viernes, 19 de enero de 2007

El Tablero de Medio Oriente

desde 
EL FARO DEL FIN DEL MUNDO
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Dos notas que nos ayudan a interpretar el tablero
de ajedrez que es el Medio Oriente
 

 
 

EEUU quiere implicar a los países del Golfo en una nueva estrategia anti-shií

 

 

El pasado mes de noviembre, Dick Cheney visitó Arabia Saudí  y mantuvo conversaciones sobre los acontecimientos en Oriente Medio con el Rey Abdullah. Jeffrey Steinberg escribió en el Executive Intelligence Review (EIR) que "el mensaje esencial transmitido al Rey Abdullah de Arabia Saudí por el vicepresidente Dick Cheney fue que no existe ninguna base para el diálogo con Irán. La posición de EEUU en la región ha quedado debilitada y un nuevo marco de seguridad debe ser construido, particularmente en el Golfo Pérsico, con el fin de contener y contrarrestar la creciente influencia de Irán." En este sentido, Cheney habría propuesto el establecimiento de un nuevo equilibrio regional de poder, mediante una alianza árabe sunní con Israel, para enfrentarse a Irán y debilitar el Islam mediante un conflicto sectario. Estas acciones, promovidas por Cheney, intentan obviamente impedir la adopción por parte de la Administración Bush de las recomendaciones contenidas en el informe del Grupo Baker-Hamilton de Estudio sobre Iraq, donde se pide el inicio de negociaciones diplomáticas con Irán.

La Administración Bush quiere que los líderes árabes sunníes intenten frenar la violencia en Iraq presionando a los insurgentes sunníes. EEUU espera además que Arabia Saudí, Jordania y Egipto apoyen al primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, y trabajen para aislar al clérigo shií antinorteamericano Muqtada al Sadr, cuyo Ejército del Mahdi se ha convertido en una poderosa fuerza en Iraq. Algunos neoconservadores norteamericanos creen, sin embargo, que Maliki está demasiado cercano, desde el punto de vista político e ideológico, a Al Sadr y advierten que si el primer ministro no se muestra dispuesto a declararle la guerra a este último y su milicia, que están vinculados estrechamente a Irán, EEUU debería cambiar entonces su estrategia y apoyar a los sunníes.

 


El vicepresidente de EEUU, Dick Cheney, y con el rey saudí, Abdullah

 

EEUU está intentando además convencer a sus aliados árabes para que respalden de una forma más decidida al presidente palestino Mahmud Abbas en su enfrentamiento con Hamas, y al gobierno antisirio del Líbano, que está estrechamente vinculado a Arabia Saudí. La Administración Bush ha presionado también al líder cristiano libanés Michel Aoun para que rompa su alianza con Hezbollah.

La autoría de esta nueva estrategia antishií proviene de la usual camarilla de neoconservadores que hasta hace poco tiempo declaraban fervorosamente que los shiíes eran los "agentes del cambio," que podrían traer la democracia a Oriente Medio. Sin embargo, esto fue antes de que Iraq se convirtiera en un infierno para las tropas de ocupación estadounidenses. Elliot Abrams, viceconsejero de Seguridad Nacional de EEUU; la secretaria de Estado, Condoleezza Rice; y David Welch, secretario de Estado adjunto para los temas de Oriente Medio, desean ahora reforzar su cooperación con Arabia Saudí y animar a los saudíes a que jueguen un papel más activo en la estabilización de Iraq. Se espera también que la caída del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y su reemplazamiento por Robert Gates refuerce la cooperación entre Washington y Riad. Gates sirvió como director de la CIA durante el mandato de George Bush padre a principios de los años noventa, una edad de oro de la cooperación estratégica entre EEUU y Arabia Saudí.

Por su parte, Arabia Saudí y Egipto han manifestado a la Administración norteamericana que los muchos conflictos que existen en Oriente Medio están vinculados a la larga ocupación israelí de Palestina. Cuando Rice visitó este año la región como parte de su iniciativa sobre un "nuevo Oriente Medio," recibió una fría acogida. Los líderes árabes se reunieron con ella y escucharon sus argumentos porque esto forma parte del protocolo diplomático. Además, la tradición árabe exige que los visitantes sean tratados con respeto.

En realidad, los aliados árabes han abandonado básicamente a EEUU – no militar o económicamente, sino políticamente. Todos ellos saben que Washington no está dispuesto a ejercer la suficiente presión sobre Israel para que dicho estado acepte un acuerdo que ponga fin al conflicto árabe-israelí, así que cualquier conversación con los enviados norteamericanos se convierte en inútil. Lo que queda es sólo una fachada de relación. Egipto, por ejemplo, no quiere poner en peligro los miles de millones de dólares de ayuda anual estadounidense ignorando completamente a Washington, así que recibe a los dignatarios norteamericanos y de vez en cuando hace un llamamiento a EEUU para que ayude a revivir el proceso de paz. Lo mismo puede aplicarse a los estados árabes del Golfo.

Arabia Saudí propuso un plan de paz en 2002, que los israelíes han rechazado. El plan saudí aboga por la retirada israelí de todos los territorios que conquistó en la guerra de 1967, la creación de un estado palestino y una solución al tema de los refugiados palestinos que huyeron de lo que hoy es el estado judío. A cambio, los palestinos y las naciones árabes establecerían relaciones diplomáticas con Israel. Sin embargo, EEUU no ha hecho nada para apoyar el plan.

Incluso antes de los ataques del 11-S, el entonces príncipe heredero saudí Abdullah se indignó tanto con la postura estadounidense en el conflicto árabe-israelí que dio instrucciones a su embajador en EEUU para que enviara el siguiente mensaje: "A partir de hoy, vosotros (los norteamericanos) iréis por vuestro camino, y nosotros (Arabia Saudí) lo haremos por el nuestro. De ahora en adelante protegeremos nuestros intereses nacionales, con independencia de donde residan los intereses de EEUU en la región." Del mismo modo, pero con unas formas más diplomáticas, el ministro de Exteriores saudí, Saud al-Faisal, manifestó en una reunión de países del Golfo en Bahrein en diciembre de 2004 que las garantías de seguridad en la región no podían ser proporcionadas por un poder unilateral "ni siquiera por la única superpotencia en el mundo," sino a través de "la voluntad colectiva de la comunidad internacional."

Sin embargo, en lugar de tomar nota de estas señales, EEUU ha continuado con la misma política. Como resultado, los países del Golfo han establecido vínculos con una variedad de países, incluyendo la Unión Europea, Rusia, China y otras naciones asiáticas. El presidente chino Hu Jintao visitó recientemente Arabia Saudí con el fin de reforzar los vínculos económicos y políticos entre ambas naciones. Por otro lado, las encuestas de opinión están mostrando un creciente antiamericanismo en el mundo árabe. Los llamamientos de Rice en favor de "un nuevo Oriente Medio" y su descripción de la guerra de julio entre el Líbano e Israel como "los dolores de parto" de la democracia en la región fueron ridiculizados por la mayoría de los medios de comunicación árabes.

Existen también algunos otros problemas en las relaciones entre EEUU y los países del Golfo. Recientemente, estos países anunciaron que lanzarían un programa nuclear conjunto con fines pacíficos. Aunque el grupo anunció que el programa estaría destinado a cubrir sus necesidades energéticas, Rice se mostró escéptica. "Creo que alguien podría preguntarse acerca de la necesidad que tienen algunos estados de desarrollar la energía nuclear, dados los recursos energéticos que poseen," señaló. "Una cosa es un estado que se quedará sin gas natural dentro de 34 años, como es el caso de Egipto. Otra cosa muy distinta es un estado que posee las mayores reservas de petróleo del mundo," añadió, en referencia a Arabia Saudí. Algunos expertos creen que la Administración Bush no desea un programa nuclear saudí porque no está dispuesta a permitir que ningún país árabe o musulmán tenga uno.

 


La secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, y el ministro de Exteriores saudí, Faisal al Saud

 

Los países del Golfo saben que EEUU ha perdido la guerra en Iraq y no quieren apoyar a un gobierno pronorteamericano en este país. "Se trata ya de una batalla perdida," declaró Nawaf Obaid, director ejecutivo del  proyecto Evaluación de la Seguridad Nacional Saudí, en una conferencia anual de expertos políticos del Consejo Nacional de Relaciones Árabe-Norteamericanas. Obaid indicó que los intentos kurdos para el establecimiento de un estado semi-independiente en el norte de Iraq se incrementarán, así como también lo hará la insurgencia iraquí. La influencia iraní en el país también aumentará y la norteamericana se debilitará. El jefe de la Inteligencia saudí, príncipe Muqrin bin Abdul Aziz al Saud ha pedido, en este mismo sentido, un calendario para la retirada de las tropas norteamericanas de Iraq y ha advertido que su presencia está fomentando el terrorismo.

Tria Parsi, presidente del Consejo Nacional Irano-Americano, considera que la estrategia de contener a Irán está condenada al fracaso. "Washington intentó hacer lo mismo a mediados de los años noventa, cuando EEUU estaba en el cénit de su poder e Irán era mucho más débil de lo que es hoy. Y no funcionó," manifestó Parsi a Warren P. Strobel y Jonathan S. Landay de McClatchy Newspapers. "En la actualidad, EEUU está sumergido en un caos e Irán se ha consolidado como una potencia en la región. Así pues, el pensar que la misma estrategia que no funcionó entonces lo hará ahora es otra de esas fantasías en las que se sumerge esta administración."

Algunos altos diplomáticos norteamericanos se muestran de acuerdo. El EIR señala que ha habido tensiones dentro de la Administración, en particular en el Departamento de Estado, donde oficiales de carrera del Servicio Exterior se han mostrado a favor del diálogo con Irán y Siria con el fin de intentar dar estabilidad a los gobiernos de Iraq y el Líbano. "Tenemos un caos en nuestras manos," manifestó un responsable del Departamento de Estado bajo la cobertura del anonimato.

 

La oposición shií pide reformas en Bahrein

 

 

Los grupos pro-gubernamentales sunníes consiguieron nueve escaños más en la segunda ronda de las elecciones parlamentarias en Bahrein, celebrada en diciembre, asegurándose así una mayoría de 22 escaños en la Cámara Baja, que cuenta con 40. La Asociación para el Acuerdo Nacional Islámico (INAA), un grupo de oposición que representa a la mayoría de la comunidad shií, consiguió 18 escaños. Bahrein, el país más pobre del Golfo, es el único estado del área que cuenta con una mayoría shií. A pesar de no haber logrado una mayoría de escaños, las elecciones en Bahrein han sido elogiadas como un paso adelante fundamental para los shiíes del país. La Asociación de la Tribuna Islámica Nacional, integrada por sunníes y vinculada a los Hermanos Musulmanes, obtuvo 7 escaños, y sus aliados salafíes, integrados en la Asociación As Sala (Autenticidad), consiguieron cinco escaños más y pueden contar también con el apoyo de un salafí independiente, que obtuvo un escaño. Los candidatos liberales cosecharon un rotundo fracaso.

En total, los candidatos islamistas consiguieron 30 escaños en la Cámara Baja del Parlamento. El INAA había boicoteado los últimos comicios parlamentarios, celebrados en 2002, que fueron las primeras elecciones democráticas en el país desde 1973. Estos buenos resultados de la oposición shií son muy significativos en una nación que alberga a la Quinta Flota de EEUU y se producen además en un contexto de creciente poder shií en Iraq y de un conflicto diplomático entre Washington y Teherán en relación al programa nuclear iraní.

La oposición shií rechaza las políticas pro-norteamericanas del gobierno de Bahrein. "La presencia de la base naval norteamericana es un insulto al pueblo de Bahrein," señaló Mohammed Jalid, uno de los 40 diputados electos, a Associated Press. "La Quinta Flota es parte de la ocupación estadounidense de Oriente Medio." Ali Fakhro, un politólogo y antiguo ministro, manifestó a AP que los candidatos liberales habían resultado perjudicados por su asociación ideológica con EEUU. La gran impopularidad de la Administración Bush en la región del Golfo ha reforzado a los candidatos islamistas, señaló.

 


Carteles electorales en Bahrein

 

Estas elecciones parlamentarias, junto con los recientes comicios municipales, forman parte del programa de reformas políticas patrocinadas por el Rey Hamad Bin Issa, que subió al poder en 1999. Estas recientes elecciones han sido calificadas de paso adelante fundamental en la democratización de la nación, que se inició de una forma bastante tímida en 2002, tras 26 años de gobierno autoritario de la familia real Al Jalifa. El ascenso de los grupos de oposición shiíes podría ralentizar las reformas porque el Rey y el principal vecino del país, Arabia Saudí, no están dispuestos a que el tradicional papel dominante de los sunníes se vea cuestionado. Los shiíes de Bahrein, que representan el 80% de la población, han estado presionando en favor de la democratización durante varias décadas. "La última cosa que Arabia Saudí querría ver ahora es el ascenso de las fuerzas políticas shiíes en Bahrein. En la propia Arabia Saudí, aunque los shiíes no suponen más que el 15% de la totalidad de la población, predominan en las regiones del país donde se halla la mayor parte del petróleo," señaló un diplomático extranjero en Bahrein a Al Ahram. Arabia Saudí y el gobierno de Bahrein temen que los iraníes pueda ejercer más influencia en este último país debido a sus vínculos con los shiíes locales.

El diplomático añadió que los saudíes tienen ahora bastante de que preocuparse con la actual preponderancia política de los shiíes en Iraq y no necesitan otras presiones procedentes de Bahrein, su mejor aliado en el Golfo. Sin embargo, es sólo una cuestión de tiempo, señalan los observadores, que los otros cinco países del Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudí, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Omán), que poseen también importantes minorías shiíes e influencia islamista, se encuentren inmersos en una situación política similar, ya sea por vía de elecciones o de cualquier otra.

"Habrá una fuerte presencia shií en la Cámara Baja del Parlamento y mientras que la confrontación con el gobierno podría no ser inminente, sí puede llegar a ser inevitable," manifestó un diplomático radicado en Manama a Al Ahram. El pasado mes de septiembre, un informe de 214 páginas escrito por Salah al Bandar, un antiguo consejero del gobierno, acusó a un ministro y miembro de la familia real Al Jalifa de conspirar en secreto para marginar políticamente a los shiíes. El ministro habría elaborado un plan de 10 puntos, que iría a aplicarse en los cinco años siguientes, y que llamaba a pagar una recompensa económica a los shiíes pobres que se convirtieran; a acelerar los procedimientos de concesión de la ciudadanía a los sunníes extranjeros, con el fin de alterar el perfil religioso del país; y a espiar a los grupos shiíes. El informe incluía algunas copias de cheques y declaraciones bancarias, que mostraban la transferencia de grandes sumas de dinero a figuras anti-shiíes, y un memorando que abogaba por "limpiar" de shiíes el país. El gobierno acusó a Bandar, un ciudadano británico de origen sudanés, del cargo de sedición y ordenó su deportación varios días después de la publicación del informe, lo que provocó manifestaciones y peticiones de dimisión del primer ministro así como de una investigación internacional.

Cabe señalar que la Cámara Baja del Parlamento no es el organismo decisorio en última instancia. La Constitución, aprobada en 1973, dos años después de la independencia formal, otorga al Rey una amplia autoridad. El Rey puede nombrar a dedo a los miembros de la Cámara Alta o Consejo de la Shura. Uno de los designados, que habló de forma anónima, dijo a Associated Press: "Espero que la Cámara Baja pueda ser más efectiva en lo que se refiere al interrogatorio de los ministros, pero dudo de su capacidad para introducir ningún tipo de enmienda constitucional," refiriéndose así a una de las demandas más importantes planteadas por la oposición. Así pues, aunque la Cámara Alta no es un organismo democráticamente elegido, tiene el poder de vetar leyes que han sido aprobadas por la Cámara Baja. Además, toda la legislación debe ser aprobada por el Rey.

Al igual que otras figuras shiíes, Ali Salman, uno de los líderes de la INAA, ha intentado disipar la preocupación de los sunníes de Bahrein y otras partes del Golfo. En una serie de declaraciones de prensa, él ha enfatizado que los shiíes no buscan la confrontación política con los sunníes. Según Salman, su partido propondrá una serie de leyes que busquen "mejorar el nivel y las condiciones de vida de todos los habitantes de Bahrein" y "trabajar para eliminar cualquier tipo de discriminación." Sin embargo, Salman, que es visto como el clérigo más influyente y moderado del país, ha formulado también una advertencia al gobierno. "Si este Parlamento no es capaz de dar esperanzas a la población, Bahrein atravesará pronto días muy difíciles," declaró al Washington Post. "Y no podré contener a aquellos que exigen sus derechos."
 

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(Fuente: Revista Amanecer 18/1/07)