MAPUCHES, NACIONES & RACISMOS. Fragmentación Vs. Unidad Latinoamericana
14/01/2017Europa, Latinoamérica, Política internacional, Política nacional, Racismo
Los lectores más atentos se habrán preguntado porque Pájaro Rojo no publicó nada sobre la feroz represión sufrida por un poblado de mapuches en Cushamen, Chubut, a la vera del ferrocarril conocido como La Trochita que antaño servía para unir poblaciones que solían quedar aisladas en los crudos inviernos patagónicos y hoy es sólo un pingüe emprendimiento turístico. Fue más o menos por esa época, hace dos décadas, que el menemato acabó con el tren y Luciano Benetton compró (no lo sé pero intuyo que la mayor parte serían terrenos fiscales) unas 800 mil hectáreas. Tal como suele suceder en estos casos (si no me creen, pregúntenle a los sionistas que colonizaron Palestina) la compra se hizo con las poblaciones allí radicadas, como quien compra un inmueble con inquilinos con el propósito de ir desalojándolos más temprano que tarde.
Los motivos por los que Pájaro Rojo no publicó nada de un asunto tan importante e ilustrativo del cariz y orientación de este gobierno (una task force de los buitres, la definió Horacio Ghilini; un Partido del Extranjero que deja como una fábula naïf al Eternauta, sostiene coincidentemente Pájaro Rojo desde un comienzo) fueron dos. El primero es no tener ninguna información mejor que la brindada por boletines de internet, blogs y compañeros individuales y los medios del periodismo tradicional, en ese orden. El segundo porque el medio electrónico que tenía no sé si mejor pero si más información, al menos de los que pude ver, fue Resumen Latinoamericano, dirigido por Carlos Aznárez (cuya redacción fue reciente y más que sospechosamente allanada y desvalijada). Y resulta que Resumen Latinoamericano presentaba todas sus noticias bajo la volanta “Nación Mapuche”.
“Nación” es un término polisémico, pero al menos en su primera acepción parece indicar que Resumen Latinoamericano, es decir Aznárez, considera que los mapuche no son argentinos, sino que constituyen o deberían constituir una nación aparte de la Argentina y de Chile, ya que esa primera acepción, según la RAE (a la que Pájaro Rojo siempre consulta y a veces hasta le hace caso) es “conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo Gobierno”. Con lo que hablar de una “nación mapuche” equivaldría a desconocer las autoridades nacionales y provinciales de ambas repúblicas.
Una larguísima digresión
Nos encontramos aquí con la misma disyuntiva que respecto al País Vasco (Euskal Herría) donde Aznárez vivió durante el menemato; él es abertzale (patriota) y firme partidario de la completa independencia de Euskadi de España y yo, hijo y nieto de socialistas de Alsasua (cuna de Herri Batasuna) no estoy para nada seguro de que esa sea la mejor opción para los vascos… y los navarros, al menos los del norte, sobre los que no hay dudas de que son mayoritariamente vascos. Y es que se da la paradoja de que Pamplona (Iruña) fue al mismo tiempo la capital de un reino francés y la capital histórica de los vascones, pese a lo cual Navarra es hoy una comunidad autónoma distinta y separada de la de Euskadi… lo que mi abuelo socialista, Constantino Salinas, intentó evitar por todos los medios antes de la Guerra Civil, entendiendo cabalmente que, a menos que Euskadi y Navarra se unieran, Navarra caería en manos de la reacción carlista, tal como sucedió el mismo 18 de Julio de 1936, cuando se ejecutó el golpe de Estado que derivó en una cruenta guerra que duró casi tres años. Y es que, como lo prueba entre otras (como el corrimiento de las fronteras polacas al socaire de la rivalidad de sus poderosos vecinos, Rusia y Alemania) la historia de los Balcanes, es sumamente peligroso pretender exclusividades étnicas sobre territorios. Doy un ejemplo: Kosovo fue en la antigüedad el lugar donde estaban los santuarios católico-ortodoxos de los serbios, pero en 1389 el emperador Lázaro, perdió cerca de Pristina, la actual capital kosovar, la “Batalla de los Mirlos” contra el sultán turco Murat, con lo que la región cayó bajo la influencia otomana e islámica. Desde entonces, y sobre todo a partir del renacimiento nacionalista del siglo XVIII, Kosovo se convirtió para los serbios en una tierra a reconquistar, objetivo que se logró 1913, cuando Serbia derrotó a Turquía y conquistó Kosovo y parte de Albania, que unos pocos años después pasaron a formar parte de Yugoeslavia (el país de los eslavos del sur). Desde entonces, las mayorías de origen turco-musulmán de Kosovo bregaron por la reunificación con Albania, no por la independencia, pero aprovechando la guerra civil de desmembramiento de la República Federal Yugoeslavia, Estados Unidos y Alemania inventaron de la nada un estado independiente gobernado por con mano de hierro desde hace más de una década por Hashim Thaçi, un desalmado tratante de mujeres y de todo lo que pueda imaginarse, desde heroína, cocaína y armas hasta de riñones de los prisioneros serbios de su Ejército de Liberación Kosovar (UÇK, por sus siglas en albanés) que en una muestra de exquisita hipocresía el Departamento de Estado mantuvo en la lista de organizaciones terroristas al menos hasta 2010 (no tengo noticias de que luego la hayan retirado) por sus evidentes vínculos con Al Qaeda.
Retomando
La digresión viene a cuento de mi resistencia a aceptar sin más la denominación “pueblos originarios”, pues me parece sumamente peligrosa, y no sólo porque hay muchos expertos que sostienen que todos los pueblos amerindios se fueron distribuyendo por el vasto continente americano luego de cruzar el estrecho de Bering procedentes de Asia. Sucede que en épocas precolombinas, y aún hasta el siglo XVIII, las relaciones entre las diferentes etnias de aborígenes distaron de ser idílicas, y así como los incas dominaron a una multitud de pueblos incluso los del norte argentino, los mapuche (gente de la tierra, en su idioma, el mapudungun) dominaron y absorbieron gradualmente a una serie de etnias que poblaban desde mucho antes la Patagonia agrupadas bajo el nombre genérico en mapudungun de puelches (gente del Este) y tehuelches (gente brava).
Los españoles llamaron a los mapuche “araucanos” considerando que eran originarios de la región chilena de Arauco, y lo cierto es que por entonces los mapuche eran en gran medida nómades y que fueron especializándose tanto en el dominio de los caballos, hasta convertirse en eximios jinetes, como en el tráfico de ganado en pie a través de la cordillera.
Todo esto viene a cuento de que considero un grave error basarse (como hacen hoy la mayoría de quienes se reivindican mapuches con el indisimulable apoyo de Londres) en razones “ancestrales” para reivindicar la posesión de terrenos en los cuales viven desde hace muchas décadas cuando lo pueden hacer como cualquier ciudadano invocando pedestre posesión veinteañal. Porque si hay algo que está claro es que los mapuche tienen derecho a vivir donde viven y a desarrollarse allí, si lo desean, inmersos en su cultura, asimilándose gradualmente al resto de los argentinos y resistiendo dicha asimilación, como hacen por diferentes motivos, algunos grupos, siendo claro ejemplo de ello una parte de los judíos (en general, por motivos religiosos; en general porque se consideran judíos antes que argentinos) y de los gitanos (me parece que, sobre todo, para defenderse de la hostilidad de los payos)
Respecto al término “nación” cierto es que la RAE aclara que también puede llamarse así legítimamente a una tribu, y que su tercera acepción es “conjunto de personas de un mismo origen que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común”, con lo cual puede aplicársele a los mapuches que viven en Cushamen, Chubut a la vera de La Trochita, el viejo Expreso Patagónico.
En estas disquisiciones me encontraba, cuando me llegó esta nota escrita en La Señal por su director, el compañero Gabriel Fernández que resultado mucho menos vueltero y más conciso que quien escribe, que como buen pájaro, se ha ido por las ramas. Comparto la nota y su posición.
Racismos y soberanía
Por GABRIEL FERNANDEZ *
Como la temática vuelve a introducirse, es pertinente refrescar algunas ideas. La riqueza humana de América latina está en el mestizaje, que nos involucra a todos, y no en la pureza racial. No somos europeos, no somos pueblos originarios. Somos hombres y mujeres de este tiempo que han sintetizado en su ser y en su accionar aquellas historias. Especialmente en la Argentina la dignidad se elevó cuando tantos migrantes del interior dejaron de ser indios para ser trabajadores argentinos y cuando los migrantes europeos dejaron de ser gallegos, tanos, alemanes, “turcos” o “rusos” para ser trabajadores argentinos.
El planteo racista de ser Europa en América o de ser Nación Indígena con fronteras divisorias de los países del Sur, combina muchos factores equívocos: el primero es la idealización de algún pasado, cualquiera de ellos; luego, la no admisión de su irrecuperabilidad; pero sobre todo, la apuesta por la división regional que nos debilita en lugar de impulsar la integración. América latina, que creció concreta y notablemente a través del establecimiento del Mercosur primero y del Unasur después, no necesita más fronteras, sino menos. Pero eso no es todo.
Efectivamente resulta preciso plantear el tema y luchar contra la presencia de las empresas de Lewis y Benetton, entre otros, en nuestro territorio nacional. Y ningún argentino –sepa que lo es, o no- debe ser reprimido por bregar contra esas compañías. En el tema tierras, como en Malvinas, como en la soberanía financiera y en la industria nacional, el gobierno macrista y varias gestiones provinciales demuestran que operan en beneficio externo y no a favor del país cuyo Estado comandan.
Entonces, un problema central es resolver cómo retomar la administración de los resortes esenciales de la Nación; a partir de allí disponer las medidas precisas para garantizar la soberanía en todos los órdenes. En ese marco, otro de los pasos que será imprescindible adoptar es impedir el surgimiento de quiebres territoriales en el seno de la propia República Argentina. Y desplegar una tarea económica, comunicacional y cultural adecuadas e imbricadas, para que ningún sector de nuestra sociedad pueda sentirse ajeno a ella y alzar en su interior banderas de otros estados, por muy originarios que pretendan ser.
N. del E.: Comentario final: Como puede apreciarse en diversas fotografías, el lonco Jones Huala (asín como su hermano Facundo, al que la Gendarmería le destrozó la mandíbula de un tiro) no parece un ejemplo de pureza étnica. Mi sospecha y prejuicio es que muchos “cabecitas negras” de la Patagonia, a la vista del racismo imperante, han descubierto al llegar a la adultez que es mucho más copado (y susceptible de recibir ayudas no solo de los culposos progres de las ciudades sino desde el Norte industrializado) ser mapuche que “negro de mierda” . En la tarea de volver irreconciliables el ser mapuche con el ser argentino convergen los fascistas argentinos que reivindican “la conquista del desierto” y los colonialistas británicos, deseosos que las muchas posesiones de la Corona y de gringos como Lewis estuvieran en una débil nación mapuche y no dentro de una Argentina soberana. Que Argentina perdiera la Patagonia también le conviene en general, a todos los quieren disputarle su “pedazo de la torta” antártica.
- Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica
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