sábado, 2 de marzo de 2013

EL 1 DE MARZO EN PARAGUAY, ES EL DÍA DE LOS HÉROES.

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Terrible historia, terrible deuda y terrible ocultamiento en nuestra historia oficial

 

 

EL 1 DE MARZO EN PARAGUAY, ES EL DÍA DE LOS HÉROES.
Esta fecha recuerda la batalla de Cerro Corá, donde el Mariscal Francisco Solano López – glorioso presidente del hermano país – es derrotado por la triple alianza integrada por el Imperio de Brasil, Argentina y Uruguay. El Día de los Héroes en Paraguay es recordado cada 1 de marzo, también como homenaje al Mariscal Francisco Solano López. Actualmente esta fecha está dedicada a todos los héroes del Paraguay, por todos aquellos que dieron su vida por la patria en diferentes acontecimientos.
Ya casi termina este 1º de marzo y en nuestro país con la iniciación del trabajo legislativo – salvo en esta red social – no vi nada que recordara la fecha. Pero no quiero referirme a lo que el historiador argentino Osvaldo Bayer califico como “La guerra de la Triple Infamia”. Quiero recordar otra batalla donde ocurrieron hechos salvajes e inhumanos. Obviamente estos temas no se tocan en los libros de “historia oficial” y creo que muchos no lo conocen. Esta llena de héroes. Ahí va.
LA BATALLA DE ACOSTA ÑU
La guerra del Paraguay parecía llegara su fin, con la inminente caída de Asunción en manos de las fuerzas de la Triple Alianza. El duque de Caxias, comandante del ejercito imperial, declino entonces el dudoso honor de convertirse en el artífice de la “victoria final”, que implico la masacre del 99 % de la población masculina mayor de 15 años y del 76 % del total de los habitantes de la nación guaraní. Con fecha 18 de noviembre de 1867, se dirigió al emperador Pedro II para preguntarle: “¿Cuánto tiempo, cuantos hombres, cuantas vidas, cuantos elementos y recursos necesitaremos para terminar esta guerra, para convertir en humo y polvo a toda la población paraguaya, para matar hasta el feto en el vientre de cada mujer?”. Y, consecuente con su planteo, delegó el mando en un sádico psicópata, el conde D´Eu, poco después de la entrada del ejército imperial a Asunción en enero de 1868.
Caxias no quiso ser cruel, aunque no le importó que otros lo fueran. Muy distinta fue la posición adoptada por los “insignes patriotas” argentinos. Así, mientras Mitre arengaba a sus tropas instándolas al exterminio, Sarmiento sentencio, en nombre de la “civilización” y del “progreso”: “La guerra esta terminada, a pesar de que ese bruto – se refería a Solano López – todavía tiene 20 piezas de artillería y dos mil perros que habrán que habrán de morir bajo las patas de nuestros caballos”. La ferocidad de nuestro educador máximo – gloria y loor/honra sin par – resultó profética: sus prevenciones se cumplieron al pie de la letra, sólo que las patas de “nuestros caballos”, no fueron argentinas sino brasileñas. Apenas un detalle, ya que todas esas patas trabajaban para un mismo amo.
LA ÚLTIMA RESISTENCIA
Pero las previsiones de los “próceres” fallaron: Asunción cayó pero el pueblo paraguayo continuó resistiendo. Caxias imputaba esa prolongación de la guerra a sus aliados, especialmente a Mitre: “No quieren terminar la guerra porque están lucrando con ella…”, señaló como para dejar claramente establecido que ya por aquellos tiempos nuestra clase dirigente y nuestros militares exhibían el estigma de la corrupción. Pero esa no fue la única causa.
La colonización cultural de los sectores con mayor poder político, tanto en Brasil como en Argentina, sus intereses sectoriales y su falta de patriotismo no constituyen una novedad, pero producen la misma miopía tanto en el siglo XIX como en el XX. Aquellos usurpadores y vendepatrias, supuestos arquitectos de nuestra “nacionalidad”, no advirtieron que un verdadero proyecto nacional, como el concretado a través de los gobiernos de Carlos Antonio y Francisco Solano López, es asumido por el conjunto de la población y defendido hasta las últimas consecuencias. No fue sólo un problema de “negociados”: los paraguayos sabían que era necesario resistir para salvar a su patria de la repartija territorial y de la explotación imperialista. Y resistieron hasta la muerte. Por eso la guerra se prolongó durante más de 2 años después de la caída de Asunción, tanto en el plano convencional como mediante acciones guerrilleras. Fu una guerra sin cuartel que engendro una resistencia sin esperanzas, y a medida que iban cayendo los hombres adultos, las mujeres y los niños empuñaron las armas. Asi surgieron los batallones infantiles – como luego ocurrió en Vietnam – y estos niños/combatientes acompañaron a sus mayores hasta el holocausto final.
LA BATALLA HEROICA
Acosta Ñu fue una de las batallas más terribles de la historia militar del mundo. En uno de los bandos se alineaban 20.000 soldados brasileños, con algunos mercenarios orientales teóricamente dependientes del general Venancio Flores; del otro – cercados por el enemigo – 3.500 soldaditos paraguayos de entre 9 y 15 años de edad. Según el historiador J.J. Chiavenatto (Genocidio americano: A guerra do Paraguay), no faltaban dentro de este contingente, criaturas de 6, 7 y 8 años. Junto a estos niños combatían unos 500 veteranos al mando del general Bernardino Caballero.
Este combate librado el 16 de agosto de 1869, fue necesario para que el mariscal López continuara su retirada desde el cuartel general de Ascurra hacia Cerro Corá, con el propósito de reorganizar sus fuerzas antes de presentar el último combate. Los niños/combatientes se iban a encargar de frenar transitoriamente a las tropas brasileñas y facilitar así la maniobra de las fuerzas comandadas por su mariscal en el paraje conocido hasta esa fecha con el nombre de Ñu Guassú (campos grandes). La batalla comenzó por la mañana, en un campo abierto cubierto de arbustos y pasto seco. Bernardino Caballero – el mejor general de Francisco Solano López – con sus 500 soldados del VI Batallón de Veteranos, reunió a las 3500 criaturas y espero el ataque. Los paraguayos quedaron – como lo cuenta el historiador Tasso Fragoso, en un “circulo de fuego”. Sufrieron el ataque brasileño por cuatro frentes. Lograron rechazar varios embates de la caballería comandada por Hipólito Ribeiro, desde el norte; por el este fueron atacados por las fuerzas del general Cámara, con apoyo de la artillería; desde el sur los niños empezaron a ser rápidamente diezmados bajo el fuego de los veteranos del general Resin; y finalmente por el oeste, avanzaron a lanza y cuchillo las fuerzas bajo el mando directo del Conde D´eu, un criminal emigrado de Francia que – tras un ventajoso matrimonio en el Brasil – ingresó al ejercito imperial.
Atacados por todos los flancos, en una abrumadora desproporción de fuerzas que permite contabilizar 5 combatientes “aliados”, por cada soldadito paraguayo, la resistencia equivalía al suicidio. Pero estos chicos no se rindieron y la batalla se prolongo durante todo el día y aun durante la noche donde el sádico Conde D´Eu tuvo que salir a conjurar focos de resistencia, además de preocuparse de los sobrevivientes capturados o heridos. 
La batalla de Acosta Ñu es el símbolo más terrible de la crueldad de esta guerra imperialista. Durante el calor del combate algunos niños pequeños, heridos y desarmados, intentaron salvar sus vidas arrojándose entre las malezas y aun a los pies de los soldados brasileños. Se registraron testimonios sobre criaturas que lloraron, pidiendo que no los matasen, pero sin éxito: hasta los niños de 6 años fueron pasados a degüello.
Muchas madres escondidas en el monte, al contemplar la salvajada, salieron de entre las matas, empuñaron las lanzas de los caídos y se lanzaron a la lucha con el mismo final: la muerte. Pero no se agota allí la barbarie criminal. Al atardecer, cuando la lucha había terminado en tres de los cuatro frentes, las mujeres intentaron recoger a los niños heridos y llevarse sus muertos para sepultarlos. Pero apenas el sol se oculto y para “evitar sorpresas”, el Conde D´eu ordeno incendiar la pradera. Así se vio – según testigos - correr o arrastrarse a los niños heridos junto a sus madres. El sol del 17 de agosto asomo en Ñu Guassú, sobre un campo yermo lleno de cadáveres carbonizados.
EL DIA DEL NIÑO
Hace algo mas de dos décadas, el historiador paraguayo Andrés Aguirre, consiguió que el régimen de Alfredo Stroessner declarase el 16 de agosto como “Día del niño” en el Paraguay, en homenaje a eso chicos que dieron la vida por su patria en Acosta Ñu. También propició una campaña para que loa OEA reconozca ese día como el “Día del Niño de América”, tema sobre el cual no efectuó pronunciamiento hasta hoy.
Nuestro país gasto los últimos restos del empréstito de la Baring Brothers – el inicio de nuestra deuda externa – en esa guerra que el historiador argentino Osvaldo Bayer rebautizo como la “Guerra de la triple infamia”. Nuestro país como bando vencedor, perdió el chaco boreal en la repartija del botín de guerra. 
Sarmiento hizo levantar un fastuoso sepulcro para su hijo Dominguito muerto en Curupayti. En 1974 el gobierno del general Perón, devolvió los trofeos de guerra al Paraguay, viajando personalmente el presidente Perón por el Paraná, algo que al poco tiempo desencadenó su muerte.
Dato que no es menor: La limpieza de cadáveres de los campos de batalla fue expeditiva: fueron arrojados a los ríos que desembocan en el Paraná y de allí al Río de La Plata. Poco después Argentina soportó la terrible epidemia de fiebre amarilla que ocasionó la muerte de miles de porteños y bonaerenses. 
Sin dudas, Dios castiga sin palo y sin azote.

 

de Jorge Raúl Agnese

 

 

 

 

 

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