozudos.  
Cada año, el padre del Flaco es homenajeado donde una bomba lo ultimara.

El cuadro de Perón

 “Una tía me contó el tema del cuadro de Perón, incluso antes de que yo encuentre la foto. Ella me decía que una vez que las bombas barren la cuadra, hay una casa donde queda el cuadro de Perón: ´se torció un poquito, pero ni las bombas pudieron con él´, decía mi tía”, cuenta el Flaco Ortiz.  
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La fotografía que acompaña la nota publicada por el diario “El Día”, narra el hecho inédito. Tiene un título: “Más allá de la destrucción sigue incolumne su figura” y un epígrafe:
“La circunstancia de que las bombas no hayan conseguido derrumbar la efigie del Conductor, parece significar una alegoría, en sentido de que vive siempre en el corazón de su pueblo”.   
En ese entonces, antes de la persecución y la proscripción que pasó los 18 años, era más que común los altares de Perón y Evita en cada cocina de la Argentina. Bueno, en el barrio “Campamento”, también existían.
La ex presidenta, Cristina Fernández de Kirchner también recuerda lo que le contaron de esos días, cuando vivía en 4 y 32, ciudad “Eva Perón”: “Mi abuelo trabajaba en un frigorífico en Ensenada y después trabajó, durante el gobierno peronista, como despachante de aduana. Le tocó estar en Río Santiago la noche que amenazaron con bombardear la destilería de YPF”, dijo en un acto en Ensenada, junto al Intendente Mario Secco.   
Y ahora hay más. “Ensenada, una memoria” de Leopoldo Brizuela, narra los hechos desde la óptica de la familia del escritor y “todo lo que escuchó de niño” y el documental “Ensenada 55”, en proceso, de Hugo Crexell, cuenta los sucesos desde la mirada de un aviador peronista, su padre.

Los hechos y los muertos

Todo sucedió en apenas una semana, del viernes al jueves. Los primeros que reciben “el alerta” de la sublevación de la Escuela Naval de Río Santiago es la Policía de la Provincia de Buenos Aires. El dato se lo pasa inteligencia militar. Son los primeros en llegar, y en los primeros enfrentamientos mueren dos policías:Juan Altamirano y Héctor Zenón Juárez. Durante la evacuación, el vecino Luis Ghidini sufre un paro cardíaco.
Luego, alrededor de las 15 hs, ya con las bombas, muere Rodolfo Celedonio “cholo” Ortiz, en la vereda de su casa del Barrio Campamento.  
Y una vez que llega el Regimiento de Infantería Número 7, en ese entonces con base en la plaza Islas Malvinas, perecen combatiendo los soldados y, también, obreros José Luis Vitali y Raúl Di Paolo, quienes a su vez eran grandes amigos. El primero de ellos trabajaba como tipografista en Diario El Día –el periódico publicó una sentida nota-, y el segundo en el Astillero Río Santiago.
La facción antiperonista movilizó los Barcos KING y MURATORE, que estuvieron listos para atacar el continente y las destilerías de YPF, pero al tiempo decidieron moverlos hacia Uruguay. Y desde allí regresaron victoriosos y con exiliados. 
El 19 de Septiembre de 1955, cerca del mediodía, renuncia el General Perón, mediante el envío de una misiva.   
13.55, el Teniente General Franklin Lucero lee por radio la carta de Perón. En ella, el General dice: "Yo que amo profundamente al pueblo, sufro un tremendo desgarramiento en mi alma presenciando su lucha y su martirio. No quisiera morir sin hacer el último intento por su tranquilidad y felicidad. Ante la amenaza de bombardeo de los bienes inestimables de la Nación y sus poblaciones inocentes, creo que nadie puede dejar de deponer intereses o pasiones". Luego, confusiones mediante, partirá hacia Paraguay.
17.45, Lucero renuncia. Y argumenta que tomó la decisión “cuando se amenazó con destruir con bombas la Ciudad de Buenos Aires y también las destilerías de Eva Perón”.
Al otro día la tapa del diario “La Prensa” lo dice todo: reunión de la junta militar. Ya el jueves asumen Lonardi y Rojas. El primer decreto que firma Lonardi, desde Córdoba, es el que les cambia el nombre a dos provincias. Eva Perón, vuelve a llamarse La Pampa, y Juan Domingo Perón pasa a llamarse Chaco.
Para no ser menos, el Almirante Issac Rojas toma una decisión gorila y proclama que el crucero “17 de Octubre” dejará de llamarse así para pasar a denominarse “Crucero General Belgrano”, que décadas más tarde será hundido por los ingleses en la Guerra de Malvinas. 
 “Mi viejo no se fue porque se quedó apoyando a los soldados. Era ferroviario y hablaba a La Plata, no se quiso ir porque decía que venía un tren con soldados desde La Plata. Al final el 7 de Infantería vino caminando”. Rodolfo Celedonio Ortiz tenía para ese entonces 36 años, amaba a su mujer y a sus dos hijos. Y murió defendiendo la democracia y a Perón, y su pueblo. 
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