viernes, 14 de marzo de 2008

Israel en Colombia/Un invento llamado "el pueblo judio"

Israel en Colombia
Luego del "fuego cruzado" que en julio pasado mató a 11 diputados cautivos de las FARC, el comandante Raúl Reyes advirtió que mercenarios estadounidenses, ingleses e israelíes merodeaban por las selvas amazónicas con el propósito de "dar de baja" a algunos jefes de esta organización.

(José Steinsleger – La Jornada) Colombia - Profecía autocumplida. El primero de marzo, el vocero y negociador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) fue asesinado por el ejército mientras pernoctaba con otros guerrilleros en un campamento montado en Sucumbíos, provincia de Ecuador lindante con Colombia. La operación contrainsurgente llamó la atención de los expertos militares. Previsiblemente, Washington justificó y defendió la operación militar ordenada por el presidente Álvaro Uribe, su fiel y único aliado en América del Sur. No obstante, y acaso de un modo no tan invisible, quien también sintió regocijo fue el general Israel Ziv, ex comandante del regimiento de Gaza, y el de más alto rango entre los oficiales israelíes que ocupan tareas relacionadas con el entrenamiento de personal en el gobierno colombiano.
Los nexos militares entre Israel y Colombia datan del primer lustro de 1980, cuando un contingente de soldados del Batallón Colombia "… uno los peores violadores de los derechos humanos en el hemisferio occidental, recibieron entrenamiento en el desierto del Sinaí por algunos de los peores violadores de los derechos humanos en Medio Oriente", según el investigador estadounidense Jeremy Bigwood.
Experto en utilizar la ley de Libertad de Información para liberar documentos censurados por el gobierno de EEUU, Bigwood observa que el entrenamiento de los jóvenes paras colombianos no podría haberse dado sin el permiso expreso de las más altas autoridades de las fuerzas de defensa de Israel.
El caso es que en aquellos años los latifundistas y ganaderos de la región caribeña del Urabá y el Magdalena Medio (Uribe entre ellos) no estaban conformes con la "inoperancia" del ejército (leáse: "estado de derecho") en su lucha contra las guerrillas de las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Por lo que, en 1983, un grupo de jóvenes "idealistas" de su propia clase social viajó a Israel, y no precisamente para estudiar el "socialismo agrario" del pueblo elegido.
De familia terrateniente, Carlos Castaño tenía entonces 18 años. Dieciséis meses después, henchido de "fervor patrio", retornó a Colombia y trató de aplicar a pie juntillas lo aprendido en el curso 562 impartido por el Ejército de Defensa (sic) de Israel. Revistó en el Batallón Bombona pero, desilusionado, concluyó que el ejército no mataba "en serio".
Junto con su hermano mayor (Fidel), Carlos organizó el escuadrón de la muerte Los Tangueros, nombre tomado de su rancho Las Tangas. En Mi confesión declara: "De hecho, el concepto de 'autodefensa' en armas lo copié de los israelíes". Concepto que rápidamente se desdibujó conforme los grupos paras de distintas regiones del país amarraban sus intereses con los de las mafias políticas del narcotráfico. Cosa que inquietaba a los agentes de la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés). Gran boom editorial, el testimonio de Castaño (serie de entrevistas realizadas por el periodista español Mauricio Aranguren Molina) se explaya en las connotaciones que usualmente disocian lo "militar" de lo "paramilitar". En Mi confesión queda claro que, en teoría, un ejército institucional se ajusta al "monopolio de la violencia" que le confiere el Estado. En cambio, los paramilitares matan con apoyo de la "mano invisible" del mercado, que regula las restricciones legales del Estado burgués.
La modalidad "paramilitar" cuenta con algunas ventajas: permite, por ejemplo, que funcionarios, políticos, intelectuales, medios de comunicación y "analistas serios" se rasguen las vestiduras hablando de los "extremos de uno y otro signo". Pero en su testimonio, Castaño destaca las relaciones que cultivó en el curso 562 con el coronel del Ejército Alfonso Martínez Poveda y "otros hombres del Batallón Colombia".
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(Fuente: Red Eco Alternativo: 12/03/08)

Un invento llamado "el pueblo judío"
Tom Segev para Haaretz. Traducido por Nadia Hasan. Revisado por Caty R
2008-03-11
 
La Declaración de Independencia de Israel señala que el pueblo judío nació en la Tierra de Israel y fue exiliado de su patria. A todos los estudiantes israelíes se les enseña que esto sucedió durante el período del gobierno romano, en el año 70 de la era cristiana. La nación se mantuvo fiel a su tierra, a la que empezó a regresar tras dos milenios de exilio. Falso, dice el historiador Shlomo Zand, en uno de los libros más fascinantes y retadores publicados en mucho tiempo. Nunca existió un pueblo judío, sólo una religión judía, e incluso el exilio nunca ocurrió, por lo tanto no hay retorno. Zand rechaza la mayoría de las historias acerca de la formación de la identidad nacional en la Biblia, incluyendo el éxodo desde Egipto y, más concretamente, los horrores de la conquista bajo Joshua. El autor afirma que todo eso es ficción y un mito que ha servido de excusa para el establecimiento del Estado de Israel.


Según Zand, los romanos no exiliaron naciones enteras y a la mayoría de los judíos se les permitió permanecer en el país. El número de exiliados fue, como mucho, de unos cientos de miles. Cuando los árabes conquistaron el país, muchos judíos se convirtieron al Islam y fueron asimilados por los conquistadores. Así, resulta que los progenitores de los árabes palestinos fueron judíos. Zand no inventó esta tesis: 30 años antes de la Declaración de Independencia, fue expuesta por David Ben-Gurion y Yitzhak Ben-Zvi, entre otros.


Si la mayoría de los judíos no fueron exiliados, ¿cómo es posible que llegaran tantos a casi todos los países del planeta? Zand dice que emigraron por su propia voluntad o, si se encontraban entre aquellos exiliados de Babilonia, permanecieron allí porque así lo decidieron. Contrariamente a las creencias convencionales, la religión judía intenta inducir a miembros de otras confesiones a convertirse en judíos, lo que explica cómo llegaron a ser millones de judíos en el mundo. Como señala, por ejemplo, el Libro de Ester, «Y muchos de los pueblos de la tierra se convirtieron en judíos; por el miedo que los judíos dejaban caer sobre ellos».


Zand hace referencia a muchos estudios existentes, algunos de los cuales se escribieron en Israel pero se desviaron fuera del discurso central. También describe detalladamente el reino judío de Himyar, en el sur de la Península Arábiga, y el de los judíos berebéres, en el norte de África. La comunidad judía de España emanó de los árabes que se convirtieron al judaísmo y llegaron con las fuerzas que arrebataron España a los cristianos, y de los individuos nacidos en Europa que también se convirtieron al judaísmo.


Los primeros judíos de Askenaz (Alemania) no procedían de la Tierra de Israel y no llegaron a Europa del Este desde Alemania, ya que se convirtieron en judíos en el reino de los jázaros, en el Cáucaso. Zand explica el origen de la cultura Yiddish: no fue una importación judía desde Alemania, sino el resultado de la conexión entre los vástagos de los jázaros y alemanes que viajaron hacia el este, algunos de ellos como comerciantes.


Encontramos entonces que los miembros de una variedad de pueblos y razas, rubios y negros, morenos y amarillos, se convirtieron en judíos en gran número. Según Zand, los sionistas necesitan inventarse –para ellos mismos– una marca étnica compartida y una continuidad histórica producto de una larga serie de invenciones y ficciones, junto con una invocación de tesis racistas. Algunas fueron urdidas por las mentes de quienes concibieron el movimiento sionista, mientras que otras se ofrecieron como resultados de estudios genéticos realizados en Israel.


El Profesor Zand enseña en la Universidad de Tel Aviv. Su libro, 'When and How Was the Jewish People Invented?' (Publicado en hebreo por Resling), tiene la intención de promover la idea de que Israel debería ser un «estado para todos sus ciudadanos» –judíos, árabes y otros– en contraste con su declarada [de Israel] identidad como un estado «judío y democrático». Historias personales, una prolongada discusión teórica y abundantes bromas sarcásticas no ayudan al libro, pero sus capítulos históricos están bien escritos y cita numerosos hechos e ideas que sorprenderán a muchos israelíes cuando lo lean.


(Fuente: oic.palestina.org)

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