Después de la represión del grupo especial de la policía, revivió la posibilidad de la conscripción
Muchos fueron los llamados que, durante la mañana y en el programa de Alfredo Luenzo, se recibieron en fm Del Mar ayer. En distintos tonos y con diversos argumentos, un sector de oyentes planteó la posibilidad de que se reinstalase la conscripción militar para los jóvenes de 18 años. Otros, en cambio, deploraban tal sugerencia y, entre otros argumentos, dijeron que "en la conscripción se aprende a robar". Alguien, sobre este último argumento, recordó que "sí, a mí me robaron la ropa de la taquilla y no pude presentarme en la formación", gimió. En todo caso, nos parece que la conscripción y sobre el particular, enseñaría a no dejarse robar antes que a ser un bobo.
Otras opiniones
Justamente, aunque parezca cosa 'e Mandinga, el jueves pasado conversábamos con una persona sobre cuestiones que a todos nos afectan y atañen, desde la inseguridad citadina hasta las posibilidades de ejercer una soberanía política real, eficaz y contundente, empezando por la recuperación de los recursos naturales y, en primer lugar, el petróleo.
Y entre anécdotas, conceptos e historias, surgió el tema conscripción.
"Creo que uno de los grandes errores que se cometieron fue el de desaparecer la conscripción", nos dijo y agregó: "Es que en ella, los ciudadanos aprendían muchas cosas, conocían muchas otras que jamás se les hubiese ocurrido que existían, como el mar, o la Cordillera, y fundamentalmente, igualaba... las clases económicas o sociales, como quiera denominárselas, quedaban bajo la misma categoría: soldados".
Servir a la Patria
Algunos suponen que con la globalización y el nuevo orden mundial, conceptos como Patria, nacionalidad, identidad están francamente perimidos. Es posible que en el caso de la identidad, se construya más por vocación que por nacimiento. Pero si el Estado no propone consignas creíbles, aceptables, incorporadas al inconsciente colectivo, difícil es que la identidad, como los otros conceptos, puedan arraigarse en los habitantes de una determinada nación. La nuestra, por caso.
Aprender el manejo de las armas, de la organización, del trabajo en grupo, de la disciplina incluso, de un régimen establecido y previsible de vida dentro de un determinado marco de acción, no está nada mal cuando, por contrapartida, las discos comienzan su tarea pesada sobre las 2 o 3 de la mañana y los cibercafé están repletos de guerreros virtuales que pasan horas y horas pegados a un monitor que les devuelve colorines y, más que nada, la acción psicológica que tales juegos encierran y transmiten (la muerte es un juego, el diferente debe ser exterminado, etcétera). Del mismo modo que se logró desdramatizar la existencia del Big Brother de Orwell en su "1984" y pasó a ser el morbo comunitario de la caja boba con "Gran Hermano", como si se tuviera derecho a inmiscuirse en la intimidad y fuese lógico que existan cámaras que enfocan las 24 horas de cada día, la cotidianeidad de un grupo de alienados.
Asímismo, La Femme Nikita da por sentada la justificación que tiene "el imperio" de matar a aquellas personas que molestan, sin que haya otra cosa que un "muy bien" como premio en lugar de Justicia y cárcel para la ejecutora. Además, claro está, Nikita no es una desdentada mechuda que eructa con aliento a ajo y vino barato sino una esplendorosa rubia que da con el target de los mirones.
Al menos, en la conscripción y durante los seis días de cada semana, los soldados no estarían en la calle tomando cerveza, fumando porros, ingiriendo pastillas euforizantes y asaltando al descuido para seguir consumiendo dichos tóxicos.
Muchos humos desaparecerían de las cabecitas locas de los adolescentes mayores, que tal son los "hombres" de 18 años en adelante. Y, a la vez, la mayoría habría de comprender el privilegio que significa tener una cama limpia y buena comida en sus hogares, luego de la tumba cuartelera, las dianas a las 06:30, las duchas compartidas y la obediencia. Por sobre todo, la obediencia.
Cambios
Está claro, por supuesto, que no es aquella colimba la que se pretende ni son, menos que menos, aquellos oficiales y suboficiales los que deberían estar al mando de las clases.
Una conscripción moderna, donde los jóvenes aprendan --algunos a escribir, que todavía los hay--, a socializarse, a respetar el derecho del prójimo y, posiblemente, a especializarse en oficios. Tal como ahora los voluntarios lo hacen.
No está nada mal volver a pensar en la conscripción como una posibilidad cercana. Y no se trata de que primero debemos modernizar a las fuerzas armadas. Hay, esto sí que dotarlas de presupuesto digno y apropiado. Pero, tal vez esta última cuestión, sea imposible mientras esté vigente el protocolo de rendición que firmó la comadreja riojana con los ingleses.
Sin embargo, todo es posible. Hasta que algún dirigente se acuerde de su nacionalidad y patee el tablero de la dependencia aún vigente.
Roberto Otero
Prensa Albatros Comodoro
Comodoro Rivadavia-Chubut-Argentina
24/11/07
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