martes, 1 de mayo de 2007

Revolución de terciopelo en Turquía








Todo el mundo anda distraído con las turbulencias políticas y sociales de Turquía pero sin saber muy bien lo que allí ocurre. Lo cierto es que las movilizaciones que se han estado produciendo últimamente, patrocinadas en su mayor parte por ONG's de filiación occidental y americana, constituyen una prueba fehaciente de que en Washington y Tel-Aviv están nerviosos por cuanto pueda ocurrir en este país de Asia Menor.


El problema ha surgido repentinamente y casi de la nada, poniendo encima de la mesa la cuestión de la secularidad del poder político a raíz de la pretensión de un islamista moderado por acceder al cargo de presidente de la República, lo cual es indicativo de que en Turquía aún juega algo la posibilidad de que esa separación entre el poder religioso y el político pueda desaparecer, lo que al mismo tiempo parece que tiene preocupado a más de uno dada la importancia geoestratégica de este país.


Vale la pena aquí hacer unos breves apuntes acerca de la famosa división entre autoridad espiritual (representada por la religión) y el poder político. En Occidente esta división se vienen dando desde la emergencia misma del cristianismo, el cual produjo la escisión dando lugar a la aparición del Papado como representante en la tierra de una autoridad de origen sobrehumano, y por otro lado el Emperador, que perdió todo su carácter sagrado y sus funciones quedaron relegadas a lo meramente político, recibiendo su legitimidad del Papa a partir de entonces.


Con anterioridad la separación entre autoridad espiritual y poder político o temporal era inexistente, ya que quien desempeñaba el cargo de jefe político de un Estado era a su vez quien representaba en la tierra y ante sus súbditos un poder celeste, venido de lo alto que legitimaba su dirección política sobre el conjunto de la comunidad. Era así como el César era no sólo un jefe político, sino que su poder estaba revestido de un carácter sagrado y sobrehumano que le investía de soberanía. Evidentemente esto implicaba que el poder político se encontraba unido a una determinada confesión religiosa común para todos los integrantes del Estado, y que era justamente la que daba legitimidad a las estructuras y organización política de la comunidad. Era, por así decirlo, la figura que hacía de puente entre este mundo y aquel otro, divino, del cual recibía su poder y legitimidad.


Sin embargo, esta distinción entre autoridad espiritual y poder político, o más bien, esta división, no es conocida en Asia, y mucho menos en Oriente. Así, es muy común que algunos países islámicos la máxima autoridad política sea un integrante de la comunidad religiosa, como ocurre en Irán.


Por el contrario, el caso de Turquía es particular, no sólo porque oficialmente sea un país con mayoría musulmana, sino porque existe esa separación entre lo que hoy los modernos llaman religión y política que apareció primeramente en Europa. Esto fue así tras la caída del Imperio Otomano y la instauración por parte de Atatürk de la actual República de Turquía, en la que se estableció la separación ya señalada.


Las reformas impulsadas por Atatürk significaron la creación y consolidación de Turquía como Estado moderno, y simultáneamente la modernización del país equiparándolo en cierto modo a sus vecinos occidentales. En la práctica supuso la occidentalización del país y el alejamiento con respecto a sus orígenes y raíces tradicionales.


En cierto modo esta gran modernización de Turquía como país y su equiparación a los demás países del área occidental sería la garantía de las potencias atlantistas, EE.UU., Israel y Reino Unido, para utilizar el territorio turco como base de operaciones durante la guerra fría y como zona geoestratégicamente vital para proyectar el control sobre los yacimientos de petróleo en Oriente Próximo y Asia Central. Así, Turquía se convirtió en un fiel aliado de los intereses americanos orientando su política exterior en claro respaldo de las potencias atlantistas. Aún hoy sigue constituyendo un enclave fundamental para el despliegue de tropas y la proyección del poder aéreo americano sobre Oriente, habiendo sido fundamentales las bases emplazadas en aquella zona de cara a los bombardeos sobre Iraq antes, durante y después de la última guerra del golfo.


La emergencia de grupos islámicos, tanto moderados como más o menos radicales (estos sin demasiada presencia política), pone nervioso a aquellos que están más interesados por que Turquía siga siendo un país laico y claramente alineado a la política internacional de Occidente, y consecuentemente a los intereses del eje Washington-Londres-Tel-Aviv. De ahí que no les haya bastado con el reciente comunicado por parte del ejército turco acerca de la secularidad de la República, sino que aún han desplegado todo su aparato organizativo existente en Turquía para movilizar a los sectores más pro-occidentales para mantener el vigente statu quo.


Se trata de un país muy occidentalizado en lo social, económico, político y cultural, en el que la población está deseosa por alcanzar el sueño occidental que les vende la publicidad, todas las ventajas que le atribuyen a vivir dentro de un sistema occidental en el que poder realizar todas esas fantasías de un estilo y forma de vida plenamente "avanzado": progreso económico, bienestar material, crecimiento, etc…, y por todo esto no están dispuestos a que se interponga por el camino quien pueda obstaculizar semejantes aspiraciones.


Parece que estamos asistiendo a una especie de revolución naranja pero a lo turco, en la que los EE.UU. por medio de las ONG's que tiene desplegadas en el país está realizando presión para evitar que la política exterior turca se pueda ver alterada y menoscabe sus intereses en la región. Esto, por el momento, no es más que una demostración de fuerza para hacer valer su posición y poder.


Es muy posible que todo siga como estaba, pero sin duda comenzarán a profundizarse las divisiones internas en Turquía entre quienes disienten de la línea pro-occidental del país y quienes tienen muchos intereses en juego en Occidente, actuando desde dentro de Turquía como fieles y leales colaboradores de los EE.UU. y el stablishment.


Sólo cabe desear el fracaso de las pretensiones americanas en la región y que Turquía pase a asumir una política propia e independiente a la del atlantismo, aquella por la que asuma su compromiso real por la desmantelación del mundo unipolar que hoy tiene instaladas innumerables bases militares sobre suelo turco, y por ello un retorno definitivo a sus tradiciones culturales y espirituales.


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(29/04/07 Novopress.info)