Soberanías de papel
Por: Oscar Taffetani (APE)
Fecha publicación: 04/10/2007
'Christie's remata un cerro  argentino al mejor postor', tituló un diario la semana pasada. La conocida  intermediaria londinense subastaba -con una base de 15 millones de dólares- una  fracción de 25 hectáreas vecina al lago Nahuel Huapi, muy cerca  de la ciudad de Bariloche.
Incluido en el paquete iba un pequeño cerro de  250 metros de altura, con envidiable vista al lago y a la ciudad.
En 24  horas los rematadores recibieron cuatro ofertas por ese mismo lote, todas  relacionadas con proyectos de hotelería. Y no habían pasado dos días desde la  publicación de esa noticia cuando ya los diarios estaban publicando otra  similar, esta vez relativa a una propiedad de 1.976 hectáreas, también sobre la  costa del Nahuel Huapi, aunque en la provincia de Neuquén, valuada en 33  millones de dólares.
Como es de suponer (más allá de los escozores que a  algunos les provoque) no hay ninguna ley que impida a los propietarios de  tierras, sean connacionales o extranjeros, vender esas tierras al comprador que  les plazca, del origen que les plazca, a condición de que ese comprador tenga  los dólares o los euros suficientes.
Así fue como herederos de antiguas  familias argentinas se desprendieron de las joyas de su abuela, de las de su tía  y de cualquier otra que les quedaba en el alhajero, entregándoselas a inversores  de Europa y los Estados Unidos, durante la alegre década del '90 y los años que  siguieron.
Si los compradores interesados hubieran sido de la Venezuela  chavista, del Irán 'eje del mal' o de la Cuba de Castro, entonces los herederos  de esas antiguas familias argentinas... ¡también les hubieran  vendido!
(Qué se le va a hacer, los negocios son el único principio  verdaderamente no negociable del capitalismo).
Entonces, permítasenos una  sonrisa irónica, un tanto descreída, cuando vemos la palabra  'desnacionalización' en boca de ciertas empresas monopólicas locales, o en boca  de empresarios 'argentinos' cuyo único Norte ha sido (y es y será) la  rentabilidad. Y cuyo único Sur es el de las canchas de ski o los SPA  cordilleranos.
No. Esas lágrimas de cocodrilo no merecen ser tomadas en  serio. No merecen una sola lágrima real, ni una brizna de tristeza real, por  parte de los hombres y mujeres que tienen auténtico derecho a esta  tierra.
¿Qué seguridad? ¿qué  fronteras?
'Cada vez más extranjeros son dueños de costas y  fronteras', titulaba un diario argentino en octubre de 2005, marcando que los  cientos de miles de hectáreas vendidas constituían 'lugares clave para el país,  por su potencial económico y sus recursos naturales'.
El relevamiento se  basaba en un informe de la Secretaría de Seguridad Interior (SSI), heredera  pobre y devaluada de la primitiva Superintendencia de Seguridad y Fronteras  creada por decreto 15.385/44 del presidente de facto Edelmiro J.  Farrell.
Decía entre otras cosas, aquel artículo, que la SSI  había recibido en tan solo un año y medio 1.000 solicitudes para comprar tierras  en zonas de frontera y que sólo había concedido, hasta esa fecha, once pedidos,  que involucraban unas 120 mil hectáreas.
También se indicaba que el 91%  de las explotaciones mineras autorizadas en el país -un total de 63 proyectos-  estaba en manos de empresas multinacionales.
Luego, el  diario hacía una lista de grandes propietarios extranjeros de tierra,  como los italianos Benetton (un millón de hectáreas en la Patagonia), el  norteamericano Douglas Tompkins (con estancias en Santa Cruz y en Corrientes),  el inglés Charles Lewis (quien llegó a alambrar el Lago Escondido, en El Bolsón,  considerándolo parte de su propiedad); la corporación norteamericana AIG (que ya  tiene el 7% de la superficie de la provincia de Salta); el magnate  norteamericano Ted Turner (con estancias en Chubut, Neuquén y Tierra del Fuego),  los anglo-malayos de Walbrook (más de 300 mil hectáreas en el sur de Mendoza);  el grupo Nikkon (700 mil hectáreas en Fiambalá, Catamarca) y grupos chilenos que  compraron bosques y papeleras en Misiones.
Otro informe que se  citaba, éste elaborado por la Federación Agraria Argentina,  aportaba en 2004 un dato revelador: de los 31, 4 millones de hectáreas de  tierras de este país que estaban 'disponibles', 17 millones (es decir, el  53,8%), ya habían sido vendidas a consorcios extranjeros. El resto, un 46,2%,  estaba hipotecado en bancos del Estado (es decir, estaba en la antesala de la  ejecución y la venta).
Aquí, con ese dato de la Federación Agraria,  hagamos una comparación tan indeseable como necesaria, que nos mostrará la  magnitud de la entrega: En 2004 (es decir, hace apenas tres años), consorcios  estadounidenses, británicos y trasnacionales ya controlaban un territorio  continental argentino equivalente a quince veces el de las islas Malvinas. Y eso  sin contar las ejecuciones hipotecarias y las nuevas ventas y subastas que iban  a producirse. No disponemos de información más reciente.
Ahora bien ¿qué  soberanía rige en esos territorios? ¿qué policía? ¿qué ley?
Esto es  parte, insoslayable, del estado de las cosas.
Un chiste de  Minguito
El ya desaparecido actor Juan Carlos Altavista había  construido, allá por los '70 y '80, un simpático personaje televisivo llamado  Minguito Tinguitella, que solía terciar en las discusiones de café con frases  insólitas.
Cierta vez, cuando los compañeros de mesa discutían sobre la  soberanía argentina sobre las islas Malvinas, Minguito cerró la discusión con un  categórico '¡Sí señó, Bariloche es argentino!'
Para el público de aquella  época, recordemos, la soberanía territorial sobre un enclave turístico como  Bariloche, en la provincia de Río Negro, estaba fuera de discusión. Ahí estaba  la gracia del chiste.
Treinta años después, ese chiste de Minguito no  haría reír a nadie, ya que cualquier argentino, con años o sin ellos, podría  permitirse dudar de que Bariloche, con su Isla Victoria, su Cerro Tronador y su  Cerro Catedral, sea territorio argentino.
A esta altura de la  desnacionalización -perdón por la franqueza- nadie está muy seguro de  nada.
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