Las acciones bursátiles no son comestibles
Publicado el 30 de Abril de 2008
Por Amy Goodman
En todo el mundo están estallando disturbios por los precios de los alimentos. Ha habido protestas en Egipto, Camerún, Filipinas, Burkina Faso, Costa de Marfil, Mauritania y Senegal. Sarata Guisse, un manifestante senegalés, le dijo a Reuters: "Nos manifestamos porque tenemos hambre. Necesitamos comer, necesitamos trabajar, tenemos hambre. Eso es todo. Tenemos hambre". El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, ha lanzado un grupo de trabajo para hacer frente al problema, que amenaza, según declaró, con llevar "el fantasma de una hambruna generalizada, la malnutrición y el descontento social a una escala sin precedentes". El Programa Mundial de Alimentos calificó esta crisis alimentaria como la peor crisis en 45 años, y la describió como un "tsunami silencioso" que sumirá en el hambre a otras 100 millones de personas.
Detrás del hambre, detrás de los disturbios se encuentran los llamados acuerdos de libre comercio y los brutales acuerdos de préstamos de emergencia impuestos a los países pobres por las instituciones financieras como el Fondo Monetario Internacional. Los disturbios por el alza de los precios de los alimentos en Haití han dejado seis muertos y cientos de heridos, y condujeron a la destitución del primer ministro Jacques-Edouard Alexis. El reverendo Jesse Jackson acaba de regresar de Haití y ha escrito que "el hambre está en marcha aquí. La basura es cuidadosamente revisada en busca de cualquier resto de comida que pudiera haber. Los bebés lloran con frustración, intentando conseguir leche de una madre demasiado anémica para producirla". Jackson pide la condonación de la deuda para que Haití pueda dedicar a escuelas, infraestructura y agricultura los 70 millones de dólares que paga cada año en concepto de intereses al Banco Mundial y otras entidades.
El alza del precio de los alimentos se atribuye generalmente a una "tormenta perfecta" provocada por la mayor demanda de alimentos por parte de India y China, la disminución de la oferta de alimentos a causa de las sequías y otros problemas relacionados con el cambio climático, el aumento de los costos del combustible empleado para cultivar y transportar los alimentos, y la mayor demanda de biocombustibles, que ha desviado cultivos como el maíz hacia la producción de etanol.
Esta semana, el relator especial de las Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler, exhortó a suspender la producción de biocombustibles: "Quemar alimentos hoy para que sirvan a la movilidad de los países ricos es un crimen contra la humanidad". Ziegler pidió a la ONU que impusiera una prohibición de cinco años a la producción de biocombustibles derivados de alimentos. El Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional (CGIAR, por sus siglas en inglés), un grupo de 8.000 científicos de todo el mundo, también ha lanzado críticas contra los biocombustibles. Los científicos están presionando para que un tipo de planta llamada "switchgrass", un tipo especial de pasturas, sea usada como fuente para la producción de biocombustibles, reservando el maíz y otros cultivos comestibles para un uso exclusivamente alimenticio.
En una conferencia de prensa celebrada esta semana, el presidente Bush defendió la utilización de alimentos para producir etanol: "Lo cierto es que el hecho de que nuestros granjeros cultiven energía responde a nuestros intereses nacionales; a diferencia de tener que comprarla en partes del mundo que son inestables o en donde pueden no apreciarnos". Una parte del mundo que sí aprecia a Bush y su política la forman las corporaciones multinacionales de la alimentación. El grupo internacional sin fines de lucro GRAIN acaba de publicar un informe llamado "Making a killing from hunger" ("Ganar fortunas gracias al hambre"). En el informe, GRAIN señala que las principales multinacionales están generando inmensas ganancias en medio de la creciente desgracia del hambre mundial. Las ganancias han aumentado para las gigantes de los agronegocios Cargill (un 86 por ciento), Bunge (un 77 por ciento), y Archer Daniels Midland (que se autodefine como "el supermercado del mundo"), la que ha disfrutado de un 67 por ciento de aumento de sus ganancias.
GRAIN escribe: "¿Se trata de una fluctuación pasajera de los precios? No. ¿Una escasez de alimentos? Tampoco. Nos hallamos frente a un desmoronamiento estructural, resultado directo de tres décadas de globalización neoliberal. [
] Hemos permitido que los alimentos pasen de ser algo que da de comer a la gente y le garantiza su sustento vital a ser una mercancía expuesta a la especulación y al juego del mercado". El informe afirma: "La cantidad de dinero especulativo invertido en los mercados de futuros [
] era menor de 5.000 millones de dólares en el año 2.000. El año pasado trepó hasta cerca de 175.000 millones de dólares".
En 1946 hubo una crisis mundial de alimentos. Entonces, al igual que ahora, la ONU formó un grupo para ocuparse del tema. En su reunión, el director de la Administración de Ayuda y Rehabilitación de la ONU, el ex alcalde de Nueva York Fiorello LaGuardia, declaró: "Ticker tape ain't spaghetti" ("Las acciones bursátiles no son comestibles" 1 ). En otras palabras, el mercado de valores no da de comer a los hambrientos. Sus palabras siguen siendo ciertas hoy en día. Los que vivimos en Estados Unidos no somos inmunes a la crisis. Wal-Mart, Sam's Club y Costco han impuesto límites a la compra al por mayor de arroz. Un número récord de personas depende de los cupones de alimentación y los centros de distribución de alimentos son testigos del aumento del número de personas necesitadas.
En el mundo de hoy existe la tecnología necesaria para alimentar al planeta entero de forma orgánica, local y sustentable. Los grupos de presión de las grandes empresas de la alimentación y la energía y el gobierno de Estados Unidos deben reconocerlo y cambiar de rumbo o los disturbios por los precios de los alimentos que ahora ocurren en lugares distantes llamarán pronto a sus puertas.
Nota del Traductor 1: "Ticker tape" es la cinta de papel que antiguamente se usaba para anotar de forma mecánica las cotizaciones de bolsa en tiempo real, y que salía del receptor/impresora como si se tratase de un spaguetti o tallarín continuo.
Amy Goodman es la presentadora de Democracy Now! (www.democracynow.org/es), noticiero internacional diario emitido por más de 700 emisoras de radio y TV en Estados Unidos y el mundo.
© 2008 Amy Goodman
Versión en Inglés
traducido por: Ángel Domínguez y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
El hambre de los agronegocios
por Silvia Ribeiro*
Ante la gravedad de la crisis, caen máscaras y se vacían discursos, como la receta de los agrocombustibles y los supuestos beneficios del libre comercio y la agricultura de exportación.
Robert Zoellick, ahora como presidente del Banco Mundial, anuncia que los precios seguirán altos por varios años, y que es necesario fortalecer la "ayuda alimentaria" para gestionar la crisis. Zoellick, que pasó a este cargo luego de ser jefe de negociaciones de Estados Unidos en la Organización Mundial de Comercio, sabe de lo que habla: desde su puesto anterior hizo todo lo que pudo para romper la soberanía alimentaria de los países, en función de favorecer los intereses de las grandes trasnacionales de los agronegocios. Incluso ahora, la receta de la "ayuda alimentaria", es otra vez un apoyo encubierto a las mismas transnacionales, que tradicionalmente son quienes venden al Programa Mundial de Alimentos los granos que "caritativamente" les entregan a los hambrientos, con la condición de que ellos mismos no produzcan los alimentos que necesitan.
Los grandes ganadores de la crisis alimentaria son también actores centrales y grandes ganadores en la promoción de los agrocombustibles: las trasnacionales que acaparan el comercio nacional e internacional de cereales, las empresas semilleras, los fabricantes de agrotóxicos.
En estos dos últimos rubros son en muchos casos las mismas empresas: a nivel global, Monsanto es la principal empresa de semillas comerciales y la quinta en agrotóxicos. Bayer es la primera en agrotóxicos y la séptima en semillas, Syngenta la segunda en agrotóxicos y la tercera en semillas, Dupont la segunda en semillas y la sexta en agrotóxicos. Junto a BASF y Dow (tercera y cuarta en agrotóxicos), estas seis empresas controlan el total de las semillas transgénicas en el mundo, que casualmente es también la solución que proponen a todos los nuevos problemas (que ellas mismas han sido parte fundamental en provocar).
Junto a los que dominan más del 80 por ciento del comercio mundial de cereales: Cargill, ADM, ConAgra, Bunge, Dreyfus; todas han tenido ganancias absolutamente impúdicas, gracias a la escasez de alimentos, la promoción y subsidios a los agrocombustibles y el alza de los precios del petróleo (los agrotóxicos son petroquímicos). Un excelente informe de Grain (El negocio de matar de hambre, http://alainet.org/active/23996), da cuenta de estas ganancias: para el 2007, Cargill aumentó sus ganancias 36 por ciento; ADM, 67 por ciento; ConAgra, 30 por ciento; Bunge, 49 por ciento; Dreyfus, 77 por ciento, en el último trimestre de 2007. Monsanto obtuvo 44 por ciento más que en 2006 y Dupont-Pioneer 19 por ciento.
A esta situación se suma el hecho de que los grandes fondos de inversión especulativa frente a la crisis financiera e inmobiliaria trasladaron millonarias sumas de dinero a controlar los productos agrícolas en el mercado internacional o commodities. Actualmente, se estima que estos fondos controlan 60 por ciento del trigo y altos porcentajes de otros granos básicos. La mayor parte de la cosecha de soya de los próximos años, ya está comprada como "futuro". Estos alimentos se han convertido en un objeto más de especulación bursátil, cuyo precio se modifica (y aumenta) en función de los jaloneos especulativos, no de los mercados locales o las necesidades de la gente.
Pese a esta paliza global a toda la gente común, peor para los más desposeídos, las trasnacionales no se dan por satisfechas y van por más. Ahora preparan el próximo asalto, monopolizando a través de patentes, los caracteres genéticos que consideran útiles para hacer plantas resistentes a la sequía, salinidad y otros factores de estrés climático.
Los gobiernos a su servicio, como México, pretenden apagar el fuego con gasolina: en lugar de soberanía alimentaria y control campesino de las semillas e insumos, proponen transgénicos con aún más modificaciones y más riesgos, maíz transgénico para aumentar la contaminación y la dependencia, y que hasta los campesinos más pobres, con apoyos públicos, siembren agrocombustibles en lugar de comida.
*Investigadora del Grupo ETC. |
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