domingo, 29 de julio de 2018

Ibn Battuta, 24 años de peregrinación

Ibn Battuta, 24 años de peregrinación

Autor del artículo: Inés Eléxpuru
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El viajero tangerino del siglo XIV describe en su Rihla, o relato de viajes, un espléndido cuadro del mundo islámico medieval.
“Te preguntan cómo deben gastar sus bienes. Di: ‘El bien que gastéis (en limosnas) es para vuestros padres, los parientes, los huérfanos, los necesitados y el viajero” (Corán, II, 215).
Desierto de Mauritaniadesde los primeros tiempos del surgimiento del Islam en el siglo VII, los viajeros fueron respetados y sostenidos por mecenas y por el resto de la población, en una incipiente civilización que ansiaba el conocimiento. El viaje era la forma más eficaz de ir en su encuentro. La legendaria hospitalidad del mundo islámico tiene, pues, su origen en la Edad Media y es casi una institución islámica. Una conocida tradición del profeta Mohamed obliga a acoger al viajero durante tres días y tres noches consecutivas. A lo largo de todo su relato, el viajero tangerino medieval Ibn Batuta, transmite la generosidad desbordante que halló en casi todos los lugares por los que anduvo.
Hacia el siglo IX surgió un género literario dedicado al estudio de la geografía descriptiva y el conocimiento de los territorios que pertenecían al imperio islámico, que se extendía desde China hasta al-Andalus. A partir del siglo X nacen las primeras obras de viajeros que describen con suma minucia los itinerarios y estados que recorren. Con el tiempo, estos trabajos de campo se perfeccionan, dando lugar a complejos tratados de cosmografía, diccionarios geográficos y rihlas, un género puramente viajero cuyo máximo exponente es Ibn Battuta.
Nacido en Tánger en 1304, poco se sabe de este ilustre alfaquí versado en teología, aparte de que realizó un viaje que concluyó al cabo de 24 años, y cuyo objetivo primero era cumplir con la peregrinación a La Meca. Más allá de este noble propósito, la realidad más prosaica era que a Ibn Battuta le había encargado el sultán meriní de Marruecos Abu Inan, recoger todo tipo de informaciones culturales, geográficas y políticas que pudieran resultarle útiles. Así, los viajeros de entonces, a menudo hacían las veces de peregrinos, cronistas, etnólogos y espías. Las peripecias de Ibn Battuta, contadas en tono ameno y sencillo –salvo en algunos pasajes salpicados de fiorituras literarias muy del gusto de la época– fueron redactadas por el granadino Ibn Yuzzay en una extensa obra: la Rihla. Una práctica común entre los viajeros medievales, de la que tampoco escapó Marco Polo, quien dictó sus experiencias al pisano Rustichello.

Tono sereno

La obra, traducida al castellano por los arabistas Serafín Fanjul y Federico Arbós y titulada por ellos A Través del Islam (Alianza Editorial) , muestra un tono desapasionado y sereno, exento de opiniones personales, que no escatima en la descripción de detalles. El largo recorrido de Ibn Battuta comprende los actuales Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto, Palestina, Siria, Arabia Saudí, Yemen, Omán, Turquía, el sur de Rusia, Afganistán, Pakistán, India, Indonesia, al-Andalus y Malí. Todo un mosaico de países pertenecientes al floreciente imperio musulmán. Un larguísimo itinerario interrumpido por varias peregrinaciones a La Meca, diez años de estancia en la India y uno y medio en las islas Maldivas, en las que nuestro viajero se prendó del clima y de la sensualidad de las mujeres (se casó con cuatro de ellas).
Mezquita en Malí
Su minucioso retrato pone de relieve las enormes diferencias culturales del mundo islámico, ya por entonces, y su gran riqueza. Mientras que los turcos bebían vino de mijo porque pertenecían a la escuela teológica hanafí –la más permisiva de todas–, las musulmanas maldiveñas vestían sólo de cintura para abajo, según tradiciones preislámicas. Éstas y otras prácticas como la hechicería de Malí o las costumbres crematorias de los hindúes (Ibn Battuta describe una escalofriante escena de una mujer que se arroja viva en la pira de su esposo fallecido) no parecen escandalizar demasiado al versado trotamundos de formación ortodoxa.
Su relato es un referente clásico en la investigación de la historia de la civilización islámica. En él se describe el desmembramiento de al-Andalus en manos de las tropas castellanas, las sanguinarias campañas mogolas de Gengis Jan por Irak o Afganistán, o el próspero reinado de la sultana Jadiya en las islas Maldivas. También, supone una fuente inagotable de datos etnológicos con numerosas alusiones a la agricultura, la música, y otros aspectos como las liberales costumbres e indumentarias de las jatuns o concubinas en la Turquía otomana. Ibn Battuta se prodiga en detalles comerciales y culinarios; así, cuando habla de Dimyat (Damieta) en Egipto, afirma: “Hay numerosas aves marinas, de carne muy grasienta. También se da la leche de búfalo, sin parangón en dulzura y buen sabor. Y el mújol, pescado que es transportado desde aquí a Siria, Anatolia y El Cairo”. En otro pasaje alaba los dátiles, uvas, higos y melocotones y melones que probó en Meca.

Arrebatos poéticos

Los arrebatos poéticos de los autores de la época, recogidos casi todos por Ibn Yuzzay, aderezan el texto de vez en cuando. Hablando de Damasco, al-Kalbi decía:
“Damasco es el lunar en la mejilla del mundo / como Yilliq sería su pupila lozana. / Su arrayán te será un paraíso inacabable / y su anémona un infierno que no quema”.
Sin embargo, no hay que olvidar que el principal objetivo de los viajeros musulmanes medievales era cumplir con las peregrinaciones religiosas y acrecentar su conocimiento teológico. Gran parte de los escritos del tangerino describen las mezquitas, madrazas o escuelas teológicas, y las zawiyas (escuelas místicas) que encuentra a lo largo del camino. Con ocasión de su estancia en Medina en Arabia explica cómo se construyó la mezquita original del Profeta quien, ante las propuestas de sus compañeros para reparar el techo de adobe destruido por las lluvias, contestó: “ De ningún modo, me basta con una choza como la de Moisés, un sombrajo como el suyo (…). Cuando se erguía, se golpeaba con la cabeza en el techo”.
AlMezquita siria
Al hablar de Yemen, por ejemplo, el autor hace una interesante descripción de los ritos seguidos por las principales escuelas teológicas musulmanas –shafií, hanbalí, maliquí y hanafí–, manifestando las diferencias y una apertura de espíritu que permite la convivencia mutua. Muy atractivas para el lector de entonces (y aún para el actual) resultaban las frecuentes anécdotas maravillosas (de tinte mágico), impregnadas de sabiduría y esoterismo sufí. En Damieta, por ejemplo, había un santo que, abrumado ante las maniobras de una mujer que intentaba seducirlo, se rasuró cabeza, barba y cejas para desanimarla y mermar su belleza. En Yedda –Arabia Saudí–, un jeque misterioso instó a nuestro viajero a recuperar un anillo que había regalado a un pobre –hecho que nadie más que él conocía–, ya que contenía “unos nombres que encierran un gran secreto”.
Y así, entre recibimientos protocolarios de sultanes (no hay que olvidar que era un emisario del rey de Marruecos) y estancias en posadas humildes para trotamundos, Ibn Battuta vio circular ante sus ojos un mundo fascinante que no ha de volver, pero aún es posible revivir entre páginas llenas de magia y asombro.
Publicado en El Viajero (EL PAÍS), el 28 de marzo de 1999

Ibn Jaldún y la filosofía de la Historia

Ibn Jaldún y la filosofía de la Historia

Autor del artículo: Raúl Puigbó
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Patio del Yeso, Alcázar de SevillaSu nombre era Abu Zaid Abdurrahman Ibn Jaldún al-Hadram pero los europeos, en especial los españoles, le llamaron Abenjaldún. Nació el 27 de mayo de 1332 en Túnez. Pertenecía a una familia prominente de Hadramaut, que vivió muchos años en la ciudad de Sevilla, cuando los musulmanes gobernaban esa ciudad durante las administraciones de los omeyas, almorávides y almohades, hasta el año 1228, en que se trasladaron a Ceuta, situa- da en el norte de África, frente a la ciudad española de Algeciras.
Abenjaldún -como Polibio y Maquiavelo- creía en la “naturaleza cíclica del proceso histórico”. Podemos considerarlo el precursor de la metodología de la sociología histórica. En efecto, se anticipó a Vico y Turgot al destacar los “factores intrusos que influían en los procesos históricos debido a las migraciones de los beduinos y bereberes que vivían en el desierto”. En suma, consideraba que la historia era el resultado de un conjunto de procesos de cambio social.
Como dijo de él Arnold Toynbeeen el Estudio de la Historia:
“Ibn Jaldún concibió y formuló una filosofía de la historia que es sin duda el trabajo más grande que jamás haya sido creado por una inteligencia en ningún tiempo y en ningún país”.
Nómadas de Kazajistán
Su obra máxima fue Prolegómenos a la Historia en la que destacó la importancia de los factores inmanentes de las sociedades nómadas y sedentarias en su relación recíproca. En el prólogo de su libro Prolegómenos a la Historia, criticó las disciplinas desarrolladas en la Sunna y las tradiciones sunitas, enumerando siete errores fundamentales. Su libro se basaba en el análisis de las estructuras seculares y sagradas, así como por la “ignorancia de la naturaleza de las cosas nacidas de la civilización”.
Asimismo advirtió la importancia del “cambio social”, al afirmar que toda la sociedad “está en continuo proceso de transición” y que “los hechos históricos se relacionan con una época, un pueblo, un tipo particular de grupos sociales” y que asimismo tienen sentido dentro de esa relación. Su obra máxima se conoció en Europa recién a principios del Siglo XIX. La primera edición de los Prolegómenos se publicó en 1863.
Ésta tenía un prólogo titulado: “Las cosas sucedidas de la civilización”. Antoine Silvestre de Sacy había traducido algunos fragmentos de este libro. Pero serán los llamados sociólogos de la teoría del conflicto quienes lo rescataron: Gumplowicz en su libro Sociologische Essays del año 1899, le dedicó a Abenjaldún un capítulo que tituló “Un sociólogo árabe de siglo XIV”; Gustav Ratzenhofer y Franz Oppenheimer le elogiaron también.

Estudios sociológicos

Abenjaldún fue un pensador formidable, precursor de los estudios sociológicos contemporáneos, pues utilizó “categorías científicas” propias de la historiografía moderna. Es evidente que había leído a Aristóteles, al considerar que el hombre es por naturaleza “un ser social”. Asimismo reconocía la influencia del medio físico en la configuración de la organización social. Algunos autores consideran que Abenjaldún tiene mayor mérito que Vico al ser considerado padre de la filosofía de la historia. Lo notable es que, perteneciendo a una sociedad y a una época de arraigada tradición monárquica, tenía claro que el Estado era un ente absolutamente secular. En este sentido fue un precursor de Maquiavelo.
Población argelinaAsimismo, Juan Bodino(1530-1596), en su obra Los seis libros de la República, recogió muchos conceptos de Abenjaldún para la formulación de su método crítico de la historia: entre ellos el origen del Estado en las luchas entre agricultores y pastores. De igual modo, su teoría sobre los ciclos históricos parece haberse inspirado en las afirmaciones de Abenjaldún respecto a los cambios producidos por “evolución por adaptación lenta” (que Bodino llama “alteración”) y la afirmación que Abenjaldún hacía respecto a la “evolución por mutación rápida” (a la que Bodino llama cambio). También resulta llamativo el hecho que Bodino destaque -igual que el filósofo mograví- la influencia del “suelo” en las costumbres de los hombres de las ciudades que son mentalmente más móviles que los hombres del campo o de los pueblos agrícolas. Otras semejanzas se dan en la afirmación de que la familia y el lazo de parentesco es anterior a la subordinación política.
Por último Turgot en su obra Discurso sobre la Historia Universal (1751) expresa que “la lucha es la madre de todas las cosas”, afirmación que coincide con la teoría sobre los ciclos de lucha expuesta por Abenjaldún. Asimismo se ha observado que Herder también tomó ideas de Abenjaldún respecto a que los montañeses son más belicosos que los habitantes de las llanuras, aplicando la ley del más fuerte.
Oswald Speergler en su obra Decadencia de Occidente y el sociólogo Pitirim Sorokin en Dinámica Social y Cultural, reconocen haberse inspirado en las teorías de Abenjaldún. Otro tanto reconocieron De Maistre y Durkheim.

Conductas sociales

El sociólogo tunecino fue quien primero señaló la diferencia entre la vida de las ciudades, propensa al vicio, al lujo y a la desviación de las conductas sociales. Abenjaldún consideraba que la dura vida en el desierto fortalecía la solidaridad, el apego a las tradiciones y que convertía a sus habitantes en más resistentes a las duras condiciones ambientales que en las ciudades. En cierta forma se anticipó a los sociólogos de los siglos XIX y XX, entre ellos a Gumplowicz, Lester Ward, Ratzenhofer y Franz Oppenheimer en la teoría de la lucha.
Otro hallazgo de Abenjaldún fue definir el verdadero objeto de la historia, al señalar que ella nos daba una “comprensión del hombre o civilización” y nos enseñaba que los fenómenos que están conexos como “la vida salvaje, el refinamiento de las costumbres, la naturaleza de la solidaridad familiar y tribal, los diversos tipos de superioridad que consigue un pueblo sobre otro y que llevan al nacimiento de imperios y dinastías, las distinciones de rango y las ocupaciones a que se entregan los hombres, tales como las profesiones lucrativas, las ocupaciones relacionadas con la vida, con las ciencias y con las cortes; y todos los cambios que la naturaleza de las cosas pueden producir en el carácter de la sociedad”.
Abenjaldún fue un sociólogo “avant la lettre”, dado que su pensamiento estaba basado en “el carácter observacional” de sus obras. A su vez se anticipó al “determinismo histórico” que, años más tarde, señalarían Maquiavelo y otros sociólogos e historiadores. Decía que “el pasado y el futuro se parecían como dos gotas de agua”.
Asimismo consideraba que la vida nómada y la sedentaria eran dos tipos polares de los procesos sociales. Distinguía tres tipos de sociedades rurales: la agrícola, que criaba ganado menor y mayor y llevaba una vida sencilla; la pastoril que también criaba ganado menor y mayor, de gran movilidad territorial y los criadores de camellos, que adoptaban una vida nómada en el desierto. Estos últimos poseían un fuerte “esprit de corps” (Asabijja), basado en los “lazos de sangre o parentesco” que permanecen alerta y actúan cohesionados.
Sáhara mauritano
En otra de sus observaciones, sostenía que esa misma vida en el desierto era la que les desarrollaba el “esprit de corps”, que a su vez los convertía en combatientes para defender a la tribu y la familia. De allí que Abenjaldún afirmara que los grupos nómadas pastoriles son más valiosos que los habitantes de las ciudades.

Metodología de estudio y análisis

La metodología de estudio y análisis de Abenjaldún era empírica y se sustentaba en la contradicción entre los pobladores de las ciudades y de las zonas rurales, porque los primeros demostraban menos “esprit de corps” y estaban inclinados al lujo y a un lenguaje obsceno e individualista. Distinguía los “astutos” -a los que Pareto llamaría los “zorros”- de los “leones”, en la terminología de Pareto. Se anticipó a Vico como “filósofo de la historia” y en separar la política de la ética. Consideraba, como Aristóteles, “que el hombre es por naturaleza un ser social”.
Turgot en su obra Discurso sobre la Historia Universal (1751) y Herder adoptaron la teoría de Abenjaldún, según la cual los montañeses son más belicosos que los habitantes de las llanuras.
El erudito bereber Ibn Jaldún fue quien primero avizoró y profetizó la decadencia del imperio musulman extendido desde Arabia hasta España, incluyendo el Norte de África, ocurrida dos siglos antes de los acontecimientos acaecidos en Europa.
Abenjaldún se anticipó a otros científicos europeos en las teorías sobre la movilidad y el contacto cultural que generaban las
migraciones. A su vez, podemos decir que se anticipó a las llamadas teorías de la lucha, que fueron desarrolladas entre los siglos XVIII y XX por algunos sociólogos europeos.
Perfumes árabes
El profesor Miguel Cruz Hernández, en el volumen 3 de su obra: del pensamiento de Ibn Jaldún a nuestros días (Alianza Editorial, Madrid, 1996), destacó que los árabes pudieron realizar grandes conquistas en el Asia, África y en España merced a que respetaban las leyes musulmanas debido a la disciplina religiosa, antes que al temor a una autoridad (califa, rey o jeque). Este autor, asimismo, expresa que Ibn Jaldún “no fue un hombre de estudio encerrado en su despacho, sino un hombre de acción que durante gran parte de su vida intervino en luchas y conspiraciones…”
Destaca, este autor, también, que Ibn Jaldún era temerario y de carácter fuerte como lo demuestra su obra, en la que, verbigracia, cita la siguiente afirmación del mograví: “la experiencia es una linterna que ilumina el camino recorrido”. Por último, Ibn Jaldún se anticipa en varios siglos a Marx, en la afirmación que es el medio social y no la herencia “quien condiciona al individuo y los grupos sociales”.
Señalemos, antes de concluir esta reseña, que Ibn Jaldún fue contemporáneo al viajero Ibn Battuta (1304-1377), de los humanistas Francesco Petrarca (1304-1373) y Giovanni Bocaccio (1313-1375), así como de la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra (1338-1453) y del surgimiento del imperio timúrida (1380-1497).
Raúl Puigbó

lunes, 23 de julio de 2018

Los arboles están enojados

LOS ARBOLES ESTÁN ENOJADOS Y ANGUSTIADOS POR COMO LOS TRATAMOS A ELLOS Y A LA NATURALEZA



martes, 3 de julio de 2018

Cíentificos descubren que los árboles también tienen corazón

Cíentificos descubren que los árboles también tienen corazón

Hasta ahora, los científicos pensaban que el agua se movía a través de los árboles por ósmosis y de alguna forma esta permanecía en un continuo movimiento por el mismo.
Pero recientemente han descubierto que los troncos y las ramas de los árboles se contraen y expanden para “bombear” agua desde las raíces hasta las hojas, de manera similar a la forma en que nuestro corazón bombea sangre a través de nuestros cuerpos.
La única diferencia entre nuestro pulso y el de un árbol es que el de un árbol es mucho más lento, “latiendo” una vez cada dos horas más o menos, y en lugar de regular la presión arterial, el latido del corazón de un árbol, regula la presión del agua.
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Se creo que debido a lo lento que funciona el sistema es que tardamos tanto en percatarnos del mismo.
“Hemos descubierto que la mayoría de los árboles cambian regularmente de forma y en forma periódica, estos cambio estánsincronizados en toda la planta, lo que implica cambios en la presión del agua”, dijo András Zlinszky, de la Universidad de Aarhus, en los Países Bajos, a New Scientist.
En su estudio de 2017, Zlinszky y su colega Anders Barfod usaron un escáner láser terrestre para monitorizar 22 especies de árboles y poder documentar cómo cambiaba la forma de las copas de estos árboles.
Las mediciones se realizaron en invernaderos durante la noche para descartar el sol y el viento como factores en los cambios de forma de los árboles.
En varios de los árboles, las ramas se movían hacia arriba y hacia abajo aproximadamente un centímetro cada dos horas.
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Después de estudiar la actividad nocturna de los árboles, los investigadores llegaron a una teoría sobre el significado de estos cambios de forma y movimientos en los árboles. Ellos creen que este movimiento es una clara indicación de que los árboles están bombeando agua desde sus raíces. Es, en esencia, un tipo de “latido del corazón”.
Zlinszky y Barfod explican su teoría en su más reciente estudio en la revista Plant Signaling and Behavior.
“En la fisiología clásica de las plantas, la mayoría de los procesos de transporte se explican como flujos constantes con una fluctuación insignificante en el tiempo”, dijo Zlinszky a New Scientist. “Los modelos actuales no asumen ni explican fluctuaciones con períodos inferiores a 24 horas”.
Pero los investigadores aún no entienden completamente cómo funciona este movimiento de “bombeo”. Sugieren que tal vez el tronco aprieta suavemente el agua, empujándola hacia arriba a través del xilema, un sistema de tejido vegetal formado por células muertas, rígidas y lignificadas que conducen la savia y sostienen la planta cuya función principal es transportar agua y nutrientes desde las raíces hasta los brotes y las hojas.
En 2016, Zlinszky y su equipo publicaron otro estudio que demuestra que los abedules “se duermen” por la noche.
Los investigadores creen que la caída de las ramas de abedul antes del amanecer es causada por una disminución en la presión interna del agua del árbol. Sin fotosíntesis nocturna que impulse la conversión de la luz solar en azúcares simples, es probable que los árboles reserven algo de energía relajando las ramas que, de otro modo, estarían inclinadas hacia el sol.
Estos movimientos del abedul son circadianos, siguiendo el ciclo día-noche.
Su nuevo descubrimiento es algo completamente diferente, dicen, porque los movimientos ocurren a intervalos mucho más cortos.