martes, 5 de junio de 2007

La nueva estrategia de EEUU en Líbano: la guerra secreta contra

LIBANO

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La nueva estrategia de EEUU en Líbano: la guerra secreta contra
Hizbulá
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Alberto Cruz

CEPRID
31-05-2007

        Un viejo aserto periodístico dice que la redundancia ayuda a
comprender mejor el lenguaje, así que vamos una vez más con ello: el árbol
de Irak no nos deja ver el bosque de Oriente Medio. Absortos en nuestro
propio ombligo, nos comportamos como los niños que se tapan los ojos para
alejar de sí una realidad que no les gusta. Eso pasa con Irak cuando nos
negamos a reconocer que hay más variantes de las que parecen a la hora de
definir lo que está sucediendo en ese país, y pasa también en Líbano cuando
la realidad nos vuelve a golpear en el rostro. Llega la realidad y no es que
nos encuentre dormidos, sino alienados.

        En poco menos de un año hemos asistido a dos acontecimientos
predecibles pero que, al producirse, pillaron a mucha gente por sorpresa. El
primero fue la guerra del pasado verano y vuelve a suceder ahora con los
enfrentamientos entre una organización aparentemente palestina vinculada al
islamismo más ortodoxo y el Ejército libanés. En un artículo publicado el 13
de julio de 2006, nada más iniciarse la guerra, este autor decía lo
siguiente: "En Líbano no hay un enfrentamiento sectario al estilo iraquí,
pero el radicalismo suní está en auge en zonas como Trípoli y Akkar, donde
parece que Al Qaeda se está haciendo fuerte" (1).

        Guste o no, el avance de Al Qaeda en Oriente Medio es muy rápido y
el terreno está abonado con la guerra de Irak. De hecho, Al Qaeda es como el
alien de la película de Ridley Scott: un bicho que crece dentro del cuerpo,
se va alimentando de él y cuando es lo suficientemente fuerte ataca a su,
digamos, progenitor. Scott podría haber colocado un letrero en su película
que dijese "basada en hechos reales". Unos hechos que tuvieron lugar en
Afganistán durante la ocupación soviética. El alien de entonces eran los
islamistas de todo el mundo que se dieron cita en esa tierra, que crecieron
gracias a la generosa ayuda de los EEUU y Arabia Saudí y, tras la salida
soviética del país, evolucionaron hacia el fenómeno de Al Qaeda.

        El alien Al Qaeda es hoy independiente en Irak y mantiene varios
frentes abiertos (contra los ocupantes, los suníes y los shíies, a quienes
combate por considerarles apóstatas), pero aún no puede vivir por sí sólo en
Líbano y necesita de un cuerpo para alimentarse. Ese cuerpo pudiera ser
Fatah al Islam, una organización que no se identifica abiertamente como
integrada en Al Qaeda pero sí dice ser "comprensiva con los hermanos" [en
referencia a Al Qaeda] y compartir con ellos su prédica política y
religiosa. Fatah al Islam se identifica a sí misma como "seguidores de la
tradición salafista de la nación islámica", dice tener presencia "en la
tierra de Al Sham" (2) y en uno de los pocos documentos que se conocen de
este grupo, fechado en febrero, llama a los musulmanes de todo el mundo a
luchar contra "los enemigos de Alá", critica a "los líderes apóstatas" y,
especialmente, a Hamás por haber firmado el acuerdo con Fatah para lograr un
gobierno de unidad nacional y acusaba a Hamás de haber hecho "cesiones en
los derechos de los palestinos".

        ¿Cuáles son las razones por las que se produce este enfrentamiento
entre un grupo insertado en un campo de refugiados palestinos, pero no
compuesto únicamente por árabes de esta nacionalidad sino que serían
minoría, y un ejército que se mantuvo al margen durante el mes largo que
duró la guerra contra Israel? Estas son algunas de ellas.

        El segundo informe de Ban Ki-moon

        El pasado 7 de mayo, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon,
hizo público su segundo informe (el quinto en total desde el fin de las
hostilidades del verano pasado) sobre Líbano. En él sigue el camino trazado
con anterioridad y se separa aún más de la pretendida equidistancia mostrada
por su antecesor, Kofi Annan, en el informe publicado antes de retirarse del
cargo en diciembre de 2006, el tercero por orden cronológico. Nada de lo que
Ban Ki-moon recoge en ese informe tiene desperdicio (3) y las acusaciones a
Hizbulá por no desarmarse y a Siria e Irán son constantes a lo largo de las
14 páginas y 66 puntos del documento.

        Ki-moon repite hasta la extenuación que el gobierno libanés es
"legítimo" (olvidando que la dimisión de los ministros shiíes y un cristiano
le deja sin legitimidad constitucional), por lo que no ha lugar a las
protestas que se vienen produciendo desde el mes de noviembre del año pasado
en pro de un gobierno más representativo y de unidad nacional; insiste en
que continúa el tráfico de armas desde Siria hacia Hizbulá (dando por buenas
las tesis israelíes en ese sentido y avalando, así, la constante violación
de la Resolución 1701 por parte de Israel puesto que continúan con los
vuelos de sus aviones de guerra y de espionaje), y a pesar de haber dicho en
su anterior informe del 14 de marzo pasado que antes de junio iba a estar
lista la cartografía que sanciona si las granjas de la Shebaa son libanesas
o sirias dice ahora que el cartógrafo "continúa con su trabajo" y pide a
ambos países que se pongan de acuerdo en los límites territoriales y
fronterizos. Esta petición no es una simple fórmula para trazar una nueva
raya en un mapa, es vital para lograr que el Consejo de Seguridad de la ONU
apruebe la extensión de la misión de la FINUL a la frontera con Siria para
controlar el tráfico de armas que, asumiendo las tesis israelíes, se
produciría a lo largo de la frontera.

        El informe de Ban Ki-moon se dio a conocer tras el fracaso de la
pretensión de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña de que el Consejo de
Seguridad aprobase una nueva resolución sobre Líbano reforzando al gobierno
de Siniora y acusando a Siria e Irán de continuar apoyando con armas y
dinero a Hizbulá. El intento de aprobar dicha resolución fue parado por
Rusia y China, así como por otros países miembros del CS de la ONU como
Ghana y Sudáfrica. En el borrador que fue parado se pedía que el CS de la
ONU formase una "misión independiente" formada por "un comité de expertos de
la ONU" para controlar la frontera (4). Una misión que iba a estar compuesta
por países europeos y a la que se invitaba a egipcios y jordanos, los dos
únicos países árabes de la zona que mantienen relaciones diplomáticas con
Israel.

        Fracasado el intento, había que mostrar a los países reticentes, y
al mundo en general, que los objetivos que se prentendían eran loables. Nada
más iniciarse los combates en Nahr al Bared las acusaciones a Siria se han
reproducido en la práctica totalidad de los medios. De Fatah al Islam se
sabe poco más que es una organización escindida de Fatah Intifada y de ahí
deducen que cuenta con el patrocinio sirio. El gobierno libanés y sus
mentores occidentales se han apresurado a acusar a Siria de estar detrás de
este grupo con el objetivo, según ellos, de dificultar la puesta en marcha
del tribunal internacional que investiga la muerte del primer ministro Rafiq
Hariri. Desde hace casi dos años el tema Hariri (un multimillonario sunita
estrechamente vinculado al régimen saudí y, en concreto, al principe Bandar
bin Sultan, hoy Consejero de Seguridad de Arabia Saudí) es la única
explicación que tiene un gobierno corrupto y neoliberal para explicar lo que
pasa en Líbano y que no es más que una muestra de su seguidismo hacia las
políticas neoliberales diseñadas por el FMI y el BM y su propia corrupción e
incompetencia.

        Puede que haya implicación siria, pero también puede que no. Lo que
sí es evidente es que Fatah al Islam se dio a conocer en otoño del año 2006,
coincidiendo con la proclamación del Estado Islámico en Irak por parte de Al
Qaeda. Y para quienes conocemos la situación en los campos de refugiados
palestinos es evidente que no tiene nada que ver con Siria.

        Durante una visita a algunos de los campos de refugiados palestinos
ubicados en Líbano (Nahr Al Bared, Ein el Helwe, Chatila y Burj el Barajne)
en diciembre de 2006, inmerso Líbano en una impresionante movilización
popular por un gobierno nacional representativo (5), destacados
representantes del Consejo Popular que gobierna Nahr el Bared hablaron
directamente a este autor sobre la existencia entre ellos de Fatah al Islam,
a quien no otorgaban el calificativo organización palestina por estar
compuesta mayoritariamente, según decían, por saudíes, marroquíes,
argelinos, jordanos, yemeníes y egipcios "muchos de ellos jihadistas en
Irak". Otros representantes de Ein el Helwe mencionarion que tras los
enfrentamientos entre milicianos de otra organización islamista, Jund al
Sham, y otras organizaciones palestinas como Asbat al Ansar, también
islamista radical, y que causó dos muertos, parte de los integrantes de Jund
al Sham se habían trasladado "al norte" y habrían ingresado en Fatah al
Islam. Para abundar aún más en la sospechosa aparición de este grupo en
Líbano ya entonces se comentaba que la financiación para su crecimiento ha
provenido de los saudíes y del propio hijo de Hariri, Saad, con una doble
finalidad: limitar el prestigio de Hamás entre los palestinos y, sobre todo,
de Hizbulá.

        La guerra secreta de EEUU contra Hizbulá

        El tiempo, implacable juez, acaba dando la razón a quien la tiene a
pesar de las campañas que difunden los medios de comunicación de masas en
occidente. Ya nadie puede discutir que la victoria de Hizbulá sobre Israel
es tal vez el hecho más notorio de la historia en lo que va de siglo XXI,
puesto que termina con uno de los mitos del siglo XX: la invencibilidad de
Israel. Es lo que los expertos en Oriente Medio comienzan a identificar como
"el efecto Hizbulá" y que ha puesto patas arriba el diseño neocolonial en
esa zona del mundo. De ahí que desde casi el mismo momento de constatar la
derrota de Israel, los EEUU hayan puesto en marcha una guerra secreta contra
el movimiento político-militar libanés.

        Varios diarios (el británico The Guardian, el libanés The Daily Star
y el estadounidense New Yorker, por ejemplo), han venido publicando desde el
mes de enero noticias o informes en ese sentido. En marzo, el periodista
Seymour Hersh decía que el vicepresidente estadounidense Dick Cheney, el
consejero de Seguridad Nacional Eliot Abrams y el príncipe saudí Bandar bin
Sultan -a su vez consejero de Seguridad Nacional en su país- habían acordado
financiar a Fatah al Islam "como contrapeso de Hizbulá". El 12 de abril el
Daily Star mencionaba que los EEUU habrían destinado 60 millones de dólares
para reforzar a las fuerzas del Ministerio del Interior (policía) y a
organizaciones suníes identificadas por el diario como "jihadistas" aunque
no mencionaba en concreto a ninguna de ellas. Unos días más tarde, The Asia
Times ofrecía un amplio reportaje en esta misma línea: "Irak ha llegado a
Líbano. Los centenares de jihadistas que están desparramados entre los más
de 400.000 palestinos que viven en los campos [de refugiados] se integran en
las filas de Ansar al Islam o Fatah al Islam, siguen claramente los
designios de Al Qaeda y tienen experiencia de combate adquirida en el campo
de batalla iraquí luchando contra la ocupación de los EEUU" (6). Y el propio
Hizbulá, a través de su canal de televisión Al Manar, reforzaba la tesis
afirmando que la presencia de jihadistas en Líbano es parte de una
estrategia de EEUU, Israel y Arabia Saudí que busca una guerra regional
entre suníes y shíies que daría pie a la partición de Irak y a la que
segurían la partición de Siria y Líbano (7).

        El plan estadounidense está siendo puesto en marcha por el gobierno
de Fouad Siniora, que no ha dudado ni un momento en acusar a Siria de
amparar y armar a Fatah al Islam. Con este episodio, por una parte, se crean
fuertes tensiones con el fin de provocar un ablandamiento de la postura de
los países críticos con el intento de EEUU, Francia y Gran Bretaña de
aprobar una nueva resolución en el Consejo de Seguridad para extender la
misión de la FINUL y controlar la frontera con Siria con la excusa del
contrabando de armas y justificar una suerte de tutela internacional sobre
Líbano. Aquí va a tener el nuevo presidente francés, Nicolás Sarkozy, su
prueba del nueve para saber si mantiene la política de su predecesor Jacques
Chirac (que ha recibido favores y dinero de Saad Hariri y que, en
contraprestación, le apoyó incondicionalmente tras la muerte de su padre en
atentado).

        Por otra, se prueba al Ejército libanés en un papel en el que nunca
hasta ahora se había visto envuelto desde los acuerdos de paz de Taif: la
represión interna. Lo que se está viendo es la posibilidad de un
enfrentamiento en el futuro entre Hizbulá y el Ejército libanés, de ahí que
el movimiento político-militar desde el primer momento haya mostrado su
apoyo al Ejército. En una declaración algo compleja Hizbulá ha denunciado
los ataques de Fatah al Islam contra el Ejército libanés al tiempo que
critica al actual gobierno ("sentimos que hay alguien que desea arrastrar al
Ejército a esta confrontación y lucha sangrienta para servir a proyectos y
objetivos bien conocidos") y pide una solución política a la crisis para
evitar mayores castigos a la ya castigada población palestina de los campos
(8). Más explícito ha sido el secretario general de Hizbulá, Hassan Nasrala,
al decir que "el problema en el norte puede ser solucionado políticamente y
a través de la judicatura de una manera que proteja al ejército libanés,
nuestros hermanos palestinos, el estado y la paz y estabilidad sin
transformar Líbano en un campo de batalla en el cual luchemos con Al Qaeda a
nombre de los americanos". Nasrala fue mucho más allá y dijo, con
cuntundencia, que lo que pretende el imperialismo es una confrontación de Al
Qaeda y Hizbulá y que por ello "trae a tantos combatientes de Al Qaeda de
todo el mundo a Líbano" (9).

        Nasrala dijo también, en un aviso al gobierno Siniora y las fuerzas
que lo apoyan, que "el Ejército [libanés] es el guardián de la seguridad,
estabilidad y unidad nacional", por lo que le respetan como "la única
institución" capaz de preservar esos aspectos y que un ataque contra el
Ejército es "la línea roja" que Hizbulá no tolerará que sea traspasada por
nadie. Además, pone el dedo en la llaga afirmando que la ayuda militar que
está siendo entregada por EEUU es peligrosa y pregunta al gobierno Siniora
"¿dónde estaban esas armas cuando Israel bombardeaba sus posiciones y
vehículos?, es algo que hay que preguntar a los libaneses, a los palestinos
y a los árabes". Nasrala ha acusado en reiteradas ocasiones a la
Administración Bush en desencadenar la "fitna", es decir, "la fragmentación
dentro del Islam" en referencia a las tensiones y enfrentamientos sectarios
entre suníes y shiíes.

        Pero hay más. La OTAN tiene previsto construir una base militar en
Qleiat, muy cerca de Trípoli -donde se asienta el campo de Nahr el Bared- y
de la frontera norte con Siria. Acogería un escuadrón de helicópteros,
unidades de fuerzas especiales y formaría al Ejército libanés y a la policía
(10) y la zona ya habría sido visitada a mediados de abril por una
delegación de militares estadounidenses, alemanes y turcos de la OTAN para
buscar el emplazamiento ideal.

        EEUU y sus aliados europeos y árabes están haciendo todo lo posible
por evitar la caída del gobierno de Siniora porque eso sería percibido por
el pueblo árabe como una señal inequívoca de la decadencia de los EEUU en
Oriente Medio. Por eso, todo cambio en la actual correlación de fuerzas en
Líbano (donde la población de religión shíi está infrarepresentada en el
gobierno pese a ser el 40% de la población total de Líbano) debe ser
bloqueado, de ahí la resistencia de Siniora a aceptar la democrática
petición de las fuerzas opositoras: gobierno de unidad nacional o adelanto
de las elecciones.

        El fiasco de las promesas de ayuda de París III

        A este escenario hay que añadir que la ayuda prometida por las
potencias occidentales y gran parte de los países árabes al gobierno de
Siniora en la cumbre de París del mes de enero (casi 8.000 millones de
dólares) no sólo no llega, sino que está generando deuda. El ministro de
Hacienda, Jihad Azour, ha tenido que reconocer que la situación de
empantanamiento político le va a suponer a Líbano mil millones de dólares
puesto que no se pueden poner en marcha las medidas económicas neoliberales
prometidas para conseguir esa ayuda. Para ello se necesita la aprobación del
parlamento y la oposición lo tiene claro, no habrá quorum mientras no se
convoquen elecciones o se instaure un gobierno de unidad nacional. No hay
que olvidar que Arabia Saudí tiene grandes intereses financieros en Líbano
que no se podrán poner en marcha mientras persista la situación de bloqueo
actual.

        El día 10 de mayo el gobierno de Siniora firmó un acuerdo con el FMI
para supervisar el gasto del Estado libanés, lo que fue duramente criticado
por Hizbulá, Amal y el Movimiento Patriótico Libre (la organización
mayoritaria dentro de los cristianos y compuesta en su mayor parte por la
clase media y media-baja de esta religión). La inestabilidad refuerza a
Siniora, da argumentos a quienes mueven los hilos desde fuera y atenaza en
cierta forma a la oposición puesto que se ve obligada a posicionarse con el
gobierno, aunque sea indirectamente al apoyar al Ejército libanés. Eso es
algo que buscaba el gobierno prooccidental y neoliberal de Siniora, puesto
que en su interior ha habido más de una crítica hacia lo que consideran
"complicidad con la oposición" de un sector del Ejército que, en su mayoría,
está compuesto por shíies.

        Y con todo este panorama una pregunta: si tanto interés tiene la ONU
en aplicar las resoluciones sobre Líbano ¿para cuándo la 194, el derecho al
retorno de los refugiados palestinos? El plan que la Liga Árabe desempolvó
tras la victoria de Hizbulá incluye este derecho, pero en las negociaciones
que saudíes, egipcios y jordanos están manteniendo con emisarios
estadounidenses e israelíes se habla ya de aceptar un retorno simbólico. Los
palestinos, de nuevo, como los grandes parias de la hsitoria, se convierten
en moneda de cambio y en carne de cañón.
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        (1) Alberto Cruz, "La lección de Hizbulá"
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=34516

        (2) El salafismo es la tradición de seguir a los primeros creyentes
de la generación de Mahoma. La referencia a Al Sham es histórica y supone el
área que hoy engloba a Palestina, Líbano y Siria.

        (3) Quinto informe semestral del Secretario General sobre la
aplicación de la resolución 1559 (2004) del Consejo de Seguridad.
S/2007/262. 7 de mayo de 2007

        (4) The Daily Star, 20 de abril de 2007.

        (5) Alberto Cruz, "Hizbulá lee a Gramsci"
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=43303

        (6) The Asia Times, 20 de abril de 2007.

        (7) Al Manar, 23 de abril de 2007.

        (8) Al Manar, 20 de mayo de 2007.

        (9) Al Manar, 25 de mayo de 2007.

        (10) Al Diyar, 15 de abril de 2007.

        Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Especializado en
Relaciones Internacionales.

       
albercruz@eresmas.com
 
(Fuente: Resumen Latinoamericano )