viernes, 2 de junio de 2017

WETIKO, EL VIRUS PSICOESPIRITUAL QUE ESTÁ INFECTANDO A TODA LA HUMANIDAD

ALTERCULTURA

POR: PIJAMASURF - 01/20/2017
LOS NATIVOS AMERICANOS DESIGNAN LA ENFERMEDAD QUE PADECE LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL COMO WETIKO, LA MANIFESTACIÓN MALIGNA EGOICA QUE ESTÁ DESTRUYENDO NUESTRO PLANETA


Hay un término que puede ser muy relevante para lo que estamos viviendo como civilización: wetiko. Este término es usado por los indígenas nativos americanos (wetiko para los algonquin, windigo para los ojibwa) para describir la forma de pensamiento que se desarrolla entre personas que practican el canibalismo, como si fuera el virus mental del canibalismo. Se dice que este patógeno engaña a su huésped y lo hace creer que obtener la fuerza vital de los demás (plantas, animales, personas, etc.) es una forma lógica y racional de existir. En otras palabras es el virus del egoísmo, o lo que Paul Levy ha llamado en su libro Dispelling Wetiko “egofrenia”, el egoísmo intrínsecamente como una enfermedad que impide reconocer la realidad de que vivimos en un mundo interdependiente, que toda la vida tiene el mismo valor intrínseco y que en realidad no existimos como egos separados.


En su libro Colombus and Other Cannibals, el historiador de la cultura nativo americana Jack D. Forbes describe la creencia común entre comunidades indígenas de que los conquistadores europeos estaban crónicamente infectados de wetiko. “Trágicamente, la historia del mundo en los últimos 2 mil años es, en gran medida, la historia de la epidemiología de la enfermedad del wetiko”, escribe Forbes. “El canibalismo es el consumo de la vida de otra persona para el beneficio propio”. Puede que actualmente el canibalismo no ocurra de manera literal —aunque se podría argumentar que alimentarnos de animales es una forma de canibalismo— pero ocurre masivamente en la forma en la que se ejecuta nuestro sistema económico. Miles de millones de personas viven entregando su jornada, toda su fuerza vital, persiguiendo una ilusión, una fantasía ajena, y en el proceso entregando su riqueza a unos pocos. Podemos ver un canibalismo en la voluntad de poder de conquistar el mundo y explotar la naturaleza; en el sobreconsumo y en la extracción de todos los recursos con el fin de obtener más ganancias personales (una especie de vampirismo también de la fuerza vital del planeta). Todo esto se hace en nombre de la civilización, un argumento colectivo que es la más crasa hipocresía. Cuando le preguntaron a Gandhi qué pensaba de la civilización occidental, contestó: “Creo que sería una buena idea”. Una buena idea que pese a algunos intentos no ha logrado materializarse.


Al final de cuentas el egoísmo, o la egofrenia, es un canibalismo psíquico. Decimos que es una enfermedad espiritual o psicoespiritual porque centra toda la conciencia en una parte del cerebro e impide reconocer la profundidad de la mente (que no está constreñida sólo a un cuerpo, a la materia), es decir, se niega el aspecto espiritual del ser. “La civilización moderna padece un extremo dominio de los aspectos racionales e intelectuales de la mente, un desequilibrio que parece desconectarnos de la naturaleza, de la empatía y de nosotros mismos”, dice Levy.


Podemos creer que wetiko es sólo una forma, más o menos supersticiosa, de imaginar concretamente nuestro egoísmo. Pero es posible que aunque sea sólo una enfermedad mental pueda también contagiarse y replicarse en otras personas, como sugiere la teoría memética de Richard Dawkins. De cierta manera la información se comporta como un organismo vivo que busca perpetuarse, lo cual logra infectando a través de las ideas y el contenido mental (genes culturales) a otros organismos. Paul Levy sugiere que el wetiko opera como un virus mental que se esparce a través de nuestros puntos ciegos, de la mente subconsciente, y depende de nuestra propia ignorancia de lo que está sucediendo, es decir, de no ver que estamos siendo arrastrados por la importancia personal o la egofrenia.


Levy compara el wetiko con el concepto de la Prisión de Hierro Negro del escritor Philip K. Dick. En sus visiones gnósticas Dick notó que “estamos en un tipo de prisión pero no lo sabemos”. Debemos darnos cuenta de que estamos encerrados en una cárcel y que existe una especie de simulación, generada por nuestra propia mente (infectada por un agente patógeno, “un falsificador del espíritu”), que se superpone a la realidad. “La Prisión de Hierro Negro es una vasta y compleja forma de vida que se protege a sí misma induciendo una alucinación negativa”.


La Prisión de Hierro Negro se replica creando a través de nosotros microextensiones de ella misma, “extendiendo su pensamiento androide (la uniformidad) cada vez más”. A lo que Levy agrega: "el pensamiento androide, esto es, pensamiento grupal robótico mecanicista (sin creatividad programada en su sistema) es una de las cualidades de la mente tomada por wetiko”. La enfermedad opera produciendo un sentido de aislamiento e independencia, de que estamos solos aquí adentro y el mundo allá afuera es salvaje y hostil. “Wetiko nos distrae explotando nuestra tendencia habitual inconsciente a ver la fuente de nuestros problemas como algo externo a nosotros”. Dick había escrito también que creer que existe una realidad objetiva separada de la mente que la observa sería “un terrible error intelectual”. Esto es importante porque esta creencia en un mundo objetivo es la raíz de nuestra separación —lo que sustenta un mundo dividido entre un sujeto y sus objetos— y es también el alimento que mantiene corriendo el programa del ego como una realidad absoluta.


Philip K. Dick escribió: “A veces me parece que el planeta está bajo un hechizo. Estamos dormidos o en un trance”. Dick creía que un demiurgo que había querido reemplazar la creación original divina había producido un mundo falso, una realidad espuria —pero lo había creado a través de nosotros. El demonio se había infiltrado en nuestra propia mente, al punto de hacernos pensar que es nuestra mente. (En este sentido puede ser útil recordar la visión del budismo tántrico de que los demonios son en realidad sólo las aflicciones de nuestra propia mente que se proyectan hacia afuera).


Debido a que a final de cuentas el mundo es divino y perfecto, según Dick, el mismo demiurgo y su simulacro global —la Prisión de Hierro Negro o el mismo wetiko— son agentes de nuestra propia evolución, la enfermedad puede ser el detonador de un estadio de conciencia, de un reconocimiento de lo que es verdaderamente esencial en la vida. Se trata de descubrir que “hay un universo detrás del nuestro, oculto en su interior”. “El mundo no es sólo una falsificación, hay más: es una falsificación, pero debajo de ella yace otro mundo, y es ese otro mundo, ese mundo del Logos, que se filtra y rompe a través”. Dick dice que podemos acceder a ese mundo sin la necesidad de un sacerdote o intermediario. Para hacerlo debemos recordar (anamnesis) que nosotros no somos realmente egos en un cuerpo sino que nuestra naturaleza es la misma que la divinidad que hizo que se manifestara el universo en primer lugar, es decir que somos la totalidad. Es por ello que el camino —y Dick era un ferviente cristiano gnóstico— es liberarse de la importancia personal y no huir del sufrimiento consustancial del mundo, sino hacerlo sacrificio en la trascendencia del conocimiento de esta unidad divina. “Si es que existe la felicidad en el hombre, ésta viene de su renuncia voluntaria a su yo en favor de su participación en el destino de la unidad total”, escribió Dick. “El poder supremo de la compasión es el único poder capaz de resolver este laberinto”. Tenemos aquí una receta para escapar de la Prisión de Hierro Negro (de la Matrix) y al mismo tiempo curarnos de este virus llamado wetiko.


A fin de cuentas la noción de que somos egos o seres individuales separados del mundo es sólo un meme, quizás el meme más exitoso de la historia. Terence McKenna sugería que debíamos contrarrestar los efectos del egoísmo que estaba destruyendo el planeta esparciendo otros memes. En este sentido esparcir el meme de wetiko, es decir, hacer que nos demos cuenta de que padecemos esta enfermedad utilizando mecanismos de replicación de información, podría ser un poderoso remedio para tratar la psicosis colectiva que sufrimos.



lunes, 27 de marzo de 2017

ISLAM Y AL-ANDALUS

EL MITO DE LA INVASIÓN MUSULMANA: CONQUISTA Y RECONQUISTA, CUESTIONADAS. MIENTRAS EN TARIFA SE CONMEMORA LA LLEGADA DE TARIF IBN MALLIK HACE 1.300 AÑOS
Se recogen varios artículos que dudan de que se produjera una invasión y posterior conquista musulmana de la península Ibérica. Puede citarse, entre otros historiadores, a Carmina Fort, Dolors Bramon, Ignacio Olagüe, Emilio González Ferrín, ...
El reconocido hispanista Ian Gibson afirma rotundo, además, que la batalla de Covadonga es un puro mito. Con todo, y como quiera que en Tarifa se evoca estos días la llegada hace 700 años de Tarif ibn Mallik a dicha ciudad andaluza, nos hacemos eco de las actividades desarrolladas en torno alInicio de la invasión árabe , añadiendo, asimismo, el volumen que bajo ese título aporta las Fuentes documentales de la misma.La llegada del Islam a la península Ibérica, escrito que pone fin a esta selección de artículos, a pesar de que no llega a decantarse por ninguna de ambas hipótesis, sí concede más crédito al cuestionamiento de la posibilidad material y física de una invasión en el estricto sentido del término.
Arcos de herradura de la Mezquita de Córdoba [1 ] que, como a numerosos arqueólogos desde el siglo XIX, hicieron caer en la cuenta a Ignacio Olagüe que su abundante presencia, desde la península ibérica hasta el Loira en el estado francés, era muy anterior a la ’invasión’ de los musulmanes.
El mito de la invasión musulmana: Los árabes no conquistaron España en el siglo VIII
Carmina Fort, web islam, 13/04/2000
Algunos historiadores cuestionan la versión oficial según la cual el Islam se implantó violentamente en la península, después de una invasión árabe, en el año 711. Argumentan que el Islam ni se impuso ni era ajeno a los hispanos, que lo abrazaron libre y mayoritariamente. En su opinión, la imposición musulmana no fue tal. Se trató de un “invento” promovido por la Iglesia con objeto de encubrir su derrota ante los cristianos unitarios, seguidores del arrianismo que predicó Prisciliano.
¿Ocurrió la historia tal y como nos la han contado? ¿Es posible que, en el siglo VIII de nuestra era, un ejército musulmán cruzara el estrecho de Gibraltar, derrotara a las tropas visigodas y avanzara victorioso hasta el punto de llegar a someter a casi todo el territorio peninsular? ¿Un puñado de bereberes pudo someter a 20 millones de hispanos durante varios siglos? En contra de esta hipótesis tenemos el hecho de que los documentos de la época no contienen referencias a aquella terrible invasión que, de ser cierta, habría supuesto para los peninsulares todos los males inimaginables. Las primeras noticias no aparecen hasta las crónicas latinas y musulmanas del siglo IX, a seis generaciones (150 años) de los hechos que se relatan, cuando el Islam estaba ya firmemente arraigado en la península.
Algunos investigadores, tras comprobar que los musulmanes atribuían a sus correligionarios victorias imposibles y que los cristianos omitían consignar cualquier aspecto de lo que estaba sucediendo en su suelo, concluyen que el mito ha pervivido, contra toda lógica, porque ha interesado mantenerlo. Entre los musulmanes, porque les proporcionaba una pátina de gloria; entre los cristianos ortodoxos, porque encubría ante su propio pueblo lo que en realidad fue un fracaso social y religioso.
La guerra civil que estalló en la Península Ibérica a principios del siglo VIII , explicada como conflicto político y disfrazada más tarde como invasión de potencia extranjera, tuvo su auténtico origen en unos hechos que se remontan a cuatro siglos antes, al enfrentamiento producido entre dos corrientes cristianas: los unitarios o arrianos, que negaban que el Hijo fuera igual al Padre –según premisa, Jesús no era Dios– y los trinitarios, adheridos al dogma predicado por san Pablo, que mantenían que hay tres personas distintas –Padre, Hijo y Espíritu Santo- en un solo Dios verdadero.
Por tanto, para aproximarnos a la verdad de los que sucedió realmente en el año 711, cuando un contingente de guerreros del norte de África, entre los que predominaban los bereberes, cruza el estrecho de Gibraltar, derrota a las tropas visigodas lideradas por Don Rodrigo y se establecen en la Península Ibérica, tendremos que remontarnos al siglo IV.
En el año 325, el emperador Constantino acababa de convocar un concilio en Nicea para zanjar las disputas teológicas que estaban perjudicando al imperio. Fue una fecha crucial, porqu el dogma de la Trinidad se impuso y se incluyó en la religión oficial, mientras que se reafirmaba la excomunión del obispo alejandrino Arrio, que murió en el 336, el día anterior al fijado por el emperador para obligarle a reconciliarse con la Iglesia. Un siglo después, su mensaje obtuvo un eco imprevisible.
El martirio de Prisciliano
Las ideas que Arrio había predicado en Oriente fueron propagadas por Prisciliano en la Península Ibérica y en el sur de la Galia. Este controvertido personaje nació en el seno de una familia senatorial en el 340 –se cree que en Galicia- y comenzó su predicación hacia el 370. Era un hombre culto, ascético, vegetariano y que no hacía distinción entre los hombres y mujeres en cuestión de nombramientos relacionados con el culto, unos principios que retomarán siglos después los cátaros.
Los libros de Arrio fueron quemados y apenas quedan obras de Prisciliano. De los signos externos y sacramentos del arrianismo sólo se sabe, por referencias de sus enemigos, el empleo de alguna forma de tonsura y que el bautismo se realizaba mediante tres inmersiones, quizá en correspondencia con la trilogía <> o <>. Prisciliano tuvo que soportar durante toda su vida pública el acoso teológico y personal de los obispos trinitarias, temerosos de su creciente influencia entre el clero y la población. El último acto de esta historia tuvo lugar en el año 385 en la ciudad de Tréveris, donde el emperador Máximo le hizo acudir para que se defendiera de la acusación de hechicería lanzada por sus adversarios. Hubo un juicio, viciado por intereses clericales e imperiales, y una condena: a Prisciliano le cortaron la cabeza. Fue el primer hereje que sufrió pena de muerte. Curiosamente, el propio emperador Máximo fue ejecutado tres años después por orden de Teodosio.
Unamuno sugiere que quien está enterrado en Compostela no es el Apóstol Santiago, sino Prisciliano, lo cual daría idea de la extensión e importancia que alcanzaron sus doctrinas. Lo cierto es que su ejecución afianzaría el arrianismo en el país. Por otra parte, hacia el año 460 tomó el poder en la península el monarca godo Eurico, quien se convirtió a la fe arriana y truncó así las ambiciones de los que no habían dudado en matar a Prisciliano con tal de acabar con sus ideas.
La abjuración de Recaredo
En el año 587, el rey godo Recaredo se alió con los trinitarios por conveniencias políticas y, en nombre propio y en el de todo su pueblo, abjuró del arrianismo que habían practicado los anteriores monarcas godos. Se prohibió el culto arriano y se iniciaron brutales persecuciones contra sus seguidores y también contra los judíos, quienes hasta entonces habían practicado su religión libremente. Los arrianos de la península y del sur de Francia se sublevaron y tuvieron que soportar durante el siglo siguiente robos, violaciones, asesinatos y reducción a la esclavitud, perpetrados por elementos de la oligarquía goda y del propio clero.
La tensión se rebajó cuando el rey godo Vitiza subió al trono en el 702 y comenzó a deshacer los entuertos de sus antecesores: declaró una amnistía contra los perseguidos y les restituyó sus bienes; detuvo las medidas hostiles contra los judíos y convocó el XVIII concilio de Toledo, cuyas actas, sospechosamente, se han perdido. El grueso de los historiadores opina que fueron destruidas porque eran contrarias al Cristianismo ortodoxo romano. A la muerte de Vitiza, en torno al año 709, todo cambió. La nobleza y los obispos impidieron que su hijo Achila, que era menos de edad, ocupara el trono, y eligieron en su lugar al que la historia ha conocido como Don Rodrigo, un jefe militar afín a sus intereses. Estalló entonces una guerra civil entre los partidarios de éste, probablemente seguidores del Cristianismo establecido, y quienes apoyaban a los sucesores de Vitiza, más comprometidos con las creencias unitarias o arrianas, que veían en Don Rodrigo a un usurpador del trono visigodo.
Al mando de la Bética estaba Rechesindo, el antiguo tutor del hijo de Vitiza. Rodrigo lo mató en una escaramuza y entró en Sevilla sin oposición. Entonces los partidarios de la estirpe de Vitiza, los debilitados unitarios, pidieron ayuda a su correligionario Taric, gobernador de la provincia visigótica de Tingitana (la actual Tánger), en el norte de Marruecos, que había sido nombrado por Vitiza y con cuyo reinado mantenía estrechas relaciones comerciales. Taric era, probablemente, de raza goda, como apunta la sílaba <>, hijo en lengua germánica. Uno de los jefes militares era Yulián, de origen romano, a quien la leyenda de la invasión convirtió en el traidorconde Don Julián. Taric cruzó el estrecho con guerreros de diversas etnias, integrados en la causa unitaria, entre los que abundaban los bereberes. La presencia de estas tropas no provocó una especial reacción entre la población autóctona, ya que la petición de auxilio a fuerzas extranjeras era una práctica muy corriente en Hispania. Los judíos, que habían sido ferozmente perseguidos por los monarcas godos después de que éstos abandonaran la fe arriana, acogieron favorablemente a los recién llegados.
Los expertos subrayan que sólo un estado puede organizar una invasión militar. Y no existe entonces un imperio arábigo, sino tribus y pequeños caudillos frecuentemente enfrentados entre sí y carentes de gobierno, administración y ejército.
Según el historiados Ignacio Olagüe, <>. Lo que no se podía decir, o lo ignoraba el cronista, era que los godos luchaban contra la masa del pueblo, contraria a la oligarquía dominante.
La Mesa de Salomón
Suponiendo que la batalla de Guadalete no hubiera sido una ficción, el número de fuerzas que intervino tuvo que ser más modesto de lo que se ha contado, y bastante menos la trascendencia militar que se le atribuye. Se dice que Rodrigo murió en la batalla, pero es más probable que fuera expulsado de Andalucía y buscara refugio en Lusitania, donde pudo haber fundado su propio reino, ya que existía en Viseu una sepultura con la inscripción <>, que todavía se conservaba en el siglo XVIII en la iglesia de San Miguel de Fetal, según el abate Antonio Calvalho da Costa en su Corografía portuguesa.
Entre los hechos increíbles que relatan diferentes textos, encontramos en la crónica bereber Ajbar Machmua un relato curioso. El caudillo árabe Muza, envidioso del éxito obtenido por su lugarteniente Taric en la batalla de Guadalete frente a Rodrigo, embarca a su vez hacia la península con 18.000 guerreros y se enfrenta con Taric por la posesión de una mesa que habría sido de Salomón y que estaba entre el tesoro real godo en Toledo. Como ninguno cedía en sus pretensiones, fueron a Damasco para que el Califa Suleyman se pronunciara a favor de uno u otro. Lo que no sabemos es cuál de los dos se hizo con el preciado objeto, pero el caso es que ninguno de ellos volvió a la península, donde dejaron abandonados a sus 25.000 hombres entre una población hispana calculada en unos 20 millones. Lo que sí vuelve a aparecer en otros documentos es la referencia a la mágica mesa, que contendría el secreto del nombre de Dios.
Dos cronistas árabes se refieren a ella. Al-Macin escribe que <>. Su colega, Al-Makkara, le contradice: <>.
Y debe de tener razón, porque de esta mesa dice la Biblia que estaba hecha de madera de acacia y cubierta de oro puro, sin plata ni perlas.
La polémica se remonta al año 70 de nuestra era, cuando el emperador Tito destruyó el templo de Jerusalem y trasladó a Roma sus tesoros. La mesa de Salomón fue depositada primero en el templo de Júpiter capitolio y luego en el palacio de los césares. Los godos, a su vez, saquearon Roma en el 410 y se llevaron las sagradas reliquias judías a Carcasona. En el siglo siguiente, Teodorico el Grande, rey de los godos de Italia y garante de la regencia de Amalarico, salvó a Carcasona del ataque de los francos y decidió guardar el tesoro en la ciudad de Rávena, que ofrecía mayor seguridad. Cuando los godos recuperaron el control de la región, Amalarico, ya rey, reclamó su devolución. Se ignora si fue obedecido.
Este relato que nos hace el historiador Procopio constituye la última noticia que se tiene del tesoro del templo de Jerusalem. No lo encontraron los francos en Narbona, ni los árabes al conquistar Carcasona, ya que un botín de tal valor simbólico se habría reflejado en sus crónicas, que incluyen cuidadosos recuentos de las piezas obtenidas.
En Carcasona se desecó en 1803 un pozo en el que se sospechaba que dormía el tesoro godo. La búsqueda fue infructuosa, pero volvió a intentarse años más tarde, con el mismo resultado.
Pero, regresando de nuevo al siglo IX, veremos que los musulmanes llevaban 140 años en la península, tenían desde hacía un siglo la capital del reino en Córdoba, la más importante y refinada ciudad de Occidente por entonces, con un millón de habitantes, y es evidente que no habían forzado la conversión masiva de indefensos cristianos, ni siquiera hacían proselitismo de su fe ni alardes de su culto. ¿Qué fe seguían entonces los andaluces? Lo más probable es que se tratara del arrianismo tradicional, en discreta evolución hacia el islamismo, que la mayoría de la población acabaría abrazando, igual que adoptó paulatinamente la lengua árabe en sustitución del latín. No hubo imposición, sino lenta seducción. Y no se trataba de una fe extranjera. Asín Palacios y otros arabistas mantienen que el islamismo es una suma de creencias o sincretismo, que tiene en su base lo arriano y lo judaico. Se comprende el respeto de los musulmanes hacia las <>, con las que comparten lo esencial: el sometimiento a un solo Dios con el que pueden comunicarse directamente y desde cualquier lugar.
Incluso los investigadores que respaldan la teoría de la invasión juzgan extraño que un puñado de árabes pudiera influir tan profunda e inmediatamente en 20 millones de hispanos. El historiador Olagüe sintetiza su perplejidad en tono irónico: <>
Se ha querido transmitir la idea de que España era poco menos que un erial artístico e intelectual hasta que la fecundó el Islam. Sin embargo, el historiador Bonilla San Martín apunta que <>. De hecho, los estudiosos mantienen que el arte arábigo fue una prolongación del íbero y del visigótico.
El árabe no empieza a generalizarse por escrito en España hasta la segunda mitad del siglo IX. Es entonces cuando florecen las ciencias, la filosofía y la poesía. La rica lengua árabe es el instrumento; el genio lo aportan aquellos que vivían ya en Al-Andalus y los que llegaron como invitados, tanto del mundo islámico como del cristiano, sin distinción de etnias. No obstante, innovaciones arquitectónicas como el arco de herradura no son una aportación arábiga; éste existía en Oriente y puede verse en varias construcciones de España y Francia anteriores al Islam. Tampoco parece obra suya la mezquita de Córdoba, ni nació mezquita. Este templo, bosque de columnas, es incompatible con el culto musulmán y con el cristiano, ya que ambos exigen espacios diáfanos para seguir al oficiante.
En suma, demasiadas incógnitas a la hora de analizar un periodo que fue trascendental para la posterior evolución de la sociedad española y que la historiografía oficial ha catalogado, de forma excesivamente parcial y simplista, como una invasión y una conquista.
El emir de los ojos azules
Se cuenta que Abd al-Rahmán, primer emir de Al-Andalus, que unificó el país bajo su mandato y fijó su capital en Córdoba, en cuya mezquita se hizo entronizar en el año 755, era el único superviviente de la destacadísima familia Omeya, exterminada por los abasíes. Las crónicas musulmanas lo llaman El Emigrado, extraño apodo cuando todos los árabes de España eran igualmente emigrados. No se sabe cómo llegó aquel joven a la península ni cómo adquirió su elevada condición, que defendió con las armas los 30 últimos años de su vida. Aunque era de puro origen semita, la descripción que de él se hace corresponde a un germano: alto, de piel blanca, pelirrojo y de ojos azules, características físicas que heredarían sus descendientes. Ibn Hazam de Córdoba habla de ello en su obraEl Collar de la paloma , escrita hacia el año 1030: <>.
El padre de Ibn Hazam, visir del califa Omeya Hisam II, destronado por Almanzor, defendió siempre el derecho divino de los Omeyas al trono. Ese y otros aspectos ofrecen un curioso paralelismo con la estirpe de los merovingios, también tenida por sagrada. Los merovingios pertenecían a la tribu de los sicambros, aunque ellos se consideraban descendient4s de Troya. Su último rey, Dagoberto II, fue asesinado en el año 679. El autor directo o instigador fue su mayordomo, Pipino de Heristal, que procuró exterminar a los descendientes de su rey. Pero se dice que, hubo un superviviente, el príncipe Sigisberto IV, nacido en el año 676. El nombre de Dagoberto II fue excluido de la historia de Francia para encubrir otra fechoría: la iglesia había logrado la conversión del poderoso rey merovingio Clodoveo en el año 496 a cambio de un pacto que lo ataba a él y a su estirpe a perpetuidad. El pacto fue vergonzosamente traicionado al reconocer la Iglesia a la dinastía nacida de los crímenes de aquel mayordomo, cuyo descendiente más famoso fue el emperador Carlomagno .
De Sigisbetrto IV nada se sabe. Puede que aún viviera cuando Abd al-Rahman guerreaba en Al-Andalus, que incluía parte del sur de Francia. Diversos historiadores afirman que Abd al-Rahman no descendía de los Omeyas, Esta ascendencia habría sido un invención posterior para legitimar la dinastía en España. ¿De quién descendía entonces El Emigrado y de donde llegó en realidad? La ficción genealógica tiene dos causas que a veces coinciden: ocultar la verdadera identidad o ennoblecerse. En aquella época se alteraban los apellidos o se amañaban escudos. Cualquier engaño valía con tal de parecer hidalgo, hijo de godo. O todo lo contrario, porque en la España islámica la manía genealógica era tomar apellidos que enraizaran con el Profeta o sus familiares, como prueba de pureza étnica y religiosa. Emilio García Gómez sugiere que el poeta Ibn Hazam era un cristiano convertido al Islam. Traductores de Ibn Arabi, considerado por los musulmanes como el maestro de maestros, sospechan que le inventaron a posteriori apellidos nobles para encubrir que no era árabe. Hay quien dice que en vida se llamaba Jalil ha-Arabi: Amigo de los Árabes. En Al-Andalus, con el cambio de cultura y de idioma, la confusión, intencionada o no, resultaba inevitable. Así, podemos encontrar autores hebreos citados en las crónicas latinas con nombres cristianos y nombres cristianos arabizados en las crónicas musulmanas.
La reconquista otro mito
<>. Con esta frase zanjaOrtega y Gassetla cuestión en suEspaña invertebrada. Tampoco duró seis siglos el intento.Menéndez Pidalescribe enRealismo de la epopeya española, que este ideal de la reconquista aún no había cuajado en el siglo XIII en la mente de los caudillos norteños. <>, concluye nuestro erudito historiador.
Mas información
·La revolución islámica en Occidente . Ignacio Olagüe. Publicaciones de la Fundación j. March – Editorial Guadarrama. Madrid 1985.
·El enigma de la Mesa de Salomón . Juan Eslava Galán. Editorial Osuna, Granada 1998.
Fuente: Web Islam

Dolors Bramon, historiadora de la Universidad de Barcelona, señala que la llegada de los musulmanes a España en el siglo VIII no fue una conquista
Andalusíes - 11/11/2007 EFE
La historiadora de la Universidad de Barcelona Dolors Bramon considera que el proceso de islamización del siglo VIII ’nunca fue una conquista ’, puesto que la población autóctona, que era una inmensa mayoría, ’se animó y se unió a aquella cultura entonces superior’.
En una entrevista concedida a Efe , Bramon, que ha participado recientemente en unas jornadas sobre ’El Islam y el hecho nacional en Cataluña’, sostiene que ’cuando llegan los árabes en el siglo VIII la proporción es tan desigual, que sin contar con la colaboración de la población que vivía en el territorio no habría podido triunfar el Islam’.
Para la historiadora, ’no hubo ni conquista, ni después reconquista, sino que vino una gente con una cultura entonces superior y la gente de aquí se animó y se sumó, no sólo desde un punto de vista cultural, sino también religioso ’.
La "gloriosa" caballería árabe invade España
"El Mito Necesario"
"La Revolución Islámica en Occidente " Ignacio Olagüe
Luis Alberto Conget Betore, Webislam, 12/06/2006
La invasión de España por tropas árabes que cruzaron el estrecho de Gibraltar al mando de Taric en el año 711, sometiendo a sangre y fuego a la indefensa población hispánica en tan sólo tres años, es una gran mentira, un gran “mito necesario ” que interesó fomentar tanto a musulmanes como a cristianos trinitarios, muchos años después de esta fecha, para legitimar su posición de poder, en el caso de los primeros y la invasión de los deseados territorios enemigos, en el caso de los segundos. Al menos, eso es lo que intenta demostrar el investigador español Ignacio Olagüe en su obra “La Revolución Islámica en Occidente”. Obra escrita antes de 1966 que tuvo muchos problemas para ser editada y que fue prohibida durante décadas en España.
Para intentar demostrar los hechos, Olagüe utiliza muchos argumentos que van confluyendo, como en un discurrir inevitable, hasta dar luz a la historia y desbaratar, aparentemente, la leyenda. Los argumentos empleados son muy variados y dan una gran sensación de equilibrio histórico a la investigación: el cambio climático, las hambrunas, las diferentes formas de entender el cristianismo en el mundo preislámico, el concepto de idea-fuerza, la religión como factor de poder en manos de los reyes y de los obispos de turno, la falta de conciencia de que el Islam era una religión nueva, sino más bien una variante del cristianismo unitario, la descomposición social del momento, las manifestaciones artísticas, etc.
A mi juicio, y creo que muchos, musulmanes o no, comparten mi opinión, nunca ha sido bien valorado este periodo histórico, no sólo como una parte esencial de nuestra historia, sino como una de las más brillantes. Especialmente desde el punto de vista cultural, que no es poco. Pienso que nunca hubo, ni antes ni después, tantas luces como las habidas en aquella época del Islam hispánico que sacó a nuestro país de la oscuridad y los miedos de la edad media, mientras el resto de Europa permanecía sumergida en ellos durante siglos hasta el renacimiento.
En realidad, cuando Ignacio Olagüe comenzó su investigación, tampoco creía que lo que iba a estudiar era un momento especialmente diferente de lo que se afirmaba, y aún hoy se afirma, en los estudios de la historia más académica. No pensaba en absoluto realizar una investigación tan crítica de aquel fundamental, apasionante y extenso capítulo de la historia de España, si no fuera porque hizo algún pequeño “ descubrimiento ” que le llevó a pensar que si tenía que ser consecuente con lo que había destapado, esto le obligaría, como poco, a replantearse hechos fundamentales que podrían cambiar la visión tradicional de este periodo y especialmente de sus primeros siglos.
En una visita a la Mezquita de Córdoba, Olagüe cae en la cuenta de que ya en el siglo XIX arqueólogos españoles que restauraban iglesias perdidas descubrieron que una iglesia de Baños de Cerrato en Venta de Baños que había sido dedicada a san Juan Bautista y que fue construida por Recesvinto en 661, mucho antes de la pretendida invasión árabe de 711 “... poseía soberbios arcos de herradura. Pronto se los encontró por toda la península, algunos tan bellos como los cordobeses y ... no eran musulmanes. Se los ha hallado hasta en Francia, a orillas del Loira, que de acuerdo con la tradición jamás alcanzaron los árabes. En fin, se averiguaba en nuestros días que habían existido arcos de herradura en fechas anteriores a nuestra evolución desde aquellos tiempos remotos hasta su magna florescencia bajo los califas cordobeses.
Uno de los mitos de la historia occidental se venía abajo. El arco de herradura, cuyas curvas inverosímiles habían permitido las más extraordinarias extravagancias, no había sido traído de Oriente por los árabes invasores ...”
El libro comienza avisándonos de una “sospecha ”, un indicio que inevitablemente genera una pregunta, un “por qué” y este es el que se produce cuando el investigador advierte que existe un silencio documental de doscientos años en lo que hace referencia a la teórica invasión. Cuando este silencio desaparece, no lo hace de la mano de unas crónicas fiables sino de relatos fabulosos bereberes de los siglos X y XI y los árabes posteriores en el lado musulmán; del lado cristiano es en el Siglo IX cuando aparecen relatos “maravillosos”. No es hasta siglo y medio después de la pretendida invasión, en el momento en que los cristianos trinitarios comienzan a tener conciencia de que la general conversión al Islam de los españoles unitarios representa una amenaza para sus intereses, cuando aparecen estas crónicas fabulosas que vienen como anillo al dedo para crear el “mito necesario”. En el otro lado sucede algo parecido, sólo que es a partir de la invasión Almorávide cuando se revisan estos relatos y se calcan de las fábulas épicas de la también supuesta conquista de Egipto por las “gloriosas” tropas árabes, para coincidir en la necesidad de la leyenda. En este caso el objetivo era fundamentar la legitimación del emirato o del califato en el que su más alto dignatario tenía que descender “imperiosamente” del Profeta a través de una línea muy directa, la dinastía Omeya, aprovechando para ello la leyenda que cuenta la llegada a Hispania del único miembro de los Omeyas que se libró del asesinato por parte de la nueva dinastía reinante, los Abbasies.
“Época fecunda para el novelador y el poeta, pero que es una laguna en los anales de la península », escribía Dozy en sus Recherches; pues, «desde el reinado de Vamba hasta el de Alfonso III de León, ni los cristianos del Norte, ni los árabes y mozárabes del Mediodía escribieron nada que conozcamos»” (Saavedra).
“Durante diez siglos , nos dice Louis Bréhier, historiador renombrado del Imperio Bizantino, de Procopio (siglo V) a Phrantzes (siglo XV) con la ayuda de una serie de crónicas, de historias políticas, de biografías, de memorias conservadas en numerosos y excelentes códices, nada ignoramos de la historia de Bizancio. Cada siglo ha producido una crónica y un historiador. Sólo existe un vacío desde el fin del siglo VII hasta el principio del IX, período de las invasiones árabes y de las luchas iconoclastas. Se han perdido las crónicas de esta época, pero nos dan obras posteriores la substancia de los acontecimientos”.
"La batalla de Covadonga es un puro mito", señala Gibson.
Aquellos musulmanes eran tan españoles como los cristianos, llevaban aquí casi mil años.
Andalusíes - 23/12/2006, Redacción Webislam

Ian Gibson
En una entrevista concedida el pasado 17 de diciembre a Rafael Sarralde, del periódico asturiano La Nueva España , el conocido historiador y autor británico Ian Gibson ha señalado que en España continúan existiendo desgraciadamente mitos sobre la esencia de España y que las nuevas investigaciones historiográficas discrepan radicalmente con estos mitos oficiales que se han enseñado en las escuelas y universidades durante mucho tiempo. Entre estos mitos Gibson cita la Batalla de Covadonga: "No hablo de mitos. No es mi tema de investigación. Y Covadonga, como Santiago, es puro mito. Aunque no soy historiador profesional, tengo mis ideas y abogo por la España mestiza, como Américo Castro. La España auténtica es la de la mezcla de culturas, genes y religiones”, señala Gibson.
Con respecto a Al Andalus , Gibson señala que “los españoles tuvieron una civilización única en el mundo y han pasado por encima de ella. Me parece alucinante que teniendo un idioma con 4.000 palabras árabes en su léxico no se enseñen ni los rudimentos más básicos del árabe en la escuela. ¿Por qué? ... Cuando alguien dice que los musulmanes no eran españoles y que había que echarlos de la Península estás oyendo el punto de vista de un dogmático porque aquellos musulmanes eran tan españoles como los cristianos. Llevaban aquí casi mil años”.
Entre las causas de esta negación del pasado, Gibson cita la actitud de algunos sectores ultraconservadores de la Iglesia Católica: “Existe una negación profunda del pasado. Aquí hemos tenido una Iglesia rancia y dogmática. Cañizares y Rouco son muy fachas. Yo aprecio más el talante y el discurso de Ricardo Blázquez. ¿Por qué la Iglesia no puede ser más afable y menos agresiva? ”.
Fuente: Webislam
González Ferrín niega la invasión islámica del año 711 en "Historia general de Al Ándalus"
"Hubo una España de una sola cultura con tres religiones", afirma el arabista
Santiago Belausteguigoitia - Fuente: Webislam, 21/11/2006

Emilio González Ferrín
Emilio González Ferrín niega que hubiera invasión islámica en 711 en su libro Historia general de Al Ándalus , que ha publicado recientemente Almuzara: "No hubo invasión islámica en la península Ibérica. En el año 711 no estaban codificados ni el Corán ni ninguna tradición islámica", afirma González Ferrín, que dirige el Departamento de Filologías Integradas en la Universidad de Sevilla. "A la lengua árabe le faltaban 100 años para ser una lengua internacional. Quien quiera que entrase en la península Ibérica ni era musulmán ni hablaba árabe", resume el autor.
González Ferrín abordó la escritura de este libro de más de 600 páginas porque "era una cuestión de justicia. ¡Hay tanta morralla sobre la interpretación de lo árabe! Desde la especialidad había que hacer una obra divulgativa ", comenta el autor, que ha sido profesor invitado en las universidades de El Cairo, Ammán y Damasco.
"Desde 711 hasta 756 son años de guerra civil. Hubo una cantonalización de la península. El norte va por un lado; Levante, por otro; Portugal, por otro. España sufre una hambruna y una guerra civil generalizada a la que se incorporan tropas del norte de África que no son árabes ni bereberes, sino púnicos, visigodos, vándalos y bizantinos ", relata el autor. "En esta guerra civil, grosso modo, los contendientes son los partidarios de (los reyes visigodos) Witiza y Rodrigo. Los hijos de Witiza mantienen el control en las ciudades", explica González Ferrín.
El libro niega la invasión islámica y niega también la Reconquista. "Ya decía Ortega y Gasset que una Reconquista que dura 800 años es demasiado larga para llamarla Reconquista. La historia no avanza a telonazos. Si no hubo una conquista, ¿dónde queda Al-Ándalus? Al-Ándalus es un primer renacimiento europeo, es un producto genuinamente europeo. En el siglo XIII, Averroes es prohibido en la Sorbona, en París, no en El Cairo, donde no se le leía. Todos los que llamamos judíos andalusíes escribían en árabe ", añade González Ferrín.
"Al-Ándalus se filtra y esa filtración produce elementos esenciales para el Renacimiento español. El erasmismo español es una filtración de Al-Ándalus. El erasmismo aboga por una menor formalidad litúrgica y más contenidos ", comenta.
Complejo
"Hay una lectura contemporánea. Es que tenemos un complejo de ser españoles. La negación de Al-Ándalus es un componente más de nuestro complejo de ser españoles ", señala el arabista. "A partir del año 1000, con el ’Libro del Apocalipsis’ del Beato de Liébana y el descubrimiento de los supuestos restos de Santiago, se empieza a generar una ideologización de la religión. La península se parte en dos con un espejo: hacia Oriente, la peregrinación a La Meca; y hacia Occidente, la peregrinación a Santiago. Se convierte la religión en ideología", dice González Ferrín.
"El libro sigue a Américo Castro en el sentido de que tenemos que habitar nuestra historia. No se entiende Al-Ándalus sin Valencia, Zaragoza y Toledo. Al-Ándalus es un primer renacimiento europeo, pero como está escrito en árabe, los europeos no lo reconocen como tal ", añade.
González Ferrín elogia la fertilidad del debate entre los historiadores Sánchez Albornoz y Américo Castro . " Juan Goytisolo dijo que los españoles somos europeos en más por el hecho de llevar a Al-Ándalus en nuestras venas. La matización que hago a Américo Castro es que no hubo una España de tres culturas, sino que hubo una España de una sola cultura con tres religiones. Y esa cultura andalusí fue la cima de Europa ", dice el autor.
"Al-Ándalus viene del griego ’Atlantis’. Platón situó aquí la Atlántida. Lo mismo que Sefarad viene del ’Jardín de las Hespérides’. Al-Ándalus y Sefarad son los paraísos perdidos de la cultura grecolatina, no de mitos beduinos o árabes. El islam en el Medievo hereda a Roma. No la sustituye, sino que la hereda ", concluye González Ferrín.
Fuente: Webislam
La invasión que nunca existió
proyectopv.org - Fuente: RTV Continente (Chile) - 09/04/2005
Algunos historiadores cuestionan de forma creciente la versión tradicional católica según la cual el Islam se implantó violentamente en la península, después de una invasión árabe, en el año 711. Estos historiadores argumentan que el Islam ni se impuso ni era ajeno a los hispanos, que lo abrazaron libre y mayoritariamente . En realidad, la tesis de la imposición fue una "conspiración" promovida por la Iglesia con objeto de encubrir su derrota ante los cristianos unitarios, seguidores del arrianismo que predicó Prisciliano.
¿Ocurrió la historia tal y como nos la han contado? ¿Es posible que, en el siglo VIII de nuestra era, un ejército musulmán cruzara el estrecho de Gibraltar, derrotara a las tropas visigodas y avanzara victorioso hasta el punto de llegar a someter a casi todo el territorio peninsular? ¿Un puñado de bereberes pudo someter a 20 millones de hispanos durante varios siglos? En contra de esta hipótesis tenemos el hecho de que los documentos de la época no contienen referencias a aquella terrible invasión que, de ser cierta, habría supuesto para los peninsulares todos los males imaginables . Las primeras noticias no aparecen hasta las crónicas latinas y musulmanas del siglo IX, a seis generaciones (ciento cincuenta años) de los hechos que se relatan, cuando el Islam estaba ya firmemente arraigado en la península.
Algunos investigadores, tras que los cristianos omitían consignar cualquier aspecto de lo que estaba sucediendo en su suelo, concluyen que el mito ha pervivido, contra toda lógica, porque a los católicos les ha interesado mantenerlo, porque encubría ante su propio pueblo lo que en realidad fue su fracaso social y religioso .
"Inicio de la invasión árabe de España. Fuentes documentales", Selección de los textos y notas por Wenceslao Segura González, Al Qantir. Monografías y Documentos sobre la Historia de Tarifa, Editora Tarifeña, 142 páginas, nº 10, año 2010
Se celebran actos en conmemoración del desembarco musulmán en España
En la ciudad de Tarifa continúan organizándose los actos en recuerdo del XIII centenario del desembarco de Tarif ibn Mallik
Wenceslao Segura González - Fuente: Envío público WI - 07/08/2010
Una conferencia con el título de "Tarif ibn Mallik: su vida y su obra" ha sido el último acto organizado en Tarifa en conmemoración del desembarco musulmán que tuvo lugar precisamente por esta población del sur de Andalucía.
La conferencia fue pronunciada por el especialista en Historia Medieval Wenceslao Segura , que hizo un detallado repaso a la vida del que comandó la primera incursión musulmana a la Península en el ya lejano mes de julio del año 710.
El conferenciante dio a conocer al numeroso público asistente el nacimento de Tarif en la tribu de los zanata, su posterior adscrición al ejército formado por Tariq ibn Ziyad, el desembarco en la costa tarifeña con cuatro barcos y quinientos soldados y la colaboración que después prestó a Tariq en el transcurso de la conquista de España.
No quedaron aquí las palabras del historiador Wenceslao Segura, sino que aprovechando al máximo las antiguas crónicas árabes, expuso que Tarif permaneció durante algunos años en un asentamiento beréber al oeste de Tarifa y que volvió años más tarde al Magreb, donde ocupó el poder real de la tribu de los zanata.
Terminó la conferencia dando a conocer cómo Tarif se unió a la sublevación que los beréberes protagonizaron contra los árabes en el año 740 y como a resultas de su derrota se dirigió con su ejército al oeste de Marruecos donde creó un reino que fue conocido como de los bereguatas.
El reino fundado por Tarif, quien, como hemos dicho, fue el primer musulmán en desembarcar en España, perduró durante tres siglos, siendo durante todo este tiempo regido por descendientes directos del conquistador de Tarifa, hasta que con el advenimiento de los almohades a mitad del siglo XII despareció el reino de los bereguatas donde se había instaurado una nueva religión mezcla del islam y de judaismo.
Los actos conmemorativos del XIII centenario de la primera incursión árabe a España han sido organizados por el Proyecto Tarifa 2010 .
Otras dos actividades de Tarifa 2010
Espíritu de la conmemoración, presentación del libro "Inicio de la invasión árabe de España. Fuentes documentales", detalles de la conquista musulmana e importancia que tuvo la comarca del Campo de Gibraltar’, palabras de Wenceslao Segura (director del Proyecto Tarifa 2010), Tarifa, 23-09-2010.
"La incursión de Tarif ibn Mallik en 710. Preludio de una invasión", José Beneroso Santos, - conferencia -, Tarifa, 23-09-2010.
Fuente: webislam y Tarifa 2010

imagen Invasión visigoda
La llegada del Islam a la Península Ibérica
María Jesús López, Felipe Samper y Charif Dandachli, web islam, 29/12/2001
El Corán fue revelado a principios del siglo VII. d.C. en las ciudades de Meka y Medina, en el occidente de Arabia central. Debemos subrayar que la revelación coránica se expresó en "lengua árabe", según se repite varias veces en su texto mismo, y se dirigió primero a los árabes, que se consideran siempre en consecuencia como el pueblo elegido. Lo que cuenta a este respecto, sin discutir acerca de la vocación universal que el Islam tuviera o no desde el origen, es que los árabes, a partir de la muerte de Muhammad, se sintieron encargados de transmitir su mensaje a los no-árabes, y que esta misión les dio para siempre un sentimiento de superioridad.
(...)
La expansión del Islam
Antes de comenzar a hablar de las conquistas consideramos importante citar la opinión de algunos autores sobre este tema. Entre ellos podemos diferenciar a los historiadores del s. XIX y de principios del XX, los cuales son partidarios de la historia oficial considerando que hubo una conquista.
Por el contrario los autores contemporáneos no creen que hubo una invasión. Sea lo uno o lo otro, los factores que influyeron en la Islamización y arabización de las zonas "invadidas por las armas " o por "movimientos migratorios", o "expansión religiosa", cambian (los factores), según uno u otro autor aunque no alteran el resultado.
Ignacio Olagüe, autor de "La revolución islámica en Occidente " es contrario a la creencia unánime de que la expansión del Islam se había realizado por medio de invasiones a mano armada. No se puede admitir en nuestros días tan simplista argumentación. Considera que se hicieron a través de movimientos migratorios ocasionados por las duras condiciones climatológicas de la zona, por lo que se vieron obligados a expandirse hacia otras zonas cada vez más lejanas en busca de mejores condiciones de vida.
(...)
Expansión a la Península Ibérica
Para los habitantes de España, la conquista árabe, entre los años 711 y 716, fue fulminante como un rayo. En cambio, para los árabes, la invasión de España representó simplemente una fase más del largo proceso de expansión.
Para comprender las causas de la supuesta "conquista árabe " hay que comprender la rivalidad que existía en la península entre cristianos unitarios y cristianos trinitarios y situarse en el periodo visigodo que precede la llegada de los musulmanes.
(...)
Esplendor de al-Andalus y mito reconquista
mito1
(28 de setiembre de 2010)
Documentos adjuntos
"Historiadora señala que llegada de los musulmanes a España en el siglo VIII no fue una conquista", Web Islam, 11-11-2007 (PDF-
"El Mito Necesario" - "La Revolución Islámica en Occidente" Ignacio Olagüe -, Luis Alberto Conget Betore, Webislam, 12-06-2006 (PDF-207.6 KB)
"La invasión que nunca existió", proyectopv.org, RTV Continente (Chile), 09-04-2005 (PDF-
"La incursión de Tarif ibn Mallik en 710. Preludio de una invasión", José Beneroso Santos, - conferencia -, Tarifa, 23-09-2010 (PDF-85 KB)
"Inicio de la invasión árabe de España. Fuentes documentales", Selección de los textos y notas por Wenceslao Segura González, Al Qantir. Monografías y Documentos sobre la Historia de Tarifa, Editora Tarifeña, 142 páginas, nº 10, año 2010 (PDF-1 MB)
’Espíritu de la conmemoración, presentación del libro "Inicio de la invasión árabe de España. Fuentes documentales", detalles de la conquista musulmana e importancia que tuvo la comarca del Campo de Gibraltar’, palabras de Wenceslao Segura (director del Proyecto Tarifa 2010), Tarifa, 23-09-2010 (PDF-
"Tarif Ibn Mallik", - conferencia -, Wenceslao Segura González, Proyecto Tarifa 2010, 30-07-2010 (PDF-
Tarifa 2010: XIII centenario de la primera incursión árabe a España (Tarifa, julio 710) - Programa de actividades, conferencias, Al Qantir nº 1 a 10 - Tarifa musulmana: Divulgación (La historia de la invasión por Al Maqqari, La pesca del atún en Tarifa en el siglo XI, El nombre de Andalucía proviene de Tarifa) - Prensa - Sobre Wenceslao Segura González (PDF-
"La llegada del Islam a la Península Ibérica", María Jesús López, Felipe Samper y Charif Dandachli, web islam, 29-12-2001 (PDF-126 KB)
"Los posibles orígenes de la Mezquita Mayor de Córdoba", Fernando Sánchez Mármol, 18-06-2002 & "Anales de la Córdoba musulmana" I-VI, Antonio Arjona Castro, 2002-2003, webislam

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© ISLAM Y AL-ANDALUS 2017

miércoles, 1 de febrero de 2017

El Renacimiento empezó en Córdoba Destacado

Escrito por  R. H. Shamsuddín Elía



"Reconocer esta deuda, agradecer a la Historia este regalo, es ser europeos auténticamente"
«En ningún momento, ni Roma ni París, las dos ciudades más pobladas del Occidente cristiano, se acercaron al esplendor de Córdoba, el mayor núcleo urbano de la Europa árabe-islámica» (“La vida cotidiana de los árabes en la Europa medieval”). Charles-Emmanuel Dufourcq, medievalista francés.

Dice el historiador musulmán argelino al-Maqqarí (1591-1634) que la ciudad andalusí de Córdoba, en el siglo X, era una ciudad civilizada no inferior a Bagdad y Constantinopla. En esa época, en la urbe que se alzaba en la orilla sur del Guadalquivir, había una población de casi un millón de almas (hoy apenas alcanza las 300 mil y no es ni la sombra de lo que fue) encerrados en un perímetro que medía doce kilómetros y en 21 arrabales; con 471 mezquitas, 600 baños públicos, 213.077 casas de clase media y obrera, 60.300 residencias de oficiales y aristócratas, y 4.000 tiendas y comercios en una superficie de 2.690 Ha. Un artístico puente cruzaba el río, que aún lleva su nombre árabe (uadi al-kabir: “el río grande”), y en ambos lados se extendían los barrios de la dominante población musulmana: árabes y bereberes de Africa, muladíes (descendientes de los godos conversos al Islam), comunidades de judíos sefaradíes, cristianos arrianos y católicos (mozárabes), eslavos y bizantinos del este de Europa.

Las calles estaban empedradas y alumbradas de noche. Se podían andar quince kilómetros a la luz de los faroles callejeros junto a una serie ininterrumpida de edificios. La Córdoba musulmana era famosa por sus jardines, alcantarillas, acueductos y paseos de recreo, cuando Londres y París eran aldeas toscas y nauseabundas.

Durante su largo reinado, primero como emir y después como califa, Abderrahmán III (891-961) elevó a Córdoba a su cúspide. Fue gran administrador, incansable constructor y mecenas del saber y de las artes. Su hijo al-Hakam II (m. 976) fue aún más entusiasta en coleccionar manuscritos y atraer hombres sabios a su corte. Su biblioteca tenía fama de contener 400.000 volúmenes. El islamólogo holandés Dozy (1820-1883) dice: «Sólo el catálogo de su biblioteca se componía de 44 cuadernos, y no contenía más que el título de los libros, y no su descripción…Y al-Hakam los había leído todos, y lo que es más, había anotado la mayor parte… Hakam conocía mejor que nadie la historia literaria, así que sus notas han hecho siempre autoridad entre los sabios andaluces. Libros compuestos en Persia y en Siria le eran conocidos, muchas veces, antes que nadie los hubiera leído en el Oriente». Y al-Hakam tenía a un preceptor y consejero como al-Zubaidí (m. 989) que acuñaba pensamientos como éste: «Todas las tierras, en su diversidad, son una. Y los hombres todos son vecinos y hermanos».

Tan grande era el poder y el prestigio de Córdoba, que los gobernantes de los reinos cristianos del norte de España se presentarían humildemente ante la corte del califa para solicitar ayuda en la solución de sus problemas políticos o personales. Sancho el Craso, rey de León viajó hasta Qurtuba (nombre árabe de Córdoba) en busca de ayuda para reconquistar su reino y curarse de su obesidad. Fruto de estas interrelaciones de musulmanes y cristianos, los monjes benedictinos estudiaron en la Córdoba califal, en ejemplo de la más eficaz y bella convivencia. Al gran erudito cristiano del siglo X Gerbert d’Aurillac o d’Auvergne (938-1003), que fue Papa en 999 bajo el nombre de Silvestre II, se le consideró que había estado en tratos con el demonio durante su permanencia en Córdoba a causa de sus conocimientos astronómicos.

El teólogo Ibn Hazm (994-1064), autor de «El collar de la paloma» —ese encantador manual de amor divino y profano, a la vez que documento social de la época—, nos dejó un testimonio del elevado rango que tenían las mujeres musulmanas cordobesas: «Yo mismo he observado a las mujeres y he llegado a conocer sus secretos hasta un punto casi incomparable, porque fui criado y crecí entre ellas, sin conocer otra sociedad. Nunca alterné con hombres hasta que fui ya adolescente y me había empezado a despuntar la barba. Fueron las mujeres las que me enseñaron el Corán, me recitaron mucha poesía, me enseñaron la caligrafía» (cfr. Roger Arnaldez: Grammaire et théologie chez Ibn Hazm de Cordue, J. Vrin, París, 1981).

El gobierno de Abu Amir al-Mansur (938-1002) —regente del pusilánime Hisham II (965-1013)—, con sus excesos y despropósitos, provocaría la guerra civil y la disolución del califato. Pero el eclipse de Córdoba no significó el fin de la civilización islámica en España que se prolongaría durante otros 500 años.

Filosofía y humanismo

De los numerosos sabios nacidos en al-Ándalus con posterioridad, tres de ellos merecen mención especial. Los tres eran admiradores de Aristóteles y trataron de reconciliar la sabiduría de los antiguos con las verdades del Islam. Al zaragozano Ibn Baÿÿa o Avempace (¿1070?-1138) se le recuerda principalmente por su obra «El régimen del solitario», crítica del materialismo y la mundanalidad de la sociedad musulmana de entonces. Sus ideas fueron ampliadas por el granadino Ibn Tufail (1110-1185), autor de una notable novela alegórica que llegó a conocerse en el resto de Europa a través de las traducciones al latín y a otros idiomas. Su héroe, Hayy Ibn Yaqzán —antepasado del Robinson Crusoe, de Defoe; del Emilio, de Rousseau, y del Mowgli, de Kipling— es un niño abandonado al que amamanta una gacela. El niño va creciendo hasta alcanzar, mediante la observación y el razonamiento, no solo la comprensión del mundo material, sino a través de la contemplación mística, la comprensión del Unico Hacedor. Finalmente, encuentra a su «hombre Viernes» en forma de ermitaño musulmán, y se da cuenta de que las verdades que él había descubierto con la luz de la razón eran las mismas que las enseñadas por la religión revelada (cfr. Ibn Tufail: El Filósofo Autodidacto, Trotta, Madrid, 1995).

El mismo tema, la Armonía de la Religión y la Filosofía, constituye el pensamiento central del filósofo y médico cordobés Ibn Rushd, más conocido como Averroes (1126-1198). Este sostenía que la filosofía y la religión eran dos caminos igualmente válidos y complementarios para conocerse a sí mismo y conocer a Dios, y se esforzó en reconciliar ambas en sus escritos y comentarios. Como las obras de Averroes fueron denunciadas como impías por ciertos jurisperitos envidiosos y desubicados, hallaron escaso eco en el resto del mundo islámico. No obstante,. llegaron a ser ávidamente estudiadas, discutidas y, finalmente, exaltadas en los foros universitarios e intelectuales de la Europa medieval y renacentista, iluminando las obras de san Alberto Magno, santo Tomás de Aquino, Roger Bacon y muchos otros, incluso los racionalistas de los siglos XVII y XVIII como Spinoza, Descartes y Kant. El pensamiento de estos sabios cristianos también recibió las influencias de otro cordobés y colega de Averroes, el médico-filósofo judío en lengua árabe Maimónides (1135-1204) que también trató de sintetizar fe y razón.

Gnosticismo e inspiración mística

Al-Ándalus también fue la cuna de la mística islámica occidental, que en el siglo XVI inspiraría la obra de santa Teresa de Avila (1515-1582) y san Juan de la Cruz (1542-1591). El primer sufí hispanomusulmán del que tengamos noticia es el filósofo cordobés Ibn Masarra (883-931) que vivió bajo la protección de Abderrahmán III. No se han conservado sus escritos, pero, al parecer, estuvo influido por el filósofo greco-siciliano Empédocles de Agrigento (490-430 a.C.). A finales del siglo XII, se hallaban sufíes en todas las regiones de la España musulmana. El murciano Ibn al-Arabi (1165-1240), llamado Sheij al-Akbar (“El Doctor máximo”) e Ibn Aflatún (“El Hijo de Platón) dejó descripciones de 55 de ellos. Ibn al-Arabi murió en Damasco después de toda una vida empleada en el estudio y las experiencias místicas. De los 400 o más libros que le atribuyen sus biógrafos, uno titulado en árabe Futuhat al-Makkiyya (“Revelaciones de La Meca”) dejó una profunda huella en la cultura occidental. Proporcionó antecedentes a la ficción poética de Dante Alighieri (1265-1321) de un viaje por los reinos de ultratumba, con su topografía geométrica, sus vislumbres de la gloria de los elegidos y su beatifíca visión del esplendor divino.

Transvasamiento científico y cultural

Mientras tanto, Toledo, otra urbe donde congeniaban las tres culturas monoteístas, se había convertido en un centro de erudición. Muchos de los manuscritos de la gran biblioteca de al-Hakam fueron a parar allí y en ella residía un conjunto de eruditos competentes para traducirlos que conformarían la llamada escuela de traductores de Toledo bajo el ejemplar mecenazgo de Alfonso X el Sabio (1221-1284). La fama de Toledo atrajo enseguida estudiosos de todas partes de Europa: hacia 1200 Daniel de Morley llevó desde allí a Inglaterra «una preciosa multitud de libros» islámicos; otro tanto hicieron el italiano Gerardo de Cremona (1114-1187) y el arzobispo flamenco Guillermo de Moerbeke (1215-1286). Notable entre ellos fue Adelardo de Bath, cuya búsqueda del saber le llevó tan lejos como el Norte de Africa y el Asia Menor, cuya curiosidad intelectual abarcaba todo el campo de las ciencias, desde la astrología a la trigonometría, desde la filosofía platónica a la cetrería (en 1130, luego de su regreso, tradujo en Inglaterra numerosas obras musulmanas). Adelardo fue el traductor del célebre tratado del matemático persa al-Juarizmí (m. 863), titulado en latín Algoritmi de numero indorum. En 1143, otro inglés, Roberto de de Chester o de Ketton, por encargo del abad de Cluny Pedro el Venerable (1094-1156), colaboró con Hermann de Carintia y doctos españoles y francos en la primera traducción del Corán a una lengua europea, el latín (una reedición comentada por Lutero aparecería en Zurich en 1550). Hacia 1149, Roberto de Chester, al adaptar las tablas astronómicas de al-Battaní (858-929) y de Azarquiel (1029-1087), llevó la trigonometría islámica a Inglaterra e introdujo la palabra sinus (seno) en la nueva ciencia. El escocés Miguel Escoto (1175-1236), que llegó a ser astrólogo en la islamizada corte de Federico II de Sicilia (1194-1250), en 1217 tradujo en Toledo los comentarios de Averroes y la Esférica de al-Bitruÿí (m. 1204).

A mediados del siglo XII, el prelado y erudito John de Salisbury (1115-1180) se lamentaba del desprecio predominante hacia las matemáticas, la geometría y la lógica, «excepto en la tierra de los moros de España». En ese siglo y en el siguiente la corriente de filosofía y ciencia griega —la metafísica y las ciencias físico-naturales de Aristóteles, los tratados médicos de Hipócrates y Galeno, las obras de Claudio Ptolomeo, Euclides, Dioscórides y otros muchos pensadores—, enriquecida con los comentarios y contribuciones originales de los musulmanes, comenzó a vivificar la vida intelectual de Occidente, que hasta entonces sólo había conocido retazos de ella o nada.

La mal llamada «Reconquista» española fue algo muy largo y complejo. «¿Puede llamarse Reconquista —dice el filósofo y escritor José Ortega y Gasset (1883-1955)—, a una cosa que dura ocho siglos?». Fue una marea de conquistas castellano-aragonesas con pleamares y bajamares que dejaban islas donde, por largos períodos, musulmanes, judíos y cristianos vivían en ejemplar tolerancia, llegando sus culturas a influirse mutuamente.

Granada, último baluarte de la civilización andalusí, fue tomada en 1492, y allí, en la plaza de Bib Rambla, el cardenal inquisidor Jiménez de Cisneros presidió la quema de miles de manuscritos islámicos que se perdieron para siempre. Pero mucho antes que el espíritu de convivencia e intercambio cultural se hubiera disipado con el humo del holocausto granadino, los sabios hispanomusulmanes habían colmado su misión como industriosos intermediarios de la cultura y transmitieron a la Europa medieval la olvidada sabiduría del mundo antiguo, posibilitando el Renacimiento.

EL UNIVERSO MULTICULTURAL DE LA ESPAÑA ÁRABE DEL SIGLO XII

El Doctor en Filosofía y Filología Semítica de la Universidad de Zaragoza, especializado en el pensamiento musulmán andalusí, Joaquín Lomba Fuentes, dice en su reciente libro La raíz semítica de lo europeo (Ediciones Akal, Madrid, 1997):

«Si se quiere entender en profundidad el ser de Europa, no basta con volver la mirada a Grecia y Roma para encontrar en ellas sus raíces. El mundo semita, en su vertiente musulmana y judía, constituye una de las bases fundamentales de nuestra historia y cultura. No en vano “Europa”, en la mitología griega, era de ascendencia fenicia.

Esas raíces semíticas de lo europeo se detectan especialmente en la Edad Media. Durante ese período el desnivel cultural entre Europa y el mundo árabe fue patente. Europa estaba sumida en los restos empobrecidos de una tardía latinidad mientras el Islam y el Judaísmo recuperaban lo mejor del legado griego, lo asimilaban y lo perfeccionaban. Tanto, que empieza un ingente flujo de trasvase cultural hacia Europa, gracias al cual ésta rejuvenece, adopta nuevas formas de hacer ciencia, filosofía y literatura, aprende estilos nuevos de comportarse, de vivir la religión, de sumirse en los abismos misteriosos de la mística, de practicar la ascética, de amar, de disfrutar de la belleza.

Reconocer esta deuda, agradecer a la Historia este regalo, es ser europeos auténticamente». (…)

Ante todo, Europa pudo leer por primera vez la ciencia y filosofía griega no sólo tal como en su día fue sino reinterpretada, elaborada y perfeccionada por musulmanes y judíos. (…)

Con ello y, como consecuencia, aparece emparejado el tema,de procedencia semita, árabe y judía, cual es el de las relaciones entre fe y filosofía, o razón, entre religión y fe, entre pensamiento humano y revelación. (…)

Para Averroes y Maimónides, la filosofía y la religión no se pueden contradecir a pesar de que son autónomas, porque apuntan y llevan a la misma Verdad».

La España árabe del siglo XII es un universo demasiado vasto, rico y complejo como para describirlo en los pocos minutos que tenemos, pero aun así podemos hacer ciertas evocaciones que son fundamentales. Además de los dos grandes polímatas cordobeses que acabamos de citar y que son el tema central de esta reunión, no podemos olvidarnos del primer gran filósofo de al-Ándalus que fue Ibn Baÿÿa, conocido por los escolásticos como Avempace (1070-1139). Este polígrafo zaragozano que fue también músico, botánico, poeta y astrónomo es el autor de la obra El régimen del solitario (Tadbir al-mutawahhid), que es una analogía de la Ciudad Ideal (al-Madinat al-Fadila) de al-Farabi y la República de Platón.

El maestro y patrocinador de Averroes fue el médico y filósofo granadino Ibn Tufail (1110-1185). Su célebre trabajo Risala Hayy Ibn Yaqzán fi asrar al-híkma al-mashriqiyya (Epístola o tratado de “El Vivo Hijo del Despierto” sobre los secretos de la filosofía oriental), se lo suele titular, sin embargo, El filósofo autodidacto, siguiendo el título que le dio su primer traductor al inglés, el arabista Edward Pococke (1604-1691). Esta magnífica fábula moral inspiró a Daniel Defoe (1660-1731) la historia de Robinsoe Crusoe (1719).

El Siglo de Oro del Judaísmo

El llamado «Siglo de Oro» del Judaísmo tiene su apogeo precisamente en la España árabe del siglo XII con el médico-filósofo y jurisprudente Maimónides (1135-1204). Pero existieron igualmente en ese período una multitud de brillantes pensadores y científicos hebreos como el apologista tudelano Yehuda ha-Leví (1075-1141) conocido por su obra «El Cuzarí» —traducida del árabe al hebreo por el médico Yehuda Ibn Tibbon (1120-1190) en 1166—, los poetas Moisés Ibn Ezrá (1060-1139) y Yehuda al-Harizí 1170-1230), el matemático-astrónomo y gran viajero Abraham Ibn Ezrá (1089-1167), y el eminente filósofo e historiador Abraham Ibn Daud (1110-1180), llamado Avendaut Hispanus o Juan de Sevilla, traductor de numerosas obras científicas y filosóficas musulmanas del árabe al latín en Toledo.

Toledo y las tres Culturas

En el siglo XII justamente, en esa ciudad a orillas del Tajo (bajo dominio cristiano desde 1085), comenzó a funcionar la célebre escuela de traductores (fundada por el arzobispo don Raimundo de Toledo en 1130), que alcanzará su fama mayor con el mecenazgo de Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y de León (1252-1284). Por primera vez los cristianos, musulmanes y judíos constituyeron un lugar destinado a las traducciones de los autores clásicos grecolatinos, que durante 600 años se habían conservado en Oriente y fueron rescatadas y llevadas por los árabes a España.

Cabe mencionar que esta escuela de traducciones atrajo el peregrinaje de numerosos sabios y estudiosos del mundo cristiano altomedieval como el inglés Roberto de Chester, llamado «el Ketenense», que por encargo del abad de Cluny Pedro el Venerable (1094-1156) hizo la primera traducción del Corán al latín hacia 1143 con la ayuda de un erudito musulmán. Un año después, Platón Tiburtino de Tívoli (vivió en España entre 1134-1145), tradujo del hebreo al latín el famoso tratado Hibbur ha-Meshihah del matemático judío barcelonés Abraham Bar Hiyya (m. 1136).

El lombardo Gerardo de Cremona (1114-1187), miembro de la escuela de traductores a partir de 1134, tradujo el “Libro sobre el cálculo, álgebra y reducción” (Kitab al-muhtasar fi hisab al-ÿabr ua-l-muqabala) del matemático persa al-Juarizmi (m. 863). Hacia 1150, el ya citado Abraham Ibn Daud y el clérigo Domingo Gundisalvo tradujeron la obra principal del filósofo y poeta judío malagueño Salomón Ibn Gabirol (1021-1153/70) escrita en árabe, Yanbu al-hayat «La fuente de la vida» (en hebreo Mekor jáim), traducida al latín con el título de Fons vitae, que influenció en los cabalistas e inspiró al filósofo holandés descendiente de judíos andalusíes, Baruj Spinoza (1632-1677).

Una globalización bien entendida

«Ahora bien, volviendo a la diferencia entre Oriente y Occidente, hoy tan obvia y, a veces, tan hostil y agresiva, hay que decir no existía en la Edad Media, al menos hasta el siglo XIII. Una unidad mediterránea ponía en contacto directo a Córdoba con El Cairo y Bagdad, a Venecia y Alejandría, a Europa entera con Oriente por múltiples caminos que hacían de “mass media” en aquellos momentos. El contacto con Oriente se daba, entre los musulmanes, por la peregrinación ritual a la Meca, gracias a la cual el sur de Italia y al-Ándalus estaban en continuo contacto con los últimos movimientos científicos y filosóficos del momento» (Joaquín Lomba Fuentes: O. cit., pág. 16).

El término árabe Rihla significa «viaje, partida, marcha, salida, emigración, periplo, itinerario, relato de viaje», es justamente esta última acepción la que se especializó para dar nombre a un género que ocupa un lugar destacado en la literatura islámica. Efectivamente, en el siglo XII aparece algo nuevo en las letras árabes, el género de la rihla. Dicho género tiene como característica el que casi todos sus autores sean occidentales, andalusíes o magrebíes, y peregrinos hacia los lugares santos del Islam (cfr. Francesco Gabrieli: Viaggi e Viaggiatori arabi, Sansoni, Florencia, 1975).

El primer gran viajero andalusí fue Abu Hamid al Garnatí (1080-1169), autor de la rihla llamada Tuhfat al-ahbab ua mujbat al-aÿab (“El Regalo de los corazones y elección de maravillas”), quien visitó el norte de Africa, Siria, Irak, Persia, Jorasán, Transoxiana y centro y sur de Rusia, Hungría y pereciendo en el transcurso de uno de sus viajes, en Damasco —cfr. Abu Hamid al-Garnati: Tuhfat al-Albab (El Regalo de los espíritus), AECI, Madrid, 1990; Abu Hamid al-Garnati: Al-Mu’rib ‘an ba’d aya’ib al-Magrib (Elogio de algunas maravillas del Magreb), AECI, Madrid, 1991—.

El segundo gran viajero hispanomusulmán fue Ibn Ÿubair al-Balansí (“el Valenciano”), nacido en Valencia en 1145 y muerto durante su tercera travesía, en Alejandría, Egipto, en 1217. Su famosa Rihla se refiere a su primer viaje, el que realizó entre el 15 de febrero de 1183 y el 25 de abril de 1185, cruzando el Mediterráneo y visitando Egipto, La Meca, Siria, Irak, Palestina, Cerdeña, Sicilia y Creta.

La Rihla de Ibn Ÿubair, uno de los textos narrativos más fiables y documentados de fines del siglo XII (cfr. Ibn Ÿubayr: A través del Oriente. El siglo XII ante los ojos, traducción y notas de Felipe Maíllo Salgado, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1988), es una de las fuentes más importantes con que cuenta el historiador para saber como se encontraba el Mundo Islámico, la Sicilia normanda, la navegación en el Mediterráneo y las relaciones entre musulmanes y cristianos en el siglo XII.

Entre los pilares de la educación que definió (aprender a vivir juntos, a conocer, a hacer y a ser), la Comisión de la Unesco sobre la educación, presidida por Jacques Delors, considera el primero como el más importante:

«Se trata de aprender a vivir juntos desarrollando el conocimiento de los otros, de su historia, sus tradiciones y su espiritualidad… que permita refundar una modernidad sobre la comunicación de individuos y colectividades que son a la vez semejantes y diferentes» (L’Education. Un tresor est caché dedans, Unesco, París, 1996, pág. 18; Alain Touraine: ¿Podremos vivir juntos?La discusión pendiente; El destino del hombre en la aldea global, (FCE, Buenos Aires, 1997).