sábado, 17 de febrero de 2007

Escucha hermano, así fue como sucedio







En El Nombre de Dios, El Clemente, El Misericordioso


ESCUCHA HERMANO, ASI FUE COMO SUCEDIO


por el Dr. Ali Shariati


(material extraído de la Revista "Mensaje del Islam" Nº 1

mayo 1986, Ramadan 1406)





El Dr. Ali Shariati, ya fallecido, fue un escritor incansable, un intelectual com-

prometido, ansioso por hacer llegar su mensaje; al mismo tiempo poseía un

gran genio y poder creadores. No es posible presentar aquí toda su obra o sus

ideas, dado que siempre tenía algo nuevo que decir o sobre lo cual escribir. El

único método correcto para llegar a comprenderlo mejor es referirnos directa-

mente a los escritos que nos legó en el transcurso de su breve pero activa vida.

Suman cientos las conferencias, discusiones, respuestas a preguntas y análisis y

escritos sociológicos e históricos.

La mayor parte de los mismos han sido con frecuencia reproducidos en su país

y en el extranjero, en miles de copias; juntos forman algo así como la "Enciclo-

pedia del Islam". Una mirada a los títulos de sus trabajos y conferencias demos-

trarán que siempre estaba a la búsqueda de nuevos tópicos y asuntos, y que

su mente nunca cesó en su actividad creadora. Su guía fue el Islam puro de sus

primeros adeptos devotos y el Corán.

A pesar del gran número de sus escritos, rara vez volvía escribir sobre el mismo

asunto y es, por tanto, necesario hacer referencia a todo lo que él escribió pa-

ra poder apreciar su pensamiento en toda su dimensión. Mas abajo relaciona-

mos los títulos de algunos de sus trabajos accesibles a nosotros y la fecha en que

fueron escritos para honrar su memoria; la memoria de una corta vida, con u-

na firme fe, que creó una nueva corriente del pensamiento entre los jóvenes e-

ducados, tanto en las universidades como en los círculos tradicionales.

El Dr. Alí Shariati, después de haber sido arrestado y torturado muchas veces

y después de haber estado, por última vez 18 meses en prisión, fue liberado, y

con la ayuda de sus amigos pudo obtener un pasaporte con nombre falso. A-

bandonó Irán en mayo de 1976 para continuar su lucha en el exterior; pero

después de un mes la Savak (Policía secreta del régimen del Shah en Irán),

con la ayuda del Servicio de Inteligencia de Inglaterra, lo encontró. Finalmen-

te Shariati fue mártir bajo las sucias manos de la Savak, en junio de 1976.

Su recuerdo permanecerá eternamente en nuestro corazón. Y su pensamien-

to será la luz del camino de los seguidores de la justicia y el verdadero Islam.


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En El Nombre de Dios, el Misericordioso, el Compasivo


Había escrito algunas notas sobre las cuales les hablaría esta noche,

notas a modo de conclusión, relativas a las cosas que les había conversado

en noches pasadas. Pero las palabras de nuestro amigo Parviz Khorsandi, de

quien puedo añadir con toda certeza que es el escritor de prosa de mayor

fuerza que actualmente sirve a nuestra fe, cambiaron completamente lo que

ansiaba decirles, desviaron mis sentimientos y la dirección de mi pensamiento.

Sentí que debía comunicarles sobre la reminiscencia que tuve y le mencioné a él.

Si hablo por mí mismo es porque deseo contarles ese recuerdo, un recuerdo

relacionado conmigo, con los de mi clase en este mundo, con mi sociedad, mi

ciudad y mi historia. Por una parte estoy asociado con los grupos cultos de hoy

y ustedes saben cómo piensan, qué actitud tienen frente a la religión, que metas

persiguen y qué idioma y cultura ostentan. Por la otra, provengo de un área, una

tierra, un desierto, de un lugar casi deshabitado, donde no hay felicidad ni

prosperidad. La vida solamente es aridez y pobreza, colmada de dificultades.

Por la sangre de mis antepasados no corre una gota de nobleza, si es que la

consideramos como algo medible en términos de oro, de plata y de poder; mi

punto de vista sobre la clase y la sangre no es ése. Se que mis antepasados,

mis padres, generación tras generación, desde edades que se pierden en el

horizonte de la historia, nacieron en la pobreza y vivieron con tribulaciones

y privaciones. Poseedor de estas particulares características trabajo en el

estudio de la civilización. Conozco su continuidad y pensaba que las

grandes culturas, con sus obras, constituían el mayor honor del genio de la

humanidad. En cualquier país o ciudad por mi visitados buscaba

inmediatamente los grandes monumentos de la civilización anterior, y así

podía saber, ver y oír, que efectos había producido esa tribu o grupo

humano con sus creaciones y qué había aportado a la posteridad.

En Grecia, estuve en el Templo de Delfos. Me sentí sobrecogido por la

grandeza de las edificaciones y por la belleza y esplendor de aquella obra.

En Roma, visité el Museo de Arte y Arquitectura: vi enormes templos llenos

de gloria y magníficos castillos del Lejano Oriente, de China, de Camboya y

Viet Nam. Hay grandes montañas esculpidas por las manos del hombre. El

ha usado sus ojos y sus nervios para convertirlas en templos para los dioses

y para los representantes de estos en la tierra, los sacerdotes de las religiones.

Estas cosas, en mi modo de pensar, eran la mayor y más amada herencia de la

humanidad.

Sucedió, este año cuando viajé al Africa a conocer las tres pirámides de Egipto.

Repentinamente todos mis sentimientos brotaron. Me apresuré a visitar las

admirables pirámides sintiendo que realizaba un peregrinaje por las

prodigiosas ruinas de una de las siete maravillas del mundo; estaba pleno

de alegría por disponer de tal oportunidad. Busqué un guía que me pudiera

explicar la razón de las formas de las pirámides, su historia, su maravilla,

belleza y secretos. Esclavos cargaron ochocientos millones de peñas de Aswan

(el sitio donde luego se construyó la famosa represa) hasta El Cairo. Elevaron

nueve perámides, seis de las cuales son pequeñas, y las otras tres, grandes y

mundialmente conocidas. Transportaron ochocientos millones de rocas desde

una distancia de novecientos ochenta kilómetros. Colocaron una sobre otra y

levantaron un monumento para que los cuerpos momificados del Faraón

y de la Reina fueran enterrados en su interior. La camara funeraria

propiamente dicha, que es muy grande, está construída solamente con cinco

bloques de piedra. Cuatro de ellos constituyen las paredes y una el techo.

Para concebir el volumen y el peso de la roca que forma el techo, es necesario

saber que está hecha de un bloque de mármol sobre el que están colocados

varios millones de grandes peñas extendidas hasta el vértice de la pirámide.

El techo ha soportado este peso durante cinco mil años. Quedé maravillado

por la monumentalidad de lo que surgía ante mis ojos. A trescientos o

cuatrocientos metros de la pirámide había algunas piedras que parecían

haber caído en desorden las unas sobre las otras. Le pegunté al guía que

significaba aquello. Me contestó: "Nada. Son solamente piedras".

Le insistí me informara el por qué estaban allí. El dijo que eran criptas

cavadas a lo largo de varios kilómetros bajo tierra. Le interrogué: ¿Por qué?

El dijo: "Treinta mil esclavos trabajaron durante treinta años acarreando

estas inmensas rocas sobre sus espaldas a través de distancias de más de

mil kilómetos. Morían a montones a causa del peso. Diariamente se le

reportaba al Faraón la muerte de cientos de personas." Si, pensé para mí,

el sistema de la esclavitud, como dice Schwartz, no permitio la invención

de la palanca ni de la rueda. El guía continuó: "Lanzaban los esclavos a

un hueco enorme, los enterraban y ponían a otros a trabajar en su lugar".

Le dije: "me gustaría verlos, a los miles de esclavos aniquilados y ya

convertidos en polvo". Y me contestó: "No hay nada que ver allí. Las

piedras han caído las unas sobre las otras, y sobre las criptas de miles de

esclavos quienes, bajo las órdenes del Faraón, fueron enterrados cerca de él.

Como habían trabajado para él en esta vida, seguirían haciéndolo después

de muertos, aunque esta vez en espíritu". Le dije al guía: "Por favor,

déjeme solo, no necesito de su compañía. Iré solo". Fui a sentarme cerca

de las tumbas y sentí una relación familiar, muy próxima entre mi persona

y aquellos que dormían en ellas. Ambos somos de la misma raza. Es cierto

que yo soy de un país y ellos de otro. Soy de una raza y ellos de otra, pero

estas son divisiones crueles para separar a los seres humanos, de manera

que familiares se vuelvan extraños y extraños se conviertan en parientes.

Aparte de estas divisiones, sentí que pertenecía a su raza, jerarquía y familia,

y que padecía sus sufrimientos. Cuando, ahora, volví la mirada hacia las

grandes pirámides, me hallé totalmente extraño a su grandeza, gloria y

majestad. Pero no. Sentí odio hacia su grandeza, arte y civilización. Todos

los grandes monumentos que las civilizaciones han levantado a lo largo de

la historia han sido edificados sobre los huesos de mis antepasados. Mis

antepasados, esclavos también, construyeron la Gran Muralla de China,

y aquellos que no pudieron soportar el peso de las piedras fueron aplastados

por ellas, y así formaron parte de la Gran Muralla. La Muralla de China y

todas las murallas y monumentos y grandes ruinas de las civilizaciones,

fueron fabricadas de la misma manera, con grandes piedras levantadas

sobre la carne y la sangre de mis antepasados. Sentí odio y rabia. Observé

que la civilización es una maldición. Es el resultado de miles de años de

opresión y esclavitud. Me senté entre el grupo de tumbas y sentí que todos

los que estaban durmiendo en ellas eran mis hermanos.

Regresé a mi alojamiento y le escribí una carta a uno de mis innumerables

hermanos esclavos. Retrocedí en el tiempo cinco mil años. Le expliqué todo

lo que había sucedido en cinco mil años, después de su muerte; en los que,

esclavos y esclavitud, habían continuado existiendo bajo formas variadas.

Escribí:


Hermano, tú nos has dejado; pero nosotros hemos seguido construyendo

grandes civilizaciones, ejemplos de grandes victorias, para los que ostentan

grandes honores. Ellos han invadido nuestras aldeas y pueblos. Nos han

capturado y nos han utilizado como animales de carga, obligándonos a

construir sus tumbas. Si nuestra resistencia llegó a flaquear, nos usaron

como piedras del edificio.Pero si completamos la edificación, el honor

de la obra recayó sobre el nombre de otro y ni el recuerdo del nombre

quedó para nosotros. A veces nos llevaron a la guerra, guerra contra

personas que ni siquiera conocíamos. Blandimos nuestras espadas contra

alguien a quien no odiábamos, gentes que habían nacido como nosotros,

de la misma clase y con el mismo destino. Nos llevaron ante los ojos de

nuestros envejecidos y agobiados padres que nos esperaban. Sus

aspiraciones sobre nosotros nunca se vieron realizadas. Estas guerras,

como lo ha dicho un erudito, eran entre dos grupos que no se conocían,

para personas que no luchaban, pero que sí se conocían. Nos tomaron a

nosotros, fuimos destruidos y masacrados. Si eramos derrotados, nuestros

padres y madres sobrellevarían nuestro dolor y nuestra muerte, la

destrucción de nuestras aldeas y la destrucción de nuestros campos. Si

salíamos victoriosos, el poder y la gloria serían de otro y nunca

compartiríamos su victoria ni su botín. ¡Si, hermano!, después de tí muchos

cambios tuvieron lugar. Grandes y poderosos Faraones de la historia

torcieron el rumbo del pensamiento. Fuimos felices. Ellos creían que sus

espíritus eran eternos y que vagaban alrededor de las tumbas, y que si sus

cuerpos permanecían intactos, el espíritu mantenía contacto con el cuerpo,

y siguiendo esta creencia nos obligaron a ti y a mi a realizar sus grandes

tumbas y hacer de ellos unos asesinos.

Después se convirtieron en intelectuales y no pensaron más sobre la muerte.

Se liberaron de las antiguas ideas. Supimos de grandes noticias. Quedamos

libres de edificar tumbas y de cargar ochocientos millones de rocas desde

una distancia de mil kilómetros para apilarlas las unas sobre las otras.

Pero hermano, escucha. Esta fue solamente una felicidad pasajera, del

momento. Después de tu partida atacaron nuestras aldeas y nos hicieron

esclavos nuevamente. Una vez más nuestros hombros y espaldas soportaron

el peso de grandes piedras y columnas. Pero esta vez no para sus tumbas, a

las cuales no les daban importancia, sino para sus palacios. Grandes palacios

fueron construídos con nuestros huesos y nuestra sanfre. Fueron edificados

para erguirse orgullosos sobre la tierra, y a su lado se levantaron la tumbas

de otra de nuestras generaciones. Hermano, en el momento en que una

esperanza nos dejaba otra se abría paso entre nosotros. Los grandes profetas

Arios se levantaron, además de los profetas de raza amarilla. El gran Zoroastro,

Mani, Buda, el sabio Confucio y el profundo Lao Tsu. Se abrió una ventana

hacia nuestra salvación. Dios había armado a sus mensajeros para liberarnos

del sufrimiento y de la esclavitud, para que la fe y el culto reemplazaran la

opresión y el servilismo.

Ahora, hermano, escúchame. Esos mensajeros escogidos bajarían del lugar

sagrado de sus votos, y sin tomarnos en cuenta, sin mencionar nuestros

nombres ni acordarse de nosotros, se instalarían en los palacios. Creímos en

Confucio que habló tanto de la sociedad y de humanidad. Vimos como se

acercó al Ministro y fue el compañero de la princesa de China. Y Buda, él

mismo un gran príncipe, se separó de todos nosotros a través de retiros y

ascetismo, buscando su ser interior, el "nirvana" - nosotros no sabemos

donde está ese lugar- y creó grandes pensamientos. Zoroastro fue profeta en

Azarbuyjan. Le dio la espalda a nuestros lacerados cuerpos y a nuestro lamento,

de miles de años, vertido sobre las tumbas de nuestros hermanos esclavos.

Se dirigió a Balk y se separó de nosotros en las comodidades del palacio de

Gushtasb. Mani habló de la luz y combatió la oscuridad. Susurró palabras de

luz en los oídos de los prisioneros oprimidos. Y nosotros dijimos: "Y es él

quien habla de salvarnos". Pero recogió sus palabras de luz y le entregó el

pergamino a Shapur, el sasánida. Escribió una elegía a su coronación. Su

mayor honor fue que visitó Sarandib, Balk y la India, formando parte del

séquito de Shapur. Y luego nos decilucionó con estas palabras: "Todo el que

es derrotado pertenece a la esencia de la oscuridad y todo el que sale

victorioso partenece a la escuela de la luz".¿No es cierto que a través de la

historia nosotros hemos sido derrotados?.

¡Escucha hermano! Ustedes fueron los sacrificados de los grandes

monumentos funerarios y yo lo fui por el esplendor de los grandes palacios.

Repentinamente me dí cuenta que, junto a los Faraones y Reyes que nos

hicieron esclavos, había otros que eran los sucesores de los profetas y de

los líderes religiosos oficiales. De Palestina a Irán, de Egipto a la China,

en cualquiera de estas civilizaciones fuimos obligados a cargar piedras

para construir pirámides, grandes palacios o gloriosos templos.

Luego servimos a los profetas y a sus herederos. Ellos ataron nuestras

manos de otra forma, y en el nombre de la religión nos designaron. Nos

hicieron luchar en el nombre de "Yihad" (Guerra Santa, lucha religiosa y

espiritual) por la religión. Fuimos enviados a otros campos de batalla;

estuvimos donde quiera que ellos quisieron enviarnos. Nos obligaron al

sacrificio de nuestros hijos ante sus deidades, ante sus ídolos, ante los altares

de sus templos.

¿No sabes, hermano, que en todos los templos reina el olor de la sangre

de nuestros hijos inocentes? Pasamos miles de años sufriendo situaciones

peores de las que tú sufriste. Construímos tumbas, palacios y catedrales.

Las deidades junto con los Faraones, Reyes y sus representantes, cayeron

sobre nuestras vidas. Tres quintos de toda la herencia y riqueza del Irán

nos fueron sustraídos en el nombre de los Sacerdotes Magi y de Aura

Mazda. Para ellos éramos campesinos y esclavos. Los sacerdotes de Dios

se apropiaron de cuatro quintos de toda la superficie cultivable del país.

Trabajamos sin retribución alguna para los templos, y edificamos todos

los grandes palacios de Roma y de la China, y perecimos en el proceso.

Pero yo, que he vivido miles de años después que tú y he visto la muerte

de todos nuestros hermanos y de nuestra generación, sentí que los dioses

también estaban iracundos contra los esclavos y que la esclavitud está

basada en diferentes leyes. Los sacerdotes y los hombres religiosos son

otro instrumento para fortalecer los palacios, las tumbas y para justificar

el sistema. Por lo tanto, como dicen los eruditos, hombres como Aristóteles,

que piensan y entienden mejor que nosotros: "Algunos han sido creados

para la esclavitud y otros para ser señores". Me convencí que nosotros

habíamos sido creados para ser esclavos y edificar monumentos y que ése

era nuestro destino. Nuestro destino era levantar grandes pesos, ser oprimidos

y flagelados, y nada más fuera de estas tres cosas. Pero entonces, hermano,

me llegaron noticias que un hombre llamado Muhammad (BP) había bajado

de una montaña y había gritado a las puertas del un templo: "Yo he venido

de Dios". Temblé ante el temor de que esto no fuera más que una nueva

forma de decepción, una nueva opresión, y cuando él empezó a expresar

sus ideas yo no le creí. "Yo he venido de Dios. Dios ha querido que todos

los esclavos y gente pobre sean ayudados para que hereden la tierra".

Me sentí maravillado. Cómo es posible que Dios hable a los esclavos, a los

pobres y les prometa salvación, el liderazgo y la herencia de la tierra: no

podía creerlo. Y me dije: "Es un príncipe como los otros profetas del Irán,

de la China y de la India, quienes han sido llamados a profetizar para crear

una nueva fuerza con la ayuda de alguien poderoso". Pero me contestaron:

"No. Es un huérfano. Sabemos que es un pastor. Sus ovejas pacen justo

detrás de la colina". Y me dije: ¡Maravilla!¿Cómo es que Dios lo ha elegido

de entre los pastores? Y me contestaron: "El es el último eslabón en la cadena

de los profetas pastores (Abrahámicos). Sus antepasados fueron todos pastores

mensajeros." Temblé de felicidad o de admiración, ya que por primera vez

un profeta había surgido de entre nosotros.

Encontré fe en él y vi a todos mis hermanos congregados a su alrededor:

Bilal, un esclavo nacido de madre y padre esclavos de Etiopía y extranjeros

en esta nueva tierra; Salmán, un vagabundo del Irán que fue vendido como

esclavo; Abu Dharr, un pobre hombre desconocido del desierto; Salem, un

poco valioso esclavo negro de la esposa de Houzayfeh, todos se habían

hecho sus seguidores. Creí en él y tuve fe en él, porque su palacio era unas

cuantas habitaciones de barro que él mismo había ayudado a construir. Su

lugar de descanso era una lámina de madera cubierta con hojas de palma

de dátiles. Esas eran todas sus pertenencias. Ese fue todo el esfuerzo que le

pidió a sus seguidores para construir su morada. Mientras vivió se mantuvo

de esa manera, y a la hora de su muerte todavía era de esa manera.

Yo venía del Irán. Había escapado de la gran y poderosa secta sacerdotal de

Zoroastro que siempre nos tomaba como esclavos para sus guerras con el fin

de obtener más poder. Yo había llegado a su ciudad y había vivido entre los

esclavos, vagabundos y gentes que no tienen refugio en el mundo hasta que

la muerte hace pesados sus párpados. Se había corrido una cortina sobre la

luz de nuestro sol. Y luego hermano, vi cómo una vez más se construían

grandes y gloriosos templos en su nombre, y cómo se blandían las espadas,

en cuyas hojas desnudas se leían versos "Yihad" del Corán. Otra vez las arcas

del tesoro público estaban repletas con los frutos de los que habíamos sido

despojados. Representantes de este hombre cayeron de nuevo sobre nuestras

aldeas y se llevaron a nuestros hijos como esclavos para sus líderes y jefes

tribales. Vendieron a nuestras madres en el mercado de esclavos, mataron

a nuestros hombres en el nombre de una "Guerra Santa" y saquearon todas

nuestras pertenencias en el nombre de "impuestos religiosos".

Perdí la esperanza. ¿Qué podíamos haber hecho, hermano? Había surgido un

poder que escondía a los ídolos tras un ropaje unificado. Llamas de engaño

fueron encendidas en los templos, ante los altares de Dios. Las mismas

imágenes de Crasus y del Faraón, que tú conoces bien, hermano, flagelaron

a la humanidad en el nombre del Califato de Dios y del Califato del Profeta.

Nos humillaron con los argumentos de falsas interpretaciones de las leyes

religiosas, y con las mentiras de caras piadosas que se habían unido a los

Faraones y a los Crasus. Nuevamente caímos en esclavitud para construir

la Gran Mezquita de Damasco.

Una vez más a costa de grandes sufrimientos, los gloriosos "Mihrabs", los

grandes palacios como el Palacio Verde de Damasco y los palacios de los

Califas de las Mil y Una Noches de Bagdad, fueron construidos a expensas

de nuestra sangre y de nuestras vidas y esta vez esto fue hecho en el Nombre

de Dios. Nuevamente creíamos que el camino a la salvación estaba cerrado

para nosotros y que nuestro destino siempre sería la esclavitud y el sacrificio.

¿Quien había sido este hombre? ¿Estaba el engaño escondido en su mensaje?

¿O estábamos siendo sacrificados por un sistema, un sistema que nos había

dejado pudrir en las oscuras prisiones? Saquearon completamente nuestros

campos, nuestras posesiones y nuestro destino. ¿Estábamos ambos, ese profeta

y yo, decepcionados? No lo sé. No tengo ningún sitio a dónde ir. ¿A donde iré?

Regresaré a mis sacerdotes de Zoroastro?¿Cómo regresar a los templos que

siempre colaboraron con la estructura del poder y están llenos de engaños?

¿Iré con los líderes que pretenden ser los emisarios de la libertad en mi país?

Estas eran personas que habían perdido el poder de sus familias en Khorasan,

Sistan y Gorgan tratando de establecer un nuevo gobierno revolucionario, y

ahora estaban luchando para reestablecer el poder de sus familias e implementar

el anterior sistema de ignorancia. ¿Iré a las mezquitas? ¿Qué diferencia había

entre las mezquitas y los templos? De repente, hermano, vi los sables cuyas

hojas fueron cubiertas con los versos del Yijad, y templos llenos del sonido

de las alabanzas y de himnos a Dios. Vi a los que nos llaman a la plegaria,

pidiéndonos unidad, rostros sagrados que en el nombre del Califato, en el

nombre de la continuación de las tradiciones del Profeta, nos habían llevado

a la esclavitud y nos habían masacrado.

Ante mí, con sus sables habían sacrificado a otra persona oprimida, en el

mihrab: Ali (P). Hermano, Alí, era de la misma familia que el hombre que

había traído el mensaje, Muhammada (BP). El (Ali) fue asesinado en el palacio

de adoración de Dios (mihrab) en la mezquita. El y su familia fueron destruidos

antes que yo y que mi familia y las familias de los esclavos y los oprimidos en

la historia. Su casa fue saqueada antes que la nuestra en nombre de la tradición,

del "Yijad" y de los impuestos religiosos. Antes que el Corán fuera usado

como un medio para destruirme y esclavizarme fue colocado en la punta

de la lanza y derrotó a Alí. (El autor se refiere a la batalla de Siffin).

Que extraño. Así es como después de cinco mil años encontré a un hombre

que estaba hablando en nombre de Dios y no para algún amo. Rogaba por

los esclavos, pero no como Buda que deseaba alcanzar el nirvana, ni como

monjes que puedan llegar a engañar a la gente, ni como personas piadosas

que quieren llegar a Dios por ellos mismos, sino con la esperanza de la

salvación del pueblo. Encontré a un hombre (Alí) de Yijad, a un hombre de

justicia, una justicia cuyo primer sacrificio fue él mismo. Un hombre cuya

esposa (Fátima) trabajaba y sufría. Ella, la hija del gran Mensajero, como mi

propia hermana, supo de pobrezas y privaciones. Saboreó la pobreza y el

hambre, justo como lo habíamos sufrido nosotros. Hermano, encontré


a un hombre cuya hija (Zaynab) e hijo (Husein) heredaron una bandera

roja que ha estado en nuestras manos a través de la historia, y en las manos

de nuestros líderes. Esta es la razón por la cual después de cinco mil años,

por temor a los templos que tú y yo conocemos, por temor al terrible poder

que tú y yo conocemos bien, y por temor a los grandes monumentos por los

cuales tú y yo fuimos sacrificados, he buscado refugio en esta silenciosa choza

de barro. Los amigos del Mensajero han abandonado la choza y Ali está solo.

Su esposa ha muerto. El va a las palmeras de Bani Nayar y le habla a Dios

sobre los sufrimientos que tú y yo debemos sobrellevar. Le temo a los

imponentes templos, a los aterradores castillos y a los tesoros que fueron

colmados con nuestra sangre y sufrimientos. He buscado refugio en esta

casa. He puesto mi frente contra la puerta de esta casa abandonada y he

llorado por la tristeza de los siglos, hermano.

Hermano, él y todos sus leales han sido de nuestra sufrida raza. Usaba la

belleza de las palabras para hablar sobre nuestra salvación y nuestra pena.

Por primera vez habló de belleza no para justificar la pobreza y el encuentro

con los poderes, sino, al contrario, para nuestra salvación y toma de conciencia.

Hablaba mejor que Demóstenes, no para defender sus propios derechos, sino

los nuestros. Hablaba mejor que los retoricos de Luis XI, pero no en la corte:

hablaba por todos los oprimidos contra los poderosos. Usó su sable no para

defenderse a sí mismo, ni a su familia, ni a su raza ni a su país, sino para

derrotar a los poderosos. Lo usó mejor que Espartaco y con mayor sinceridad

de lo que nunca hayamos conocido. Pensaba mejor que Sócrates, pero no para

probar nobles virtudes éticas, prohibidas a los esclavos, sino para demostrar

los valores de la humanidad, que tienen mucho más significado para nosotros;

no es el heredero de Craso, del Faraón o de los sacerdotes Magi. El no tiene ni

una mihrab ni una mezquita. El mismo se sacrificó en nuestros altares.

Es una manifestación de justicia y de pensamiento; pero no en un rincón de

la biblioteca de un colegio o academia, ni en las jerarquías académicas de los

eruditos quienes se sientan en un rincón con un pensamiento profundo, sin

considerar el destino del pueblo, las penalidades de las criaturas, el hambre

de las masas. Al mismo tiempo que se dirige hacia los cielos, escucha el llanto

de un niño huérfano que lo hace estremecer. Cuando está en oración olvida

los dolores de su cuerpo y lo filoso de una daga.

Hermano, él es un hombre de poesía y conoce la belleza del idioma, no como

Ferdowsi en el Shahnameh donde en sesenta mil dichos menciona una sola vez

a nuestra raza y a la hermandad del herrero Kaveh. Cuando hablaba del herrero,

que obviamente era de nuestra raza y el que confirmó la libertad, la revolución

y la salvación del pueblo y de la nación, todavía no había sido elevado lo

suficiente a los ojos de Ferdowsi, y sin embargo, fue el único héroe de nuestra

raza nombrado en el Shahnameh, pero allí está perdido.

¿Donde y por qué? Porque no es famoso como la raza y cultura de Ferydom,

el Rey, y esa es la razón por la cual Kaveh no es mencionado más que unas

pocas veces en ese largo poema épico.

Ahora, hermano, yo vivo en una sociedad en la que mi raza, mi clase y yo lo

necesitamos. El es distinto a otros filósofos y genios. Si son genios, no son activos.

Si son activos, les falta entendimiento y pensamiento. Si tienen todo lo anterior,

no son hombre de espada ni de Yijad y les falta pureza y fe. Si tienen todo lo

anterior, les falta amor, sentimientos y sutileza de espíritu. Si tienen todo lo

anterior, no conocen a Dios y no se pierden en su fe. Siguen siendo ellos

mismos. Pero Ali es un hombre que contiene todas las dimensiones de un

ser humano. Trabaja como tú y como yo. Cava pozos en el desierto con sus

manos desnudas, y, con los mismos dedos, escribe poemas.

Es exactamente un trabajador, es decir, no al sercicio de sí mismo sino al

servicio de los demás. De repente grita desde un pozo. Lo sacan de él. Está

cubierto de barro; el agua empezó a fluir. En esa ardiente tierra, en los

alrededores de Medina, el agua brota. La tribu Hashimi se alegra. Pero al

mismo tiempo que ha perdido su aliento, diría: "Buenas noticias para mis

herederos ya que ellos no tendrán una gota de esta agua". El nos la donó a ti

y a mí, hermano. Ahora lo necesitamos. Necesitamos a un líder como él.

Todas las culturas, civilizaciones y religiones han hecho de los seres humanos

animales ecónómicos; o animales que adoran individualmente, sumidos en

las tumbas de la devoción y de la espiritualidad individuales; o han creado

hombres de pensamiento, entendimiento e inteligencia, pero sin sentimientos,

sin corazón, sin profundidad y sin amor; o han hecho hombres con

sentimientos, amor, inspiración, pero sin inteligencia, pensamiento, ciencia y

lógica. Pero Alí, tiene todas estas dimensiones. Alí es el símbolo de la lucha.

El es el símbolo de un ser humano que pacientemente sobrelleva el dolor y

el trabajo. El es el símbolo de un ser humano que tiene algo que decir, que ha

estado en el yijad, que a causa de su profunda sinceridad se mantiene leal.

El es el símbolo de un ser humano que llora y sufre silenciosamente. El es el

símbolo de la justicia. Y ahora, mi hermano, es una sociedad en la que nuestro

enemigo está frente a nosotros, en un sistema de poder, donde sus reglas

dominan más de la mitad del mundo, y otras reglas el resto, se está

acondicionando nuestras mentes para una nueva generación de esclavos.

Ahora somos parte de un sistema en el que supuestamente, no trabajamos

gratis para nadie. Hemos sido liberados. La esclavitud ha sido abolida, pero

ahora somos más esclavos de los que tú eras en tu tiempo, porque hemos

rendido nuestra voluntad.Nos han alimentado con el servilismo de falsas

libertades. A través de la ciencia, de la sociología, la cultura, el arte, las

libertades sexuales, el consumismo y el culto al individualismo, nos han

influído fuertemente. Como resultado nos hemos convertido en completos

esclavos, y nuestra fe interior en metas espirituales, nuestra creencia en la

escuela de pensamiento de Alí y su entrega a la humanidad, han sido borrados

de nosotros. Ahora, hermano, nos hemos convertido en vasijas de cerámica,

vacías, alineadas de cara al sistema imperante. Aceptamos cualquier cosa con

lo que se nos llene. En el nombre de las tribus, la sangre y la tierra, y en el

nombre de la enemistad y a quienes representa, estamos divididos en

pequeños bocados fácilmente devorados. ¡División! ¡Separación!

El Califato incitó a los seguidores de Alí contra los creyentes en su escuela

de pensamiento.

Se hicieron enemigos. ¿Por qué el destino que gobierna sobre el mundo

y sobre nosotros ha hecho que seamos enemigos? El que ora con las manos

cerradas odia al otro que ora con las manos abiertas, o uno es enemigo del

otro porque éste se postra sobre una alfombra y el otro lo hace sobre la tierra

apisonada. Las guerras, enemistades y frentes de guerra se han estrechado

hasta este punto. Han exiliado a nuestros intelectuales a otros países

(expulsados en 1972) y se han apropiado de la imagen del pastor.

Hermano, tú en tu ingenuidad conocías a tu señor. Sentías el látigo que te

laceraba. Sabías que eras esclavo. ¿Por qué eres un esclavo?¿Cuando te

convertiste en esclavo? Ahora tenemos tu mismo destino, pero sin saber

quién nos convirtió en esclavos en este siglo; sin saber desde dónde nos

están flagelando; sin saber cuándo sucumbimos a una forma de pensar

desviada.; sin saber quién nos ha colocado en este servilismo terrenal.

Estamos más oprimidos y con mayores privaciones de lo que tú lo estabas

en tu época. La discriminación de clases y la tiranía son más fuertes de lo

que lo eran en tu tiempo, pero con nuevas caras y nuevos ropajes.

Hermano, Alí, dedicó toda su vida a estas palabras: una escuela de

pensamiento, unidad y justicia. Alí es una manifestación de los veintitrés

años de lucha al lado del Profeta, sacrificando su vida, lanzándose a la

guerra santa por la creación de una fe en la esencia interior de las cosas.

El es la manifestación de veinticinco años de paciente silencio para pre-

servar la unidad de la sociedad islámica cuando se enfrentaron los imperios

romano e iraní. El es la manifestación de cinco años de esfuerzo y dolor

por el establecimiento de justicia, para eliminar complejos y odios. El

usó su sable para liberarnos.

Pero no pudo hacerlo. Sin embargo pudo crear una fe y un liderazgo y

es un símbolo eterno para tí y para mí. Hermano, el declaró la religión de

la justicia y el liderazgo de la humanidad. Dejó tres motivos para los que

él y su familia fueran sacrificados: "Escuela de pensamiento, unidad y justicia".