Por Oscar Taffetani
(APe).- El gobernador de Misiones, Maurice Closs, anunció con bombos y platillos, la semana pasada, el nuevo sistema de tickets alimentarios, que reemplazará a las llamadas cocinas centralizadas y a los comedores comunitarios.
"Con el nuevo sistema -se lee en las gacetillas oficiales- se cambiará este modo social de distribución, ya que serán los padres quienes adquieran y cocinen los alimentos, permitiendo la reintegración de la familia..."
Una pregunta importante, antes de hilar fino, es cuáles son los valores que ha considerado el gobierno misionero para la canasta alimentaria de la población necesitada. En otras palabras: de cuánto dispondrá cada padre o cada madre para poder "reintegrar" a su familia a través del antiguo rito de compartir el alimento.
"Para una sola persona -dijo el ministro de Bienestar Social misionero, sin que se le cayera la cara de vergüenza- serán 40 pesos. Si son dos integrantes de la familia (una madre y un hijo) 80 pesos. Si es una madre y dos hijos, 110; la cuarta integrante, 140 y la quinta 170. A partir de allí, cada integrante de más que tenga la familia van a ser 20 pesos..."
Sí, leímos bien: serán 20 pesos por mes y por chico. Lo que dividido por los días hábiles (porque es sabido que los fines de semana los niños pobres no comen) da un peso por día, que distribuido en almuerzo y cena (porque desayuno y merienda, a los pobres, no) da 50 centavos.
Intolerables contrastes
Durante la campaña 2007 la prensa misionera reveló que el joven abogado Maurice Closs había sido sorprendido celebrando el Día del Maestro en una rumbosa fiesta con "strippers" y "odaliscas". Todavía no era gobernador, aunque sí senador de la Nación.
Entonces, si cotejamos el vergonzoso ticket social de 40 pesos mensuales propuesto por el Gobierno con el nivel de gasto y despilfarro personal que evidencia en su vida privada el Gobernador, la conclusión es que esta clase de dirigentes políticos carece de autoridad moral para hablarle o siquiera para sostenerle la mirada a cualquier padre o madre o niño misionero de los que sufren la afrenta diaria, humillante, del hambre.
No sabemos si las llamadas cocinas centralizadas o los comedores comunitarios de Misiones representan un nivel organizativo -o vincular- de grado inferior a la mesa familiar. Lo que sí sabemos, por sentido común, es que la mesa familiar se convierte en una entelequia, en un concepto vacío, si el Estado no provee los medios reales para la subsistencia de la familia.
De modo que, antes de discutir si la mesa comunitaria es superadora de la mesa familiar o viceversa, debería discutirse cómo es que funcionarios de tamaña insensibilidad social como estos que vemos en Misiones, llegaron a puestos de gobierno en el Estado.
Algo anda mal en la democracia misionera.
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